No. 6.165, Bogotá, Martes 18 de Septiembre del 2012
Creo que parte de mi amor a la vida se lo debo a mi amor a los libros.
Adolfo Bioy Casares
«Tenemos derecho a sentir miedo, pero no a silenciarnos» Jineth Bedoya
Las campanas que doblaron después
Por: Jorge Consuegra (Libros y Letras)
Después de Tobías, el capitán de los delfines, El espantapájaros solidarios y muchas más obras maravillosas, el médico cirujano bumangués Miguel Ángel Pérez resolvió meterse con la novela histórica con Las campanas que doblaron después (Universidad Industrial de Santander).
¡Y es una historia fascinante!
A comienzos del siglo 20, el cura loco de la iglesia San Juan Bautista de la Villa de San Juan de Girón, le dio la orden a un hombre para que se desplazara hasta Toledo, España, y comprara una campana para el templo; desde ese mismo instante empezó un dramático periplo para el pobre hombre que sin jamás haber salido de su humilde pueblo, lo envían con ese extraño encargo a un remoto lugar de la geografía del planeta.
Su señora madre le empaca un par de pertenencias en una caja de cartón que amarra con cabuyas, y el dinero que le da el clérigo para la compra de la campana, lo esconde en lugares impredecibles; a partir de allí inicia esa casi tortuosa ruta por caminos impredecibles y en medio de un aplastante calor, se embarca por el río Magdalena. Anastasio sudaba a mares y parecía que se iba a derretir en cada parada que hacía la enclenque nave, como le sucedió cuando llegó a Mompox, infundado en una vieja sotana que el cura le había dado para que se la pusiera y así “despistara” a los amigos de lo ajeno.
Luego de unos días en la ciudad, siguió a Santa Marta en donde lo esperaba una temperatura era aún más densa, espesa, pero así aguantó casi con heroísmo, hasta que llegó el momento de recibir la orden de embarcarse y partir a España, a donde llegó después de varias semanas de travesía y sin conocer absolutamente a nadie, portando únicamente la vieja bolsa cargada de viejas monedas y una carta que debía entregarle al herrero Paco de los Ríos, pero no lo pudo hacer, porque cuando pidió posada en cualquier pueblo de la península, lo robaron; a partir de allí empezó el vía crucis de Anastasio Mantilla, durmiendo en cualquier rincón de cualquier parte y hasta trabajando donde fuera para poder pagar así, no sólo el hospedaje, sino también para reunir el dinero suficiente y poder comprar la campana y llevarla hasta San Juan Bautista de la Villa de San Juan de Girón como le había prometido el cura…
Los personajes de esta formidable novela son realmente maravillosos, como el padre Arenas de los Ríos, maese Paco de los Ríos, Josefa Mantilla madre de Anastasio, Benita la pintoresca comadre de Josefa, Irenarco, padrino de Anastasio, con muchas ideas en la cabeza, Anastasio Segundo, hijo de Anatasio Mantilla, Benito Magro el curita que recibió a Anastasio en Mompox, el pintor Emilio de la Peña, la agraciada Lola Montes amante del artista, al igual que Cenobia Arenas, “Loló” hijo de Cenobia y el pintor, todos descritos con tal gracia, color y picardía, que hacen un incomparable elenco de extraordinarios actores que a veces hacen reír y a veces obligan al lector a ayudarle desde las páginas de la novela al pobre Anastasio para que regrese con su campana al pueblo, le cumpla al sacerdote y pueda convocar a misa de cinco de la madrugada a todos sus feligreses.
Esta es una hermosa novela que debe leerse y compartirse, ojalá en voz alta y con un tono de picardía para convertir esa lectura en algo mucho más agradable y gracioso.
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