A partir de la carta de Epicúreo a Meneceo, este artículo explora las implicaciones de la muerte, como idea, como anhelo, preocupación o como aparente realidad y, a partir del texto filosófico nos invita a reflexionar sobre su manifestación o presencia
Por: Víctor Cabezas
La carta de Epicuro a Meneceo es un documento esencial para comprender la ética epicúrea. Los postulados consignados en esa misiva -como todos los filosóficos- se mantienen vigentes, pues no solo superan sino también retan el paso del tiempo. Una de las preocupaciones esenciales en esa carta es la muerte y ese es, precisamente, el tema central de este artículo.
Cuando pensaba centrar este texto sobre la muerte llegué a pensar que cualquier disquisición podría llegar a ser o frívola o bobalicona ¿Qué más puede ser la muerte sino la ausencia de vida, de potencia, de fuerza, de energía? ¿Hacia dónde más podría llegar esa simple disquisición? Aún en contra de esa negativa inicial, iniciando una aventura entre literaria, ignorantona y filosófica, me planteo hacerle algunas preguntas a la muerte.
Hay que iniciar señalando que sobre el tema se ha escrito mucho y, por eso, desde ya me disculpo con los lectores suficientemente ilustrados en este tema a quienes este texto les parecerá o banal, o repetitivo o insuficiente. Estas líneas son, al menos, transparentes pues no pretenden más que reflejar las preocupaciones de una persona frente al evento más natural y corriente: la muerte.
No sé en qué periodo de tiempo el ser humano empezó a problematizar la muerte. No sé cuándo pasó a ser algo relevante para nosotros, cuándo nos apartamos de la lógica epicúrea que, como citaré más adelante, postula que la muerte no significa nada para nosotros. No sé cuándo ni bajo qué circunstancias nos separamos de esa sensatez.
Lo cierto es que cuando el humano se enfrena a la posibilidad de la nada, aparece la angustia y de allí se derivan otros múltiples síndromes de una sociedad a la que, progresivamente, le empieza a aterrar la idea de la muerte. Cuando reflexionamos sobre la posibilidad de dejar de ser en el mundo, empezamos a problematizar la muerte. Le planteo lo siguiente, si quiere experimentar el vacío y la nimiedad, no importa quién sea, busque un cuarto con un espejo y, en completa soledad párese en frente, mírese a los ojos y pregúntese durante algunos minutos ¿Quién soy? Entenderá, seguramente, la nimiedad.
Ahora bien, el asunto esencial que ronda la muerte es que ha pasado de ser algo absolutamente intrascendental a ser un fenómeno que preocupa abrumadoramente al humano y que ha requerido respuestas por parte de la sociedad. La muerte ha transitado de ser un hecho inevitable y que, como veremos, no significa nada para nosotros, a ser una fuente inagotable de caracterizaciones, pues sea para solucionar de un tajo los pesos de la existencia o para fundamentar nuestras angustias frente al poder “no ser” en algún momento, nos hemos dedicado a nominar y categorizar la muerte como si fuera un ejercicio natural.
Frente a este escenario de caracterización, problematización y conflictividad que genera la idea de la muerte, la carta de Epicúreo a Meneceo plantea algunas perspectivas interesantes:
Si la muerte hace daño a un individuo debe existir un sujeto que sufra ese daño. Para que la muerte surta el efecto que tememos debe existir un tiempo, un modo, un lugar que evidentemente no se realiza frente al sujeto que, privado de sus sentidos, ya no podrá sufrirla.
Entonces, la muerte que se entiende como uno de los fenómenos más problemáticos, aparece como el más inofensivo pues mientras vivimos no puede ocurrir. Bajo estas consideraciones, la problematización creciente que el humano impone a la muerte resulta incoherente e ilógica. Inclusive, la construcción de una sociedad hecha para burlar la muerte, como la nuestra, es cuestionable si la analizamos por sus efectos y lo que en realidad significa.
En la modernidad la muerte no es una cuestión menor pues a menudo es el justificativo para la inmediatez del poder, de las sensaciones y, por tanto, del consumo. Hay que comer, hacer, construir, comprar hoy. Hay que consolidar nuestro poder cuánto antes porque no sabemos qué pasará el minuto siguiente, porque no sabemos qué tan cerca nos ronda la muerte. Ósea, ese temor, o instrumentalización, de la muerte sigue siendo utilizado, problematizado y caracterizado mientras la mayoría jamás nos hemos preguntado qué implica en realidad la muerte.
En fin. Sea desde la carta de Epicúreo a Meneceo, desde el existencialismo, donde se ha escrito a granel sobre el tema, o desde las reflexiones de cada uno sobre este tema, contrario a lo que inicialmente pensé -y quizás muchos de ustedes también lo hicieron- la muerte debe ser enfrentada fundamentalmente desde la desconfianza, desde la duda.
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