Un café en Buenos Aires con Marcelo Rubio

“Escribir es asomarse al fracaso”


Marcelo Rubio

Por: Pablo Di Marco

¿Por qué
entrevistar a Marcelo Rubio? Ante
todo porque es un lector enorme, de esos capaces de separar al oro del barro
con un golpe de vista. Pero también por sus cuentos, por su trabajo al frente
del programa de radio Kriminal Mambo, por ser tal vez el mejor entrevistador de
escritores de Argentina, por su novela Lo
que trae la niebla
… En fin, porque Marcelo
Rubio
es un imprescindible a la hora de comprender y analizar el panorama
literario contemporáneo argentino. Y nos bastó con sentarnos en un rincón libre
de Mandrágora, pedir dos cafés y comentar el argumento de un libro que daba
vueltas por ahí para que los temas vengan solos a nuestra mesa.
—Los escritores que tienen la suerte de
poder publicar suelen encontrarse con una dificultad: lograr que sus libros
lleguen más allá de lo que yo llamo el primer círculo, ese que está integrado
por familiares, amigos y un puñado de lectores fieles. Tu novela Lo que trae la niebla logró superar ese
primer círculo y alcanzó a una buena cantidad de lectores que no sabían de vos.
¿Pensás que este libro cuenta con algo con lo que no contaban tus libros
anteriores, o todo es una extraña alquimia de azar, destino y magia?
MR: No sé si logré o no romper ese primer
círculo, por otra parte no creo que eso magnifique o no un libro, pero, en caso
de haber sucedido, es más por el azar que por mérito literario.
—Ya sé que no te gusta que te elogien, pero dejame
decirte qué pienso yo. Sí, seguramente hubo algo de azar, pero también hay
mérito tuyo. Creaste un par de personajes de esos que quedan flotando en la
mente del lector, de esos que nos hablan al oído, y eso es impagable. Martínez
Burkett tiene razón, a ver si algún productor se aviva y filman la peli.
MR: Gracias, los personajes fueron apareciendo solos en
la novela. Inicialmente solo estaba ese comisario que escribe haikus en la cara
de los fósforos, luego advertí que necesitaba otros personajes que también
mostraran situaciones absurdas. En verdad, el pescador, por ejemplo, es una
burla sobre el mundo del los apodos en el deporte.
—Los escritores no son ajenos a los que
rodea a sus libros. ¿La buena repercusión de Lo que trae la niebla te alienta o te condiciona a la hora de
escribir y publicar un próximo libro?
MR: Escribir es asomarse al fracaso
constante, asumir ese riesgo es parte de la publicación. Así las cosas, la
presión está solo con la mínima idea de publicar algo decente. Imagino que esa
presión de la que hablás funciona, tal vez, en los que tienen grandes ventas,
autores conocidos y consagrados.
—Creo que hay un solo secreto para
escribir una buena novela: leer, escribir y corregir como un condenado. Sin
embargo hay una primera chispa (impulso, sentimiento, obsesión) que es
inexplicable. ¿Cuál fue esa primera chispa que te llevó a lanzarte a la
escritura de Lo que trae la niebla?  
MR: Coincido con vos, y sumo a esa
actividad “Dejar reposar al texto”, no querer tenerlo listo inmediatamente.
—Tenés razón. La cantidad de veces que me pasó que
cerré el cuaderno y me fui a acostar creyéndome Kafka y cuando al día siguiente
reabrí el cuaderno me encontré con Coelho. Te interrumpí, seguí diciéndome.
MR: Sí, sucede. En cuanto a Lo que trae la niebla, la idea base es
justamente el comienzo de la novela. Una persona se ve obligada a buscar a
otra, en un lugar lejano y desconocido. No es ninguna novedad ni en literatura
ni en cine, ciertamente. Luego fueron apareciendo los personajes y con ellos
las minitramas internas.

