“No puedo desligar las imágenes de mi forma de ver el mundo ni obviar al periodismo como base de mis historias de ficción”
Por: Ileana Bolívar / Libros & Letras / Bogotá.
Quienes tenemos la fortuna de conocer a Enrique Patiño, sabemos lo profundamente reflexivo que es ante cualquier aspecto de la vida. Sabemos que “no traga entero” y que es un defensor de las causas injustas.
En la literatura y el periodismo, su zurda lo ha llevado a escribir parte de la historia del país, esa que narra con un inmenso dolor y, al mismo tiempo, con un enorme afecto. Sabe que no es fácil transformar a una sociedad que ha vivido medio siglo sumida en la violencia y en el desamparo del Estado; pero escribe con la esperanza de dejar interrogantes e inquietudes en el lector.
Enrique es un periodista y escritor que sabe escudriñar en donde nadie más lo hace y que busca historias cuyos protagonistas son los menos visibles y lo más interesantes al descubrir.
Está próximo a publicar una nueva novela y lidera junto a su esposa un proyecto social que se llama Color Chocolate.
Hoy, Enrique es el invitado de “El Marcapáginas”
-¿Cuál fue el primer libro que leyó y cómo llegó a sus manos?
-La colección Ariel juvenil, que contenía desde los relatos de Simbad el marino hasta La isla del tesoro, pasando por todo Julio Verne. Me formé literariamente con las historias de aventura.
-¿Ha leído algún libro por obligación? ¿Cuál?
-Recuerdo que leí el Popol Vuh a los 11 años. Nunca lo pude entender ni sé aún, por la fobia de la obligación, de qué se trataba.
-¿Qué libro no regalaría?
-Todo libro es susceptible de ser regalado, dependiendo del destinatario. He trabajado durante años con los libros y sé que no se puede desdeñar ninguno porque siempre hay un destinatario que celebrará su llegada.
-¿Leemos muy poco los colombianos?
-Muy poco. Y nos enorgullecemos de no leer. La gente lo dice como quien celebra un gol, hasta confrontando al otro. Es como el tonto que desprecia al estudioso, al nerdo: quiere medir con el rasero de la ignorancia a los demás para que todos sean precarios de pensamiento. Temen saber como el que vive en la cueva teme la luz.
-Una buena adaptación de un libro al cine…
–Expiación, de Ian McEwan. También Lo que queda del día, de Kazuo Ishiguro.
-La fotografía, el periodismo o la literatura…
-¿Por qué quedarse con una si se pueden amar las tres? La literatura, poco a poco, va ganando terreno, pero no puedo desligar las imágenes de mi forma de ver el mundo ni obviar al periodismo como base de mis historias de ficción.
-Su autor de cabecera
-Aún resuenan en mí las voces de dos costeños: Héctor Rojas Herazo y Germán Espinosa. Por América Latina, Borges, Sabato, Galeano. Por el resto del mundo, varios españoles que admiro, Saramago y, ante todo, Coetzee.
-¿Qué consejo le daría a un joven escritor?
-Leer mucho, y tratar de entender, cuando lee, cómo están hechas las historias. Mirar detrás de las costuras enseña a coser las propias.
-¿Qué libro debería leer todo político?
-Pocos deben haberlo leído pero aplican muy bien El príncipe de Maquiavelo en todos sus entuertos. Pero deberían leer más bien a Noam Chomsky y entender que son sus posturas las que están llevando el mundo hacia el caos y las sociedades hacia las crisis.
-¿La izquierda o la derecha?
-Nací zurdo.
-¿A un buen amigo un vino o un libro?
-Un libro y un abrazo. Y todo lo que se necesite para cuidarlo.
-Su libro más preciado
–Antes del fin, firmado por Sabato, a sus 95 años. Me recibió con un abrazo y con manos temblorosas me lo firmó a pesar de ser una edición precaria. Tanta grandeza en lo que dice ahí y en su gesto me obligan a cuidar esa edición con celo.
-¿Son importantes los premios para un escritor?
-Si ayudan a vivir, sí lo son, porque los escritores sobrevivimos, pero no podemos subsistir a punta de sueños. Pero para crecer no lo son. Para el público que necesita reconocimientos para validar al escritor quizás sí lo son más.
-Una palabra que defina a Luis Carlos Galán Sarmiento
-Un valiente
-¿Sobre qué otro personaje colombiano le gustaría hacer una novela?
-Sobre los perdedores de todos los días, que somos todos. Pero si fuera alguien histórico, sobre el rarísimo Rodrigo de Bastidas, fundador de Santa Marta, que quiso respetar a los indígenas y fue traicionado por los suyos.
-¿Ser colombiano es un acto de fe?
-Sí Vivimos condenados al no se puede. Y aun así, a pesar de que sabemos que encontraremos todas las dificultades y fracasaremos ante el sistema, lo seguimos intentando.
-¿Qué está leyendo?
-A Paul Brito y su Proletariado de los dioses, un colega barranquillero que escribe bellísimo. A Almudena Grandes y su Los besos en el pan, un libro de historias de barrio estremecedor. Y Chocolat, de Joanne Harris, muy de acuerdo con mi amor por la marca social que he creado con mi esposa: Color Chocolate.
-¿Qué lo conmueve?
-Todo. Todo el tiempo vivo conmovido. Vivo en un estado de conmoción interior.
-¿Cómo formar a buenos lectores?
-Dándoles libros a la medida de sus necesidades, oficios y sueños. No importa lo que lean. Esto es como un hilo. Si comienzan, pueden seguir hasta vencer el minotauro de sus miedos.
-¿Están escribiendo bien los colombianos?
-Sí. Hay grandes cosas en gestación. Pronto, presiento, vendrán cosas mejores.
-¿Qué libro lo ha hecho llorar?
-Tantos. Tantísimos. Ahora tengo presente Un monstruo viene a verme, de Patrick Ness, La noche de la usina, de Eduardo Sachieri e, incluso, un libro de física cuántica (El universo cuántico) ante tanta belleza me doblegan.
-¿Qué extraña de Santa Marta, su tierra?
-El agua. Mi conexión con su agua, representando en su mar en aparente calma pero en movimiento permanente, quizás tanto como mi alma.