Antonio Mora Vélez |
Por: Dixon Acosta Medellín* (@dixonmedellin)
La ciencia-ficción literaria en Colombia no es huérfana, a falta de uno, aparecen dos padres responsables, a quienes no se les requiere hacer el examen genético correspondiente, ellos han confesado esa paternidad de manera responsable. El círculo de aficionados a este género en nuestro país, bien saben que se trata de René Rebetez, el hijo del relojero y Antonio Mora Vélez, un humanista con acento caribe que viste como el más elegante bogotano, cuando visita la capital.
Curiosa la travesía existencial de estos dos hombres, uno nacido en las cercanías de Bogotá que terminó hartándose de las montañas, decidió viajar por el mundo y terminó en una mágica isla del Caribe (Rebetez), cual corsario. El otro un caribeño que en ocasiones abandona su cálido refugio para entrar en reinos del frío y el hielo (Mora Vélez), como ciertos países nórdicos o la sabana bogotana que en ocasiones puede ser tan gélida y distante como aquellas lejanas tierras.
Antonio Mora Vélez es muchas cosas en un solo hombre. Un barranquillero afincado entre Montería y Sincelejo, abogado de profesión, profesor universitario, gestor cultural, pero ante todo escritor, no solo de ciencia-ficción, pero quizás su incontrovertible éxito en ese género, le ha cobrado un precio. Las editoriales no le publican sino obras bien sea de fantasía o de especulación futurista. Pero se puede afirmar que es el único autor colombiano de ciencia-ficción cuyas ediciones se agotan, además de ser pionero en un género que algunos hemos intentado, la poesía de ciencia-ficción.
Antonio Mora Vélez es conocido más allá de las fronteras geográficas y mentales que rodean a Colombia. Destacado en varias antologías internacionales como las “Joyas de la Ciencia Ficción”) (La Habana, 1989), la francesa “Dimensión Latine” (París, 2008) y mencionado en The Encyclopedia of Science Fiction” de John Clute y Peter Nicholls (Nueva York, 1995).
Desde que publicó Glitza (1979), inspirado en autores como Bradbury, Asimov, Walter Miller o Ivan Yefremov, él mismo se convirtió en un referente del género en Colombia y América Latina, pero sobre todo en la región Caribe y especialmente en el Departamento de Córdoba se le ha reconocido su aporte a las letras y la cultura, fundador del Parlamento de Escritores del Caribe Colombiano, profesor universitario durante más de veinte años, humanista comprometido con su ideal de progreso, justicia y equidad para la sociedad.
Con Antonio Mora, me unen varias cosas, indudablemente el interés por la ciencia-ficción de la cual él es Maestro y en mi caso, eterno aficionado, la coincidencia en adivinar el sentido humanista de un género que en el cine a veces se pierde por los efectos audiovisuales. Los dos aparecemos en una antología de cuento fantástico (siempre hago la diferencia, pues la considero pariente lejana de la ciencia-ficción), realizada por el escritor Ricardo Burgos.
Pero además con el Maestro Antonio y Juan Diego Gómez somos fundadores de la primera revista de ciencia-ficción colombiana, “Cosmocápsula”, publicación inspirada y dirigida por el escritor y divulgador David Pérez, que tuvo una vida productiva entre 2009 y 2016. Actualmente el proyecto se encuentra suspendido, los tripulantes de la nave hacen una escala en al camino. Algunos dicen que ya terminó, aunque prefiero pensar que la revista se encuentra en hibernación criogénica obligada. Antonio Mora ya había descendido en un planeta previo debido a su apretada agenda, pero nos quedó la correspondencia digital, como forma de mantenernos al tanto.
Sin embargo, nunca habíamos conversado personalmente y afortunadamente pude saludar al Maestro Antonio, en una pasada edición de la Feria Internacional del Libro de Bogotá, evento al cual anualmente asiste y además siempre llega con libro nuevo. De hecho, en aquel momento lanzaba una novela que no pude conseguir, pues a los pocos días estaba agotada, lo cual confirma su condición de escritor reconocido y vendedor.
Resultó muy grato conversar con Antonio Mora Vélez e incluso compartir historias íntimas y familiares. Aunque nunca habrá el tiempo justo y suficiente, para agradecerle por su obra y persistencia. Los hijos de la ciencia-ficción colombiana le rinden tributo merecido a uno de sus padres, al menos el que esto firma.
*Publicado originalmente en Blogs El Espectador / Líneas de arena/ http://blogs.elespectador.com