Cortázar en Nicaragua: un animal político y literario

Por:
Juan Camilo Rincón*
Como homenaje a Julio
Cortázar en los 35 años de su fallecimiento,
Libros & Letras comparte este
texto que ahonda en la importancia de la postura política del escritor argentino
sobre lo que sucedía en América Latina.
Nicaragua
ha sido de muchos pero jamás propia: primero fue de la Corona española, luego
parte de un protectorado británico, del imperio mexicano, de la 
Federación de Estados Centroamericanos, del sueño de William Walker -un filibustero norteamericano
que la quiso como su colonia personal-, de la Marina Imperial Alemana que la
ocupó, de la United Fruit Company y, más recientemente, de la familia Somoza. Sin embargo, el 23 de diciembre
de 1972 llegó un terremoto tan impetuoso que, a quien no mató, lo despertó de
ese letargo de dominación. Algunos, cansados de que su tierra fuera para otros,
se autodenominaron como “sandinistas” en homenaje a aquel militar de origen
campesino que décadas antes buscó expulsar a los norteamericanos hasta que fue
fusilado. Entonces, decidieron pelear.
Estados Unidos no aceptaría que estos
campesinos con armas le quitaran uno de sus dominios. Ya habían perdido a Cuba,
su isla de descanso en el Caribe mágico, a manos de Fidel Castro y del comunismo, y Chile se dirigía a la izquierda con
Allende. Ni siquiera con la muerte
de 50.000 personas a causa de los bombardeos lograron detener la caída de Somoza Debayle, y mucho menos lograron
impedir la llegada al poder del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN)
en 1979, apoyado por la Unión Soviética. No había marcha atrás. Los
estadounidenses, siempre malos perdedores, crearon, formaron y financiaron los
Contras, grupo armado ilegal de insurgentes cuya brutalidad e inclemencia hundieron
al país en otra guerra civil. Nicaragua se tornó en centro de la Guerra Fría, contienda
batallada por dos potencias en tierras extranjeras como Vietnam y luego
Afganistán, que solo llevó sangre y retroceso a aquellos territorios.
Esta lucha de un pueblo que se estaba cansando tocó
de manera imprevista el corazón de Julio
Cortázar
. En aquel periodo el escritor argentino miraba lo que ocurría en
este nuestro continente desde una posición política contestataria: su contacto
con Cuba, su participación como jurado del Premio Casa de las Américas, sus
encuentros con Lezama Lima y las
cartas a Roberto Fernández Retamar
evidenciaban su compromiso. Un ejemplo está en su libro-almanaque Último round:
Comprendí que el socialismo, que hasta entonces
me había parecido una corriente histórica aceptable incluso necesaria, era la
única corriente de los tiempos modernos que se basaba en el hecho humano
esencial, en el ethos tan elemental
como ignorado por las sociedades en que me tocaba vivir, en el simple,
inconcebiblemente difícil y simple principio de que la humanidad empezará
verdaderamente a merecer su nombre el día en que haya cesado la explotación del
hombre por el hombre2.
Siempre atacado por una y otra parte, sostuvo
la fe en su visión sobre la labor del escritor y sobre la política. Cuando hablaba
de su propio caso, decía:
Si eres un animal literario como yo lo soy, por
vocación y por naturaleza, es relativamente fácil entregarme a la escritura, y
las dificultades están en ir subiendo, digamos, por el camino de la perfección
literaria. Pero si descubres un día, de golpe, que tienes una responsabilidad
extra–literaria, pero que la tienes, sobre todo, porque eres escritor, ahí
empieza el drama. Porque, ¿cuál es la razón de que un artículo político mío sea
muy comentado, muy reproducido, muy leído? No es porque yo tenga el menor
talento político, que no lo tengo, sino porque, tras muchos años de escribir sólo
literatura, tengo una gran cantidad de lectores. Entonces, mi responsabilidad
como argentino y como latinoamericano frente a los problemas pavorosos que
tienen nuestros países es aprovechar ese acceso a miles de personas3.
Julio sabía
muy bien lo que estaba sufriendo Latinoamérica a causa de las dictaduras que afligían
a nuestros países. Estuvo presente cuando decenas de víctimas de estos regímenes
narraron frente al Tribunal Internacional de Crímenes de Guerra o Tribunal Russell
los abusos a los que habían sido sometidos. De este organismo público hizo
parte junto a otros intelectuales de la talla de Jean Paul Sartre, Ken Coates y Gabriel
García Márquez
. En sus últimos años de vida criticó duramente a los
gobiernos absolutistas de Chile, Argentina, Brasil, Uruguay y otros países, y
