Alianza Editorial reedita a través de su sello Runas los cuentos de uno de los escritores ingleses más influyentes del siglo XX.
Pocos escritores logran un nivel de relevancia e influencia al punto de ver su apellido convertido en un sinónimo especial e indicativo de un tipo de narrativa. Aún más escasos son los que logran que ese apellido tenga una entrada en el diccionario con ese significado particular. En el diccionario Collins se encuentra la siguiente definición de Ballardian: “Parecido o sugestivo de las condiciones descritas en las obras de J. G. Ballard, especialmente la modernidad distópica, los sombríos paisajes creados por el hombre y los efectos psicológicos de los desarrollos tecnológicos, sociales o ambientales”. Es un privilegio reservado a unos cuantos que el apellido defina un estilo inimitable y ayude a un lector a un instantáneo reconocimiento o idea de lo que está a punto de leer. Una mirada diferente sobre lo cotidiano que despierte visiones, sensaciones y un sabor específico en el paladar. Quizá lo que al final transforma ese apellido en algo enorme es la fuerza con la que golpea a otros (llámense hijos, discípulos, seguidores, imitadores, etc.) y el poder de dicho influjo con el transcurrir de las décadas, si logra perdurar la inevitable erosión del tiempo y embrujar a nuevos adeptos que sucumban a su poder (muchas veces de manera indirecta) aun cuando la fuente primaria se encuentra cada vez más lejos en el espacio-tiempo que nos gobierna.
James Graham Ballard (1930–2009) fue un escritor británico conocido por obras que en su momento fueron consideradas de ciencia ficción, luego distópicas y después transgresoras. En ellas exploró lo que él mismo denominaba “el espacio interior” en escenarios desolados donde el progreso del hombre había claudicado por su propio peso o generado catástrofes.
“El lenguaje como bisturí. Leer a Ballard –se sabe– es una experiencia extraña, diferente. Las páginas pasan y se pasan de manera distinta en sus relatos o novelas. La textura cromada de su estilo (inseparable de las casi gélidas maneras en que sus héroes y heroínas se aman o se odian o se matan o, simplemente, se contemplan) convierte a sus libros en lugares extraños y al mismo tiempo reconocibles: en lugares inequívocamente, sí, ballardianos. Leer a Ballard equivale al extraño placer de mirar lo que se proyecta en una pantalla tamaño cinemascope a través del ojo de un microscopio. O viceversa. Y aun así, la engañosa sensación de que en Ballard no hay estilo porque el estilo de Ballard es la idea. Y son ideas raras comunicadas en un idioma tan simple” afirma el escritor argentino Rodrigo Fresán, autor de Mantra, El fondo del cielo y La parte inventada, entre otras obras.
Es un privilegio reservado a unos cuantos que el apellido defina un estilo inimitable y ayude a un lector a un instantáneo reconocimiento o idea de lo que está a punto de leer.
El gigante nacido en Shanghái ha representado una influencia constante en un sinnúmero de escritores en todo el mundo (demasiados para enumerar en este artículo), incluidos algunos en nuestro continente. El boliviano Maximiliano Barrientos, autor de Hoteles, En el cuerpo una voz, Miles de Ojos, etc., reconoce la importancia de Ballard en su formación: “Me enseñó que un estilo seco, una prosa helada y trasparente, puede ser mucho más oportuna a la hora de narrar el horror que una prosa barroca y opaca que crea confusión deliberada”.
Es mi impresión que muchos lectores hispanohablantes actuales desconocen la trascendencia de Ballard y es posible que solo reconozcan el nombre (aquellos que se fijan en los créditos de las películas) por haberlo visto en la adaptación de Netflix de Rascacielos (High-Rise, 1975) dirigida por Ben Wheatley en 2015 y protagonizada por Tom Hiddleston, Jeremy Irons y Sienna Miller −que lamentablemente no logra transmitir ni la mitad de la fuerza y el asombro que logra la novela−. O, si vamos más atrás en el tiempo hasta finales de los noventa, tal vez recuerden el apellido por haberlo visto en los créditos de Crash (1996) de David Cronenberg, película protagonizada por James Spader, Deborah Kara Unger, Elias Koteas y Holly Hunter que causó verdadera polémica por sus escenas sexuales explícitas al punto de ser censurada en EE.UU. Incluso si retrocedemos una década más, hasta la célebre El imperio del sol (1987) una de sus obras autobiográficas adaptada al cine por un joven Steven Spielberg y protagonizada por un muy joven Christian Bale en su primer rol estelar. En nuestro idioma la gran mayoría de obras de Ballard se encuentran descatalogadas y es difícil hallarlas hasta en librerías de segunda. Para remediar algo de esto, Alianza Editorial, a través de su sello Runas, acaba de lanzar una nueva edición de sus cuentos titulada Relatos, 1, donde se incluyen las historias publicadas entre los años 1956 y 1964, lo que comprendería los cuentos incluidos en los libros Las voces del tiempo, Bilenio, Pasaporte a la eternidad y Vermillion Sands, todos publicados en su momento en nuestro idioma por la editorial Minotauro.
