Una historia que contar
Eduardo Chirinos (Perú)
Todo aquello que el poema quiere decir
debe ser ocultado. Oscurecido, sin más,
por el lenguaje. Si te detienes a mirar
verás el vértigo golpeando y golpeando
tus sienes. Escribo «ver» y no «sentir».
No se trata de sentir. Las palabras son
oscuras y nada significan, salvo su espesor
fonético, su fervor rítmico. Su opacidad
las salva del significado. Les devuelve
una vida que vivir, una emergencia.
Pero, ¿de dónde emergen las palabras?,
¿del delirio etimológico?, ¿de una cárcel
de luz en busca de tinieblas?, ¿acaso
del dolor que desprecia la gramática?
Lo sabemos y preferimos olvidarlo:
el dolor es la materia de la que están
hechos los poemas. Su decisivo y débil
contacto con el ojo, su imán agradecido.
Es cuestión de temperatura. Temperatura
y tono. Y tal vez una historia que contar.
Aunque finalmente debamos ocultarla.