La literatura mayor de un escritor “para niños y jóvenes”

Francisco Montaña, autor de El país de las otras importancias (Archivo particular)

El país de las otras importancias es la más reciente novela del escritor Francisco Montaña. Fue la ganadora del XV Concurso Nacional de Novela y Cuento de la Cámara de Comercio de Medellín. Entrevista con el autor.


Camilo es un joven bogotano con las ventajas y desventajas de ser de la capital. Cuando “desciende”, cuando deambula en un pueblo de naturaleza hostil, con el peligro acechando, es vulnerable, una piñata para las fieras del lugar. Cuando en la ciudad la realidad social lo golpea, las desigualdades, es frágil, miedoso y deseante. En la comodidad de su casa no hay comodidad, su padre es una artista que prefiere evadirse, que prefiere seguir siendo un niño, o un adolescente. Su madre es una especie de hippie que quiere encontrarse a sí misma, y Camilo sobra un poco. Y está su mejor amigo, Antonio, al que quiere, con el que rivaliza; y el mundo indiferente, como bola de nieve, que todo lo quiere aplastar, el mundo que es hermoso y es horrible. A Camilo se le dificulta enfrentarlo, pero poco a poco, con su inteligencia, sensibilidad, belleza, va encontrando sus caminos y refugios. En El país de las otras importancias, Francisco Montaña logra construir un joven centennial verosímil, ensimismado, sí, pero que tiene madurez, que nació viejo, con la amplitud mental que caracteriza a muchos jóvenes de hoy; y es que se necesitan armas sofisticadas para enfrentar “el apocalipsis”. 

Esta novela es ágil, engancha, y al mismo tiempo es profunda y muy poética. Un gran logro. Sus palabras nos dicen mucho, hay una gama de emociones y sentimientos, un arcoíris en medio de la lluvia bogotana. Hay música, hay rocanrol. Camilo es hijo y también es padre. Camilo es un hombre valiente que también podría ser una mujer valiente. Es responsable, pero también está muy dispuesto al placer. Las frases del libro son como golpes, pero hay flores. Hay un viaje interior y abismos exteriores, realidades crueles que se vislumbran. La historia está llena de contrastes, rosado, violeta, gris oscuro, verde muy verde que se fuma. Y hay una escena inolvidable, Camilo y Antonio en la casa de la novia de este, momentos eternos, llenos de silencio y que nos dicen todo, en el que pasa todo, en el que está el Minotauro y el laberinto de nuevo. La novela podría ser una película, una pintura, y sin duda es una excelente novela.

El escritor Francisco Montaña nació en Bogotá en 1966. Estudió en el Instituto Internacional de Cine de Moscú. Se licenció en Filología e Idiomas en la Universidad Nacional y actualmente es profesor de estéticas en la misma institución. Tiene un par de doctorados. Se ha destacado como autor de literatura infantil y juvenil, entre sus títulos se encuentran La muda, No comas renacuajos, El mar y María, El amor por las tinieblas. El país de las otras importancias ganó al XV Concurso Nacional de Novela y Cuento de la Cámara de Comercio de Medellín.

—Lograste una voz muy verosímil de un joven de colegio de esta época. Cuando empecé a leer creí que estabas contando tu adolescencia, así es de convincente el personaje. Cuéntanos del proceso de construcción de Camilo.  

El personaje tuvo muchos momentos. En algunos de ellos no era su voz la que se oía en la novela sino la de un narrador omnisciente, aunque Camilo siempre fue el centro de la novela. Y lo fue porque es verdad que encuentro algunos elementos comunes entre mi vida y la de Camilo, más en el plano de las representaciones simbólicas que en el de los acontecimientos. Supongo que el éxito de la creación de un personaje tiene que ver con eso. Con encontrar la manera de conectarse con él, de descubrir eso íntimo y profundo que hace del personaje un camino de encuentro con uno mismo. 


Francisco Montaña, autor de El país de las otras importancias (Archivo particular)
Francisco Montaña, autor de El país de las otras importancias (Archivo particular)

“El problema es que los libros de la LIJ ni siquiera están en las librerías, o muy pocos y muchas veces esa decisión es de las editoriales que no ven el valor del esfuerzo que implica la venta en librerías, seguramente porque las cifras de las ventas directas son tan grandes que no tiene sentido en términos de negocio”.


—También has sido poeta, ¿sigues haciendo poesía o tu poesía está volcada en la narrativa? ¿Cuál es tu apuesta en este sentido?

Sí, lo primero que fui en la vida fue poeta. Escribí mucha poesía, encontraba en esa escritura una forma de entender el mundo. Yo creo que eso no ha cambiado. Para mí escribir es siempre una manera de entender. Y creo que la poesía da un tono que nos permite acercarnos a asuntos que no tienen que ver directamente con este tiempo, sino con una forma de percibir diferente. En efecto, creo que ahora leo más poesía de la que escribo porque de alguna manera esa intensidad la desarrollo en las novelas. Sin embargo, tengo momentos en los que lo único que me salva es escribir un poema, a veces un libro entero, a veces dos o tres.