—Mientras te hacia la pregunta anterior me acordaba de
un desconocido Sylvester Stallone percibiendo la primera chispa de lo que sería
Rocky mientras mira una pelea en la
que un boxeador del montón le aguanta quince rounds de pie al campeón del
mundo.
MR: Bueno, pero no te olvides que Sylvester encontró la
idea antes de que se le caiga a otro, digo, se “choreó” el argumento. Pero
finalmente, en este mundo tan escrito y tan poco leído, siempre uno termina
tomando cosas de otros, sin darse cuenta. 
Y más allá de todo, la influencia está y es genial que esté. Escucho
escritores que dicen “Yo cuando escribo no leo a otros para no contaminarme”.
En lo personal digo, ojalá me contamine Borges,
Cortázar, Galeano, no sé.
—Quisiera charlar un poco con el Marcelo
periodista. Ya hace años que conducís (junto a Beto Nacarado y Martín Sancia) el
programa de radio Kriminal Mambo por AM 530. Para un escritor entrevistar a otros
escritores es una experiencia muy rica, porque te permite pasar del otro lado
del espejo, descubrir que nuestros miedos, ridículos ataques de ego y
frustraciones no son solo nuestras. ¿Qué aprendiste de esas entrevistas?
MR: Ni más ni menos eso que te sucede a
vos. Escuchar, prestarle atención a los modos, estilos y gustos de cada uno de
los entrevistados. A saber que cada nota tiene su tiempo, que no hay que
forzarla y que, como entrevistadores, debemos lograr que el invitado olvide la
existencia de un micrófono y charle como vos y yo ahora, café por medio,
mirando la calle.
—Y vos hacés algo que debiera ser regla pero es
excepción: cuando llevás a un escritor al estudio para hacerle una entrevista
es porque leíste su obra. Te cuento algo: hace dos semanas me invitaron a un
programa de radio, un programa dedicado a la literatura. El conductor agarró mi
novela treinta segundos antes de empezar el programa, leyó volando la solapa y
la contratapa, dijo “Buenas noches, queridos oyentes” y empezó a entrevistarme.
Me pasaron dos cosas: 1) Me quería matar. 2) Me acordé de vos, de tus horas de
lecturas antes de hacer una entrevista.
MR: Creo que fuimos al mismo. A mí me hicieron enviar un
resumen de la novela, el cual el conductor jamás leyó. Es una falta de respeto
llevar al escritor que sea y no haberlo leído, o desconocer su nombre. Uno
puede fallar en la lectura, o fallar en no conocer toda la obra, pero sí o sí,
tiene que saber con quién habla y que ha escrito.
—Vamos con la pregunta-misil: ¿se
publica a los mejores, Marcelo? 
MR: Me gustaría tener una respuesta
concreta, seria. Arriesgo que no, que hay enormes escritores que no son
publicados, o libros maravillosos de grandes autores que son publicados por
editoriales chicas y no logran trascender como sería merecido. Pero esta es una
teoría personal, no soy quién para asegurarlo como un dogma. Igual soy un
agradecido de las editoriales independientes que apuestan y acercan voces
nuevas, eso, en otros tiempos, no sucedía.
—Una pena como el mercado literario se volvió un
espejo de la sociedad. Por un lado tenemos dos monstruos que todo lo compran y
todo lo venden, y por otro lado tenemos infinidad de esas editoriales
independientes que vos mencionás, que la pelean cómo pueden con lo poco que
tienen. Estaría bueno pedirle al lector (y también a más de un periodista) que
sea curioso, que se anime a hurgar en la parte de atrás de las librerías, que
sepa que debajo y detrás de ese primer estante luminoso hay libros valiosos.
MR: Las editoriales independientes se han convertido,
creo yo, en una fábrica donde crecen talentos. Una suerte de potrero del fútbol. Cada tanto uno de
ese grupo, pasa a jugar en las ligas mayores. 
—¿Vamos con la última? Ya la conocés. Te
regalo la posibilidad de invitar a tomar un café a cualquier artista de
cualquier época. ¿Quién sería y dónde lo llevarías?
MR: ¿Pedimos otro
café mientras pienso?

—Dale, pidamos dos más que acá en Mandrágora lo hacen rico.
MR: Esa última
pregunta me resulta siempre complicada, Pablo. Broma aparte. Invitaría a Osvaldo Soriano, para mi gusto un
enorme escritor. Lo llevaría a tomar café a uno de esos bodegones en la Avenida
La Plata, frente al ex viejo Gasómetro. El Gordo, como hincha del cuervo, se
sentiría cómodo ahí. Le contaría que hoy no lo ningunean tanto. Le pediría mil
consejos para saber cómo escribir un cuento, una novela.
—¿Y qué pregunta le harías?
MR: Y le haría una
pregunta de fanático: ¿Es verdad, Osvaldo, que a usted lo entusiasmaba la idea
de que Alberto Olmedo protagonizara
la película A sus plantas rendido un león?
—No se
equivocaba Soriano. Yo creo que Olmedo tenía potencial para ser un buen actor
dramático.
MR: Sin
duda, era un gran actor, laburaba sin libreto. Y
después
hablaríamos de “fulbo”, de su amistad con Osvaldo Bayer, en fin, así, hasta que
se termine la noche.
—Acordate
que Soriano vivía de noche, así que sería una noche larga. Así que después de
ese bodegón cerca del Gasómetro lo podríamos llevar a tomar una grapita al San
Bernardo, que queda cerca de tu casa y la mía. Qué lujazo quedarnos jugando a
las cartas con Osvaldo hasta que se haga de día. Tendríamos tema para escribir
algún cuento, ¿no, Marcelo?
MR: Ni
hablar… el Gordo vivía de noche, ese era su estilo, su forma de comprender el
mundo. Con el Gordo comparto algo que a muchos indigna, entre el fútbol y leer,
dame el fútbol. Te robo un segundo, Pablo.
—Sí,
decime.
  
MR: El
fútbol necesita la juventud, ahí uno explota, luego, ya a mi edad, no podes
jugar a nada, solo a algo parecido al fútbol. En cambio la literatura te da
tiempo, te permite en la madurez seguir escribiendo. Pavadas que se me ocurren
y que cualquiera puede derrumbar fácilmente. Creo que de haberlo tenido vivo
hoy, vos deberías haberle hecho un reportaje para sacarle todo el jugo a esa
charla. No lo digo para “sobarte el lomo”, lo digo de pura verdad.
—Hagamos
algo. Terminamos este café y nos vamos al San Bernardo a tomar un par de grapas
en honor a Osvaldo.
MR: Dale, vamos.
Lo que trae la
niebla
, Editorial Indómita luz.
Kriminal
Mambo, todos los sábados a partir de las 13hs por AM 530.

Desde Buenos Aires trabaja vía internet en la corrección de estilo de cuentos y novelas. Autor de las novelas Las horas derramadasTríptico del desamparo, Espiral y Un café en Buenos Aires. Conversaciones con escritores, lectores y libreros. Colaborador de la editorial Ojo de Poeta y columnista de la revista cultural Libros & Letras.

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