reseñar es un buen ejemplo de por qué: en principio parece tenerlo todo para
ponerla en el estante del género negro, término que en nuestro país ha venido
convirtiéndose en un contenedor tan grande como predecible, donde hace falta
rebuscar mucho, muchísimo, para encontrar algo que merezca la pena leer; pero
hace ya tiempo que leo a Javier
Valenzuela, así que abrí Pólvora, tabaco y cuero sabiendo que podía
esperar mucho más de lo que se suele encontrar uno por las muchas semanas
negras de la España editorial. Ya en las primeras líneas me quedó claro que
acertaba porque, nada más abrirla, la novela te salta directamente a la
cara.
en el sentido al que se refería Kafka
cuando decía que no merece la pena leer ningún libro que no se parezca a un
puñetazo en la cara, y el autor no nos presenta a su protagonista, Ramón Toral, de otro modo que a
puñetazo limpio. La introducción y el desarrollo de cada personaje en Pólvora,
tabaco y cuero está planeada con la habilidad de evitar fórmulas planas o
evidentes; cada detalle es auténtico, revelador y ambiguamente humano,
cincelando cada personaje con sus dobleces, sus resquicios y todo lo que dota
al papel de humanidad. Ningún cliché ni concesiones a los cánones del género,
el propio Toral, lejos de
identificarse con el detective/inspector/comisario que de tanta explotación
todos conocemos y no pocos aborrecemos ya, desempeña un oficio del que un
noventa y demasiado por cien de lectores no habrá oído hablar jamás: delegado
de seguridad elegido por los vecinos de su barrio en el Madrid de la República,
en plena Guerra Civil. Toda una declaración de intenciones que además se trate
de un anarquista, porque cada página de la novela destila la autenticidad de
esos detalles que el peso de la historia en su versión más oficial sepulta
hasta el olvido o, peor, hasta la caricatura; lejos de instalarse en la
comodidad del bando republicano que las grandes rotativas han traído hasta
nuestros tiempos, Valenzuela
desgrana la realidad de aquellos días desde lo más cotidiano a lo más incómodo,
en una narración que por lo honesto y lo imparcial corre sin miramientos el
riesgo de contrariar a los adeptos de todas las ideologías que batallaron en el
Madrid de 1936. No es una novela para contentar a nadie, para ensalzar a
ninguna figura ni para la apología de ningún movimiento; al contrario, es un
relato para obligarnos a cuestionar gran parte de lo que pensábamos, no ya
sobre el conflicto en sí y el papel de quienes lo libraron o lo padecieron,
sino también acerca de los miedos, la incertidumbre de los valores y las
motivaciones que nos guían a cada cual en el torbellino del día a día.
mitad de la
el tabaco y el cuero casi pueden olerse gracias a la maestría con que el autor
entrelaza descripciones ágiles pero vívidas con parábolas, metáforas y símiles
de la calidad a la que Valenzuela nos tiene acostumbrados; con las escenas de
acción y los giros que se hacen imprescindibles a una novela de esta índole; y
también con historia. Historia real, fehaciente y a menudo olvidada de nuestro
país, espolvoreada aquí y allá con la habilidad que el autor ha adquirido a lo
largo de sus novelas —siempre de una documentación titánica— de manera que, a
pesar de la riqueza de datos en ningún momento ralentiza un relato que destaca
precisamente por su ritmo vivo y agilidad narrativa. Capítulos cortos,
concisos, fugaces en ocasiones y narrados desde ángulos variopintos que nos
transportan hasta el final antes de lo esperado.
más capítulos, más Ramón Toral, más
horas entre las maltratadas calles del Madrid en guerra, demanda esta que
espero que Javier Valenzuela tenga a
bien satisfacer en futuras entregas, pues el personaje, la puesta en escena y
el fondo de esta novela, bien merecen continuidad. Mención aparte merece el
gran trabajo de edición que, desde la portada hasta las composiciones con
fotografías de época que encabezan cada parte, envuelve el relato con una
estética impecable. Sólo me queda darles mi más sincera enhorabuena tanto al
autor como a Editorial Huso por el resultado de esta colaboración, esperando
que sea la primera de muchas.
…es un relato para obligarnos a cuestionar gran parte de lo que pensábamos, no ya sobre el conflicto en sí y el papel de quienes lo libraron o lo padecieron, sino también acerca de los miedos, la incertidumbre de los valores y las motivaciones que nos guían a cada cual en el torbellino del día a día