“Supongo que mi escritura es un reflejo de mi mente”: Mónica Ojeda

Monica Ojeda. Foto: Lisbeth Salas

Mandíbula: el origen del miedo


Por: Pablo Concha*

¿Cuál es el único animal que nace de su hija y alumbra
a su madre? 
Este interrogante es uno de los enigmas presentes en
la novela Mandíbula (Editorial
Candaya, 2018) de la escritora
ecuatoriana
Mónica Ojeda (Guayaquil, 1988).
La autora, con tres novelas publica das, un poemario y
cuentos en algunas antologías,
forma parte de la última lista
de Bogotá39 y está en Colombia en la Feria Internacional del Libro de Bogotá.

Con Mandíbula se adentra en un terreno que ya
aparecía esbozado en su anterior obra, la poderosa Nefando (Editorial
Candaya, 2016), y es el difuso, complicado y poco respetado campo del thriller.
El libro, que no es estrictamente una novela de terror –aunque trate sobre la
naturaleza del miedo, explore el verdadero terror y logre de hecho asustar en
algunos pasajes–, toma elementos del género, los utiliza sabiamente y luego
transita por otros derroteros. Tampoco es un thriller per se, aunque
pueda parecerlo. Se podría decir que Mandíbula indaga temas como el
origen de la perversidad (dicho de forma simple), o que analiza los
estragos que el miedo real puede ocasionar en la psique de una persona,
o los extremos a los que una mujer traicionada y dolida es capaz
de llegar para vengarse, o incluso lo enfermiza y caníbal que puede
llegar a ser una relación madre–hija. En realidad, poco importa el
género o formato al que se quiera circunscribir a Mandíbula, la
novela se encuentra tan bien estructurada y narrada que arrastra al
lector sin piedad por sus páginas hasta su brutal final. Una resolución
que obliga al lector a cogerse la cabeza, cerrar los ojos y tragar
saliva. Así de fuerte y duro es. Y eso es precisamente lo que los
lectores buscamos, algo que nos desconecte del mundo y nos sumerja en
otra realidad igual o más real que la nuestra.

Mandíbula trata sobre el secuestro
de Fernanda, una estudiante de un colegio del Opus Dei en Guayaquil por parte
de su profesora de Literatura y las causas y consecuencias de dicho acto. La
novela tiene una estructura no lineal y la narración va saltando en el tiempo y
cambiando de punto de vista. De esta forma, se nos muestra el presente y el
pasado mediante una serie de flashbacks que en parte explican y en parte
complejizan el misterio. Todo lo cual nos demuestra que la historia que
creíamos tan simple y corriente, en realidad trata de algo mucho más oscuro y
terrible, y ésa es solo una de las múltiples virtudes de Mónica Ojeda como
narradora. No sabes lo que va a pasar y no hay forma de que lo adivines, y lo
que termina sucediendo es siempre peor y más terrible de lo que hubieras podido
imaginar. La capacidad de sorpresa nunca cesa. Para cualquier escritor, sin
importar el género en el que se mueva o trabaje, es algo que no siempre es
fácil de lograr. Y Ojeda parece hacerlo sin ningún esfuerzo, tan fácil como
respirar. Así de buena es.

−Parte de Mandíbula trata sobre el miedo, el
horror, ¿desde cuándo le empezó a gustar este tipo de literatura y por qué?

Me gusta toda la buena
literatura. No tengo un género de preferencia y no soy, tampoco, una experta en
la literatura de horror. Sin embargo, hay autores que han escrito sobre el
miedo que disfruto releyendo cada vez que puedo: Lovecraft, Poe, Perkins,
Chambers, Shelley, Jackson…, por ejemplo.

−El terror es considerado un género menor y poco
serio, mal visto y despreciado por la “alta cultura” y los críticos, ¿qué piensa
al respecto?

El miedo es una emoción
humana y como tal la literatura la recoge, la estudia y nos sensibiliza en
torno a ella. Todos sabemos lo que es el miedo y lo que nos produce, sin
embargo, nos seguimos viendo atraídos irremediablemente hacia él. Esa atracción
es poderosa porque está relacionada a lo sublime, es decir, a la belleza que
encontramos en lo terrible.

−En Mandíbula encontramos unas adolescentes
cuyo nivel de perversión va evolucionando, algo parecido a como ocurría en Nefando
con los personajes de la novela pornográfica que escribía Kiki Ortega. ¿Esa
génesis de la perversidad es algo que quisiera seguir explorando?

Me gustan los personajes
retorcidos, es cierto, pero también los que no lo son. Quiero decir que en
todas mis novelas los personajes tienen perversiones ocultas, pero hay algunos
que las controlan y otros que las abrazan y van por el mundo cabalgándolas y
pisando a quien se interponga en el camino. Ese es el origen del mal: cuando sabemos
que hacemos daño y no nos importa, o peor aún, cuando disfrutamos de hacerle
daño a otros; cuando nuestro placer se basa en el dolor de los demás.

−Sus novelas se caracterizan por no tener una
estructura lineal; ¿cómo es su construcción narrativa?

Supongo que mi escritura
es un reflejo de mi mente. Mi forma de pensar es caótica y poco lineal a la
hora de construir narrativas. Para mí es natural escribir de ese modo porque es
así como pienso, pero es cierto que también lo hago por necesidades novelescas.
Siento que es la estructura propicia para contar las historias que quiero contar
y para mantener la tensión en su punto.

−En otra entrevista leí que decía que le hubiera
gustado escribir La Broma Infinita de David Foster Wallace y en Mandíbula
usa uno de sus recursos, ¿un guiño, un homenaje? ¿Qué tan importante es o fue
Foster Wallace para usted?

Sí, es un recurso que usó
Foster Wallace, y también Coetzee. Lo usé porque era necesario
para ese capítulo, pero así como tantas otras técnicas narrativas que han empleado
otros tantos autores. Sí creo que Foster Wallace es importante en mi
mapa de lecturas trascendentales y de autores reverenciales. Me gusta su
inteligencia desenfadada y su conmovedoramente irónica mirada sobre el mundo.

−Uno de los personajes principales de Mandíbula,
Clara, es una profesora conflictiva. ¿En su ejercicio docente se ha topado con
alguna colega remotamente parecida a ella?

El personaje está basado
en rasgos de muchas personas que he conocido, incluyéndome a mí misma. Por ejemplo,
yo sufrí ataques de ansiedad mientras estaba siendo profesora. Por eso pude
escribir esa parte desde una zona de verdad, que es lo que me interesa en
literatura: crear personajes ficticios, pero verdaderos.

−¿Volveremos a encontrar a los misteriosos hermanos
Terán (protagonistas de La Desfiguración Silva y Nefando) en su obra?

Sí, sin duda volverán.
Los hermanos Terán han aparecido ya en dos de mis novelas y siento que no he
terminado de escribirlos.

−Un libro que le recomendaría leer a los jóvenes.

Matate amor de Ariana Harwicz.
*PABLO CONCHA.
Escritor
colombiano, autor del libro de cuentos de terror Otra luz (El bando creativo,

2017).




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