1Q84, libro 3 de Haruki Murakami

1Q84, libro 3 de Haruki Murakami

Por: Ileana Bolívar/Bogotá. Llega a las librerías del país la tercera parte de 1Q84 de Haruki Murakami, catalogada como su mejor novela. Les damos un adelanto. 

Tengo 
Antes de que se cierre la salida. 
Después de cenar yakiniku, los cuatro habían ido a cantar a un bar con karaoke donde vaciaron una botella de whisky. Eran casi las diez de la noche cuando dieron por terminada su fiesta, modesta pero animada. Cuando salieron del local, Tengo acompañó a Adachi hasta el edificio en que vivía. La parada del autobús que llevaba a la estación se encontraba cerca del edificio, y las otras dos enfermeras lo habían empujado discretamente a que acompañara a Adachi. Los dos caminaron por las calles desiertas, uno al lado del otro, durante unos quince minutos. 
– ¡Tengo, Tengo, Tengo! –canturreó la enfermera Adachi–. Qué nombre más bonito…Tengo… Es tan fácil pronunciarlo… 
Adachi había bebido bastante, pero como siempre tenía las mejillas sonrosadas, era difícil juzgar el grado de embriaguez sólo mirando le al rostro. Articulaba con claridad el final de las frases y no andaba con pasos vacilantes. No parecía borracha. Sin embargo, cada uno, cuando se emborracha, lo manifiesta a su modo. 
– Pues a mí siempre me ha parecido un nombre raro –dijo Tengo. 
– No tiene nada de raro. Tengo…Suena bien y es fácil de recordar. Sí señor, es un nombre estupendo. 
– Por cierto, sé tu apellido, pero aún no me has dicho tu nombre. Aunque todas te llaman Kuu, ¿verdad? 
– Kuu es un diminutivo. Me llamo Kumi Adachi. Un nombre bastante soso, ¿No crees? 
– Kumi Adachi –probó a decir Tengo–. No está mal. Compacto y sin adornos superfluos. 
– ¡Vaya! –dijo Kumi Adachi–. Dicho así, parece que estés hablando de un Honda Civic. 
– Era un piropo. 
– Ya lo sé. Además, consumo poco…–bromeó, y le tomó de la mano–. ¿Te importa? Caminar juntos de la mano me relaja y, en cierto modo, me parece divertido. 
– No me importa, claro que no –contestó Tengo. Cuando Kumi Adachi lo cogió de la mano, se acordó de Aomame y del aula del colegio. El tacto era diferente. Pero, por alguna razón, tenían algo en común. 
– Creo que estoy borracha –dijo Kumi Adachi. 
– ¿En serio? 
– En serio. 
Tengo se volvió para mirar el rostro de la enfermera y lo observó de perfil. 
– Pues no pareces borracha. 
– Porque no se me nota. Pero creo que estoy bastante borracha. 
– Bueno, la verdad es que hemos pillado una buena cogorza. 
– Es verdad. Hacía mucho que no bebía tanto. 
– De vez en cuando no viene mal –dijo, repitiendo lo que le había dicho Tamura ese mismo día. 
– Claro –dijo Kumi Adachi asintiendo con convicción–. Todo el mundo lo necesita de vez en cuando. Darse una buena comilona, tomarse unas copas, cantar a grito pelado y charlar de tonterías. A lo mejor tú también lo necesitabas. ¿A ti no te pasa que a veces, para escapar del engranaje, necesitas despejar la cabeza? Siempre se te ve tan tranquilo y serio… 
Tengo reflexionó. ¿Había hecho algo para divertirse últimamente? No lo recordaba. Si no lo recordaba, seguramente querría decir que no. Tal vez lo que pasaba era que no solía sentir la necesidad de “escapar del engranaje”. 
[…] 
– Oye, Tengo, ¿has probado el hachís? 
– ¿Hachís? 
– Resina de cannabis. 
Tengo aspiró el aire nocturno para luego exhalarlo. 
– No, nunca. 
– ¿Te apetece probarlo? –Sugirió Kumi Adachi–. Los dos juntos. Tengo en mi casa. 
– ¿Tienes hachís? 
– Sí, ¿a que no te lo esperabas? 
– Pues no –contestó Tengo sin demasiado entusiasmo. Aquella enfermera joven de mejillas sonrosadas y aspecto saludable, que vivía en un pequeño pueblo en la costa de Bo–so–, escondía hachís en su piso.

1Q84, libro 3 de Haruki Murakami

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