—¿Cómo te ha ido con tus libros de literatura infantil y juvenil (como la llaman) en cuanto a la difusión y lo comercial? ¿Cómo ves el panorama en este sentido en Colombia?

A mis libros de la LIJ les va bastante bien desde el punto de vista de la distribución. El problema que tienen los libros que son leídos por niños y jóvenes, y más particularmente, los que circulan en los colegios es que no existen en el mundo de los otros libros. Es como si fuera un mundo paralelo. En uno circulan los libros de literatura sin apellido y en el otro los de la LIJ, como si fueran mundos estancos, con muy pocas fisuras. Yo creo y aspiro a que mis libros contribuyan a esas fisuras, a que todos leamos, y no sólo los promotores de lectura: maestros, bibliotecarios, etc.; lo que la industria editorial pone en manos de los jóvenes, a que se debilite hasta desaparecer el estigma que hay sobre la literatura para niños y jóvenes. Es verdad que en la LIJ hay muchas cosas malas. Pero, también las hay en los estantes de las librerías. El problema es que los libros de la LIJ ni siquiera están en las librerías, o muy pocos y muchas veces esa decisión es de las editoriales que no ven el valor del esfuerzo que implica la venta en librerías, seguramente porque las cifras de las ventas directas son tan grandes que no tiene sentido en términos de negocio. Yo creo, que hay muy buenas novelas y libros álbumes y de cuentos que se están escribiendo en Colombia.


“A mí me llama la atención, desde el punto de vista ficcional, la posibilidad de una sociedad humana en la que la familia no esté en el centro”.


—El protagonista del libro padece a la familia, a los padres, pero también se aferra a ella, parece lo más importante para él. ¿Cómo ves a la familia tradicional, qué idea tienes sobre esta «institución»? 

Exactamente ese es el dilema. Que es en la familia donde ocurre la transmisión completa de lo que podríamos llamar el paquete cultural e ideológico, si algo así pudiera existir. Pero es en ella, donde nos iniciamos en la cultura, en la civilización. A mí me llama la atención, desde el punto de vista ficcional, la posibilidad de una sociedad humana en la que la familia no esté en el centro. De hecho, ese es uno de los elementos de Los desposeídos, la novela de Ursula K. Leguin, la grande. En El país de las otras importancias no llego tan lejos. Pero sí creo que se hace la pregunta acerca de los roles que ocupamos en un espacio tan definido como el familiar. Una pregunta que me hago con mucha intensidad es la que tiene que ver con el supuesto acerca de la prerrogativa femenina sobre el cuidado de los hijos. ¿Cuándo y cómo se decidió que eran las madres quienes debían cuidar a los hijos? Y ¿no es esta idea la que soporta las cifras alucinantes de abandono paterno? Y, ¿qué pasa cuando un padre quiere ser quien cuida a los hijos? ¿Qué dicen sobre eso los abogados y jueces de familia? Y todavía más, ¿ese que se ve como el privilegio de las madres para ser quienes están destinadas por la cultura a ocuparse de los niños no es también un anillo encantado, que viene con unos costos sobre la autonomía y la libertad enormes? ¿A quién le conviene esta distribución de tareas? Entonces, me llama mucho la atención la manera en que la ficción nos permite explorar situaciones en las que estos asuntos se ponen en tensión.


Portada de El país de las otras importancias de Francisco Montaña
Portada de El país de las otras importancias de Francisco Montaña

—¿Qué te marcó de tu experiencia en Moscú? No es común, por supuesto, un colombiano estudiando allí.

Pues, éramos muchos colombianos. Gente de muchas partes del país. Más de lo que uno se imagina. Realmente, fue una experiencia muy dura. Escribí un pequeño libro, La mirada que lava las huellas, que apareció en la colección Inmigrantes de la Editorial Peregrino acerca de algunos momentos de mi recuerdo sobre la vida en ese Moscú, que, además, era el de la Perestroika. Es decir, es un lugar que ya no existe, del cual tal vez queden las fachadas de los edificios, pero que es irremediablemente otro. En relación con la escritura mi estancia en Moscú me marcó definitivamente en dos aspectos. El primero tiene que ver con haber estudiado guión de cine, y haberme ejercitado en la escritura dramática, en la construcción de la historia. Lo otro, tiene que ver con que uno de mis primeros oficios apenas llegue fue el de traducir obras de los clásicos rusos. Primer traducir y segundo a semejantes escritores, fue, con lo anterior, lo que consolidó mi lengua literaria.

—Recomiéndanos algunos libros a los lectores de Libros & Letras.

Pues me impresionaron mucho estos libros: Come tierra de Dolores Reyes, Nuestra parte de noche, de Mariana Enríquez, Parece que Dios hubiera muerto de Diana Ospina y todo lo de Padura.