Entrevista, Jorge Eliécer Pardo

No. 6.564, Bogotá, Jueves 2 de Enero de 2014 
Los libros son, entre mis consejeros, los que más me agradan, porque ni el temor ni la esperanza les impiden decirme lo que debo hacer. 
Alfonso V el Magnánimo

Nos
estigmatizaron por escribir sobre la violencia

Por: Jorge Consuegra/Tomado
de El Espectador. Ganador del X Premio Nacional de Literatura Libros y Letras,
trabaja en un quinteto de novelas de amor, erotismo, guerra y derrotas. Pide a
las grandes editoriales apostar por la literatura que corra el velo de la
desmemoria sobre la violencia.
Todos los
premios literarios de Colombia y el mundo se entregan después de la
deliberación de un jurado calificador y muchas veces hay discusiones,
descontentos y debates por las decisiones tomadas. Por eso la Fundación
Cultural Libros y Letras decidió decirles a los lectores que ellos mismos
votaran por los escritores que consideraran eran los merecedores de un especial
reconocimiento, el Premio Nacional de Literatura.
Y así, en diez
años, lo han ganado Manuel Zapata Olivella, David Sánchez Juliao, Mario
Mendoza, Laura Restrepo, Jairo Aníbal Niño, Evelio Rosero, Rafael Humberto
Moreno y William Ospina, entre otros, correspondiéndole este año al escritor
tolimense Jorge Eliécer Pardo, autor entre otras, de la novela El jardín de las Weismann, ampliamente
comentada en todos los medios de comunicación.
-¿Cuál es el
recuerdo más lejano que tiene de un libro en sus manos?
Mi madre me
hacía colorear las ilustraciones de la Historia Sagrada. La ballena de Jonás me
producía miedo; la cabeza del Bautista, pánico; la serpiente que engaña a Adán
y Eva, risa.
-¿Quién lo metió
en el mundo de los libros?
Cuando mamá
viajó de Bogotá al Líbano, Tolima, con mi padre, sólo cargó los veinte tomos de
la enciclopedia El Tesoro de la Juventud,
de la editorial Jackson. La de pastas duras y verdes que nos guió, durante los
años de la niñez y los miedos de la violencia, por los caminos de la
ensoñación. Las fábulas, las biografías de los grandes hombres y El Libro de los Porqués, crearon en
nuestra familia el hábito de la lectura y abrieron los horizontes a la
imaginación.
-¿En su casa
siempre estuvo rodeado de libros?
Los libros: la
mejor herencia de mi madre. La biblioteca se alimentó durante años y en los
éxodos y desplazamientos perdíamos algunas joyas de la literatura clásica, pero
siempre volvían: Dostoievski, Chéjov y Gogol. Mi madre amaba la literatura
rusa.
-¿Cuál libro de
su adolescencia recuerda con especial cariño?
Novelas cortas: La perla, de John Steinbeck; Veinticuatro horas en la vida de una mujer,
de Stefan Zweig; El gran Gatsby, de F. Scott Fitzgerald, y El amante de Lady
Chatterley, de D. H. Lawrence. Todas, en su esencia profunda, orientaron mis
historias primeras.
-¿Empezó
escribiendo cuentos o de una vez novelas?
Inicialmente mis
novelas partieron de un cuento. Antes de una imagen. Mis primeras tres novelas
son cortas, casi cuentos largos. Con mi reciente proyecto, El quinteto de la frágil memoria, me di el respiro del largo
aliento, sin premuras de publicar, sin compromisos con nadie, sólo con mi
decisión por la literatura y el compromiso con mi tiempo, lo demás vendría
luego, como en efecto está ocurriendo.
-¿Qué novela lo
graduó de escritor?
El jardín de las Weismann,
publicada por primera vez en 1978 y reeditada en su octava edición el pasado
noviembre por la Universidad del Tolima, acompañada por 28 ensayos de críticos
nacionales y extranjeros. Mi jardín sigue florecido, como dijera el novelista
Benhur Sánchez. Literalmente me graduó porque la escribí en mis tiempos de
profesor y estudiante universitario y ahora me premian con la edición académica
y el trofeo como uno de los destacados egresados del claustro.
-¿Cuál ha sido
su mayor satisfacción como escritor?
La traducción de
El jardín de las Weismann por Jacques
Gilard, el mismo de Gabriel García Márquez, y haber sido durante varios años
lectura en la Universidad de La Sorbona. La traducción al inglés de mi novela
Irene y ser leída en la universidad de Sidney, en Australia, y los recientes
homenajes de la Universidad del Tolima y de la revista Libros y Letras.
-¿Es complicado
en Colombia ser novelista?
Mi generación
fue estigmatizada por escribir sobre la violencia, con el falso postulado de
que el tema no vendía y que los colombianos no querían saber de la
confrontación. Por eso no hicimos el duelo de esa guerra de los años 50 y 60
con todos sus horrores. La novela es un imperativo para los escritores cuyo
compromiso sobrepasa sus vidas personales. En una sociedad regulada por el
mercado, la literatura que implique esfuerzo de reflexión no es divulgada pero,
al contrario, es leída y estudiada.
-¿Ganar el X
Premio Nacional de Literatura es un compromiso con las letras? ¿Con los
lectores? ¿Consigo mismo?
Un premio de los
lectores es el mejor aliciente para un escritor. Que provenga de una revista
que hace un excelente periodismo cultural independiente en cabeza de destacados
intelectuales, le da garantía. Formar parte de la lista de honor del premio, al
lado de Germán Espinosa, Manuel Zapata Olivella, David Sánchez Juliao, Laura
Restrepo, Evelio José Rosero, Mario Mendoza, RH Moreno Durán, Jairo Aníbal
Niño, William Ospina, me llena de compromiso con las letras, los lectores y
conmigo mismo. El reconocimiento de miles de personas que jamás veré pero que
en algún momento nos encontramos en el silencio de la escritura y la lectura,
produce una extraña y grata sensación, la misma que vivo cuando me siento a
escuchar y hablar con Pamuk, Coetzee, Roth, Auster o Márai.
-¿Qué viene para
usted después de ganar este galardón?
Mostrar mi
trabajo más reciente: El quinteto de la
frágil memoria
. Cinco novelas de amor, erotismo, guerra y derrotas, de las
cuales sólo está publicada El pianista
que llegó de Hamburgo
, por Cangrejo Editores. Mis últimos veinte años de
investigación, disciplina y trabajo. Creer que en Colombia las grandes
editoriales comerciales aún pueden arriesgar con la literatura que contribuya a
correr el velo a la desmemoria de nuestra guerra.

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