En Relatos, 1 se pueden encontrar las primeras historias que fueron cimentando ese estilo y reputación que perdura hasta la fecha y donde son evidentes las preocupaciones del autor en ese momento: el paso del tiempo y las consecuencias de tratar de eludirlo, la obsesión con los sonidos y las ondas sónicas, el ruido que nos satura, el poder de la música, los riesgos de la supresión del sueño en aras de la productividad. Cuentos importantes como “Rueda de escape”, “La sonrisa de Venus”, “El barrendero acústico”, “Las voces del tiempo”, “Pasaporte a la eternidad”, y algunos que no hubieran desencajado en una recopilación de Alfred Hitchcock, como “Ahora, cero” donde los elementos distópicos están ausentes y se incluye un juego metaficcional muy interesante. “Región de contenencia” posee un ligero matiz de Ray Bradbury con elementos que se acercan al terror. Una de varias joyas de este libro es “Zona de terror” en donde el trauma de un paciente termina afectando también a su psicólogo y crea un desenlace de pesadilla. Una historia que no habría desentonado en ninguna antología de cualquiera de los escritores modernos del género y una prueba más, por si hiciera falta, de la profundidad del talento de Ballard y la suerte que tenemos de que esta nueva edición de sus cuentos exista. Aquí cabe destacar que hace una década RBA publicó en un solo volumen de más de mil páginas la totalidad de sus cuentos, edición que se encuentra descatalogada y es inencontrable en la actualidad.
El gigante nacido en Shanghái ha representado una influencia constante en un sinnúmero de escritores en todo el mundo, incluidos algunos en nuestro continente como Rodrigo Fresán, Maximiliano Barrientos, Ramiro Sanchiz, Álvaro Bisama, Andrea Salgado, etc.
Una característica importante de su narrativa que ayudó a consolidar y acuñar el término Ballardiano es la manera fría y analítica como se observa cualquier paisaje mental, sin importar lo aterrador que pueda resultar. En la mencionada “Zona de terror” un psicólogo trata de explicar a su perturbado paciente que el doble que ha visto en muchas ocasiones y que lo ha dejado pasmado de terror en realidad tiene una explicación bastante razonable, así como la solución para que todo termine:
“¿Sugiere que la alucinación es una especie de flashback mental?
(…)
¿Por qué cuando alguien entra en contacto físico con un fantasma, este se desvanece al instante? Porque, al ocupar el mismo espacio físico, las imágenes del proyector psíquico vuelven a un solo canal. Los dos flujos de imágenes retinianas coinciden y se fusionan. Tiene que intentarlo, Larsen. Puede que requiera esfuerzo, pero se curará de una vez por todas”.
En “Cronópolis” se describe una sociedad donde los relojes se han eliminado, están prohibidos y el tiempo no se puede medir.
“–Tener un arma va contra la ley porque le puedes pegar un tiro a alguien. Pero ¿cómo se puede hacer daño a alguien con un reloj?
–¿Acaso no es obvio? Podrías temporizarlo, saber justo lo que tarda en hacer algo.
–¿Y?
–Que entonces podrías obligarlo a hacerlo más rápido”.
En “El barrendero acústico” es manifiesta una preocupación que es demasiado latente en nuestro presente: el ruido:
“Ruido, ruido, ruido… Una de las grandes epidemias de la civilización. El mundo entero se pudre por culpa de él… (…) Cuesta creer que hace apenas unos años nadie supiera que el sonido dejaba residuos”.
Una característica importante de su narrativa que ayudó a consolidar y acuñar el término Ballardiano es la manera fría y analítica como se observa cualquier paisaje mental, sin importar lo aterrador que pueda resultar.
En total son treinta y nueve cuentos más una introducción de Adam Thirlwell y una breve entrevista del autor con la periodista y escritora británica Vanora Bennett.
“Cuando leo a Ballard tengo la sensación de que sus historias ocurren en una dimensión paralela, muy parecida a la nuestra, pero donde los valores que rigen el mundo son inclasificables dentro de nuestras lógicas”, afirma Andrea Salgado (La lesbiana, el oso y el ponqué, El sueño del árbol).
En nuestro hemisferio el influjo de Ballard sigue latente en obras de autores como Barrientos, cuya novela Miles de ojos (El cuervo, 2021, Caja Negra, 2022) bebe de Crash (1973) y trata sobre un culto que pretende utilizar un automóvil deportivo como instrumento ritual para liberar a una entidad capaz de transfigurar el mundo (nominada al Premio Finestres de Narrativa), El orden del mundo (El Cuervo, 2014) del uruguayo Ramiro Sanchiz, así como en La lesbiana, el oso y el ponqué (Ediciones B, 2017) de Salgado y en gran parte de la obra de Fresán, Álvaro Bisama, entre muchos otros.
“Ballard es un escritor que demuele nuestras certezas y nos mueve hacia más preguntas” afirma Sanchiz (Ficción para un imperio, El orden del mundo, La expansión del universo).
“Yo tengo la impresión de que la obra de Ballard cada vez está más viva. Me alegro que hayan reeditado sus cuentos en una nueva traducción (a cargo de David Tejera Expósito). El mejor Ballard está en cuentos como “Playa terminal”, “El hombre subliminal”, “Pájaro de tormentas, soñador de tormentas” o “Ciudad de concentración”. Muchos de los textos que escribió en los años sesenta o setenta pueden leerse en clave realista ahora. Series como Black Mirror serían impensables sin la obra de Ballard, sin la forma de emplear la especulación como una lupa puesta en el presente”, afirma Barrientos. Y agrega que “su imaginario permitió pensar en lo que el mundo se estaba convirtiendo. En ese sentido es una ciencia ficción que más que anticipar una comunidad posible nos permite pensar