llegó a escribir cartas para ayudar a escritores como Juan Carlos Onetti a salir de la cárcel o para buscar al hijo y a
la nuera del poeta Juan Gelman. Su
relación con Cuba –conocido por sus lectores como el país de los cronopios- fue
muy importante para él. Luego de una infortunada ruptura de relaciones con la
isla a raíz del caso Padilla, vino
una reconciliación a finales de la década de los 70 que le permitió renovar
fuerzas. A partir de sus encuentros con otros escritores de la misma orilla
política como Ernesto Cardenal, Sergio Ramírez y Claribel Alegría, redescubrió a Nicaragua de una forma más profunda.
Sabemos que su primer viaje clandestino a aquel
país, específicamente al archipiélago de Solentiname tuvo lugar en 1976. El poeta
Ernesto Cardenal lo recuerda así:
Sergio Ramírez y yo nos encontramos con Julio Cortázar en Costa Rica, y nos dijo que quería conocer Solentiname,
y lo metimos sin visa por la finca de José
Coronel Urtecho
en la frontera con Nicaragua. Él relata ese viaje
clandestino en su cuento Apocalipsis de
Solentiname
, que es un cuento muy realista, casi como una crónica
periodística4.
Una anécdota que no aparece en el texto que
sería publicado primero en la revista Casa
de las Américas
(Cuba) ese mismo año y el siguiente en el libro Alguien que anda por ahí (España), narra
un viaje por el río San Juan. Se detuvieron para recargar combustible en una
tienda en la ribera; al terminar, los escritores locales se dieron cuenta que Cortázar no estaba y lo esperaron
durante un buen rato, hasta que apareció muy campante. Al preguntarle por el
motivo de su demora, les contó que había estado caminado por el pueblo; el
asombro de Cardenal fue mayúsculo al darse cuenta de que el cronopio no tuvo
ningún reparo en jugar con unos niños justo al lado del comando del Ejército, pese
a no tener papeles. El poeta centroamericano se burló diciéndole: “No, qué
desgracia que no estás preso, porque mañana tendríamos la noticia en el mundo
entero: Cortázar preso en Nicaragua. Y culparían
a la dictadura de Somoza”. Julio, con su voz pausada, le respondió: “Preferiría
que fuera otra mi contribución a la revolución de Nicaragua”5.
A Solentiname llegaron entrada la noche.
Mientras Cardenal entregaba regalos y provisiones a los habitantes, Cortázar vio
una serie de pinturas en un rincón; hechas por los campesinos de la zona, su
venta los ayudaba a reunir fondos. Al día siguiente, después de la misa
dominical, se organizó todo para el regreso. Desde un banquillo se oía a los
pobladores hablar de un capítulo del evangelio sobre Jesús en el huerto como si
fuera algo suyo,
como si hablaran de ellos mismos, de la amenaza
de que les cayeran en la noche o en pleno día, esa vida en permanente
incertidumbre de las islas y de la tierra firme y de toda Nicaragua y no
solamente de toda Nicaragua sino de casi toda América Latina, vida rodeada de
miedo y de muerte, vida de Guatemala y vida de El Salvador, vida de la
Argentina y de Bolivia, vida de Chile y de Santo Domingo, vida del Paraguay,
vida de Brasil y de Colombia6.
Antes de dirigirse a la pequeña embarcación,
recordó los cuadros y le pidió a Sergio
que lo ayudara a organizarlos para tomarles algunas fotos. En plena ráfaga de cámara
lo encontró Cardenal, quien le dijo entre risas: “ladrón de cuadros,
contrabandista de imágenes”. Julio respondió: “Sí, le dije, me los llevo todos,
allá los proyectaré en mi pantalla y serán más grandes y más brillantes que
éstos, jodete”7.
Luego de pasar una temporada en Cuba, México,
Costa Rica, Jamaica, Guadalupe y Trinidad entre marzo y mayo, y de ser la
figura pública que hablaba de la situación de represión que azotaba su continente,
regresó a Francia para tomar un pequeño descanso y escribir. Con las fotos ya
reveladas, compartió con Claudine8
los recuerdos de su viaje. Al ver reflejadas sobre una pared las imágenes de
las pinturas -de la misma forma en que tomaron forma las fotografías de “Las
babas del diablo”-, emergieron de ellas imágenes en movimiento que rememoraban
la represión y la violencia en toda la América Latina. Con este cuento, usando
herramientas imaginarias, Cortázar
terminó relatando una realidad tangible e ineludible que le dolía.
En los años siguientes su lucha no amainó, y
ocurrió algo en su vida personal que lo comprometió aún más. En 1978 conoció a Carol Dunlop, escritora, fotógrafa y
traductora. Con aquella mujer combativa viajó en 1979 a Panamá para conocer a Omar Torrijos, a Costa Rica, Venezuela
y finalmente Nicaragua.

Otro personaje de vital importancia para
comprender la relación de Cortázar
con Nicaragua es la poeta ganadora del 
Premio
Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, Claribel
Alegría
, a quien conoció en la década de los 60 en Buenos Aires. Compartían
y bromeaban como los grandes amigos que fueron: “Qué vivo, con esos ojos tan
lejanos el uno del otro ves más que cualquiera de nosotros”9, le
dijo alguna vez la autora entre risas. Vivieron en París por la misma época y
frecuentaban las mismas calles y cafés que Vargas
Llosa
, Fuentes y Benedetti. Alegría recuerda que Julio
y Carol fueron a España a visitarlos
para celebrar juntos el Día de la Alegría en Nicaragua:
Mientras volaban, Somoza Debayle huía hacia Miami. Julio y
Carol no se enteraron sino hasta que llegaron a Mallorca. Celebramos el evento
en nuestra terraza de Ca´n Blau, con innumerables tragos de champagne y de
vino. Bud (esposo de Claribel) anunció que nosotros estábamos dispuestos a
irnos a Nicaragua para escribir un libro sobre la Revolución Sandinista, que
luego se publicó en México. Julio y Carol se entusiasmaron y dijeron que irían
a visitarnos. Así fue. Nosotros llegamos a Nicaragua a fines de septiembre del
79, y ellos en noviembre. Los dos amaron a Nicaragua desde el primer momento. `Fue
un amor a primera vista´, nos decía Julio. Nicaragua también los amó a ellos. Carol
hizo un libro con fotos de los niños de Nicaragua. Decía que nunca había visto niños
con ojos tan hermosos10.
Claribel recuerda que la pareja hizo muchos viajes a su país: “Julio
conversaba con los jóvenes, los animaba, recorría el país. Una vez me
dijeron  que les gustaría vivir entre
Nicaragua y París. Fueron incansables ayudándole a la Revolución desde fuera y
adentro”11. Lo de los jóvenes no era exageración; en 1980, en un evento de celebración del primer aniversario
de la
Revolución en el que hicieron presencia algunas vacas sagradas de
la literatura como
Cortázar, Galeano y García Márquez, este último recuerda haber
visto en Managua una plaza colmada de jóvenes quienes
permanecieron en silencio oyendo una lectura envolvente del
cronopio mayor, que se prolongó por más de media hora para culminar en un
aplauso ensordecedor por parte de la multitud.
Cortázar y Dunlop regresaron al país centroamericano
en febrero y luego en agosto de 1982; a pesar de sí mismos, tuvieron que
retornar a París debido a afecciones de salud de Carol. Ella, amante de la fotografía como era, hizo el registro
visual del viaje para luego publicar el libro Llenos de niños los árboles, traducido por Cortázar para la editorial Nueva Nicaragua. Tal vez anticipando su
temprano fallecimiento en noviembre de aquel año y pese a no alcanzar a ver el
libro impreso, la compañera de Cortázar
pidió al argentino que los derechos de autor fueran cedidos al pueblo
nicaragüense. El escritor cumplió su promesa y además reunió todos sus textos
sobre aquel país en Nicaragua tan
violentamente dulce
, inicialmente publicado por la misma editorial con un
tiraje de 10.000 ejemplares; Cortázar
traspasó los derechos de autor a esa tierra que tanto amó, como una señal más
de su compromiso.
Y aquí un dato curioso: en octubre de 1983 fue
publicado en Barcelona por la editorial Muchnik Los autonautas de la cosmopista, escrito a dos manos por Cortázar y Dunlop, libro en el que narran una expedición hecha por una
autopista francesa, deteniéndose en los paraderos. En la página legal del libro
se lee: “Los derechos de autora de este libro, en su doble versión española y
francesa, están destinados al pueblo sandinista de Nicaragua”. Tras la muerte
de Carol, la situación anímica de Cortázar decayó hasta tal punto que su
vida no se alargaría más de un año. Su amor por Nicaragua, tan profundo y sin
restricciones como el amor por su compañera de vida, lo llevó a seguir aportando
tanto ideológica como económicamente pese a sus quebrantos de salud y a las complicaciones
del tratamiento. En su último viaje, ya solo, fue distinguido con la Orden
de la Independencia Cultural Rubén Darío.
El argentino viajó luego a Bismuna, al noroeste
de Nicaragua, tierra pródiga en naranjas, frutos exquisitos que se pudrían tras
caer de los árboles. La escritora y periodista Gabriela Selser relata que en aquella zona limítrofe con Honduras,
apetecida por los Contras en su lucha contra los sandinistas, Cortázar se encontró con la macabra
escena de los cadáveres descompuestos de los insurgentes financiados por
Estados Unidos, quienes tras una respuesta del ejército revolucionario fueron
asesinados al lado de la laguna. Ella y otros escritores extranjeros llegaron en
helicóptero con el objeto de buscar apoyo internacional para el gobierno sandinista;
los guiaba Claribel Alegría con su
poesía y dulce talante. En aquella zona, antiguo asentamiento de los indígenas misquitos
quienes lo habían abandonado a causa de la violencia, solamente permanecían el
ejército revolucionario y los cuerpos putrefactos. Conmovido, Cortázar fue a hablar con los jóvenes cuyos
fusiles y sueños defendían el territorio. El teniente pidió a los escritores
cavar trincheras para poder defenderse si ocurría un nuevo ataque; “Cortázar tomó una pala, como todos los
demás, y comenzó a abrir la zanja”12.  Al finalizar, se sentaron a escuchar a la
cantante Norma Helena Gadea cuyas
notas suavizaron la jornada hasta el momento en que los militares organizaron los
turnos para relevar la guardia. Cuenta Selser
que “la segunda noche tomó de nuevo el fusil y caminó con sus pasos largos
hasta ubicarse en la última posta”13. Al terminar su turno, el
creador de Rayuela se acercó a ella
para verla escribir algunos textos sobre la vigilia en Bismuna. Le pidió
amablemente que le dejara ver sus apuntes y luego de leerlos, escribió un par
de líneas que complementaban poderosamente las de Selser: “Alguna vez este será
un lugar de paz y aquí se construirán escuelas. Y siempre habrá gente para
recoger todas las naranjas”14.

Fueron
alrededor de ocho viajes los que hizo Cortázar antes de morir el 12 de febrero
de 1984, y seguramente habrían sido muchos más si la enfermedad y la ausencia de
Carol no lo hubieran golpeado de forma tan contundente. Han pasado 34 años
desde su muerte y por primera vez tuve la fortuna de hablar sobre él con el hoy
Premio Cervantes, Sergio Ramírez. Al escuchar su nombre su cara se iluminó;
quiero creer que regresó a 1976 cuando lo vio por primera vez en Costa Rica y
comenzó una amistad que duró toda la vida. Recordó sus encuentros en la Feria
del Libro de Frankfurt y luego en Nicaragua para la ceremonia del acto de
nacionalización de las minas en Siuna, hecho histórico de liberación del
imperialismo, a donde llegaron en un avión con bancas de madera donde solo
había una escoba para agarrarse. Me habló de uno de los tomos de poesía de
Rubén Darío que estaba en la mesa de noche del hospital al lado de la cama donde
murió el gran cronopio. Acomodándose en la silla, me dijo: “Cuando él murió yo
tenía bastante tiempo sin escribir y esa noticia me llevó a crear
Estás en Nicaragua, sacado de un verso
de un poema que él escribió, donde voy alternando mi experiencia sobre la Revolución
y mi relación con él”. Rememoró los años de su juventud cuando leía
Bestiario, y el poder de Rayuela para su generación, influencia trascendental
para su obra. Nos despedimos sintiendo un poco la presencia de Julio, que sigue
vivo en sus creaciones… aquel genio que nos enseñó a enfrentarnos al mundo de
la Gran Costumbre que todo lo limita, cuantifica y controla. Desde aquella Nicaragua
tan violentamente dulce y la Argentina con sus alambradas culturales, Cortázar
estuvo comprometido con este continente al que nunca dejó de amar y siempre fue
suyo, sin importar que sus restos descansen al otro lado del océano.

Su amor por Nicaragua, tan profundo y sin restricciones como el amor por su compañera de vida, lo llevó a seguir aportando tanto ideológica como económicamente pese a sus quebrantos de salud y a las complicaciones del tratamientoEn su último viaje, ya solo, fue distinguido con la Orden de la Independencia Cultural Rubén Darío.

 Homenaje a Julio Cortázar

Con motivo de los 35 años del fallecimiento de Julio Cortázar, el escritor Juan Camilo Rincón ofrecerá un conversatorio en Bogotá. Invita el Fondo de Cultura Económica y la revista Libros & Letras.


Notas
1. Cortázar,
J. (1969). Último round. México:
Siglo XXI.
2.
Entrevista hecha por Rosa Montero: “El camino de Damasco de Julio Cortázar”
(1982) en Bernárdez, A. y Álvarez Garriga (editores). (2014). Cortázar de la A a la Z. Un álbum biográfico.
Madrid: Alfaguara. Pp. 223.
3.
El 24 de agosto de 1976 fueron secuestrados Marcelo Ariel Gelman (hijo de Juan
Gelman), su esposa María Claudia García Irureta-Goyena de Gelman, Nora Gelman
(hermana de Marcelo) y un amigo de ella. Nora y su amigo fueron liberados 48
horas después, pero Marcelo y su esposa, quien estaba embarazada, “fueron
vistos posteriormente en el centro de detención `Automotores Orletti´, centro
de operaciones argentino-uruguayo del Plan Cóndor”. Ese mismo año, ambos fueron
asesinados. Décadas más tarde, en el año 2000, el poeta argentino se reencontró
con su nieta (hija de Marcelo) “luego de una intensa búsqueda en Argentina y
Uruguay, y presiones políticas al gobierno uruguayo” (información tomada de
Desaparecidos.org:
http://www.desaparecidos.org/arg/victimas/g/gelman/).
4.
Cardenal, E. y Ramírez, S. (2014). Cortázar
en Solentiname
. Buenos Aires: Editora Patria Grande. Pp. 11.
5.
Ibíd. Pp. 12.
6.
Cortázar, J. (1983). Nicaragua tan
violentamente dulce
. Managua: Editorial Nueva Nicaragua. Pp. 17.
7.
Ibíd. Pp. 18.
8.
Nota de autor: Claudine es un personaje del cuento que no “ve” lo que Cortázar
ve.
9.
Alegría, C. (2007).Mágica tribu.
Córdoba: Berenice. Pp. 92.
10.
Ibíd. Pp. 98.
11.
Ibíd. Pp. 99.
12.
Selser, G. (2017). Banderas y harapos.
Relatos de la revolución en Nicaragua
. Managua.
13.
Ibíd.
14.
Ibíd.


Periodista y escritor. Autor de libro como Ser colombiano es un acto de fe. Historias de Jorge Luis Borges y Colombia (Libros & Letras), Viaje al corazón de Cortázar. El cronopio, sus amigos y otras pachangas espasmódicas (Libros & Letras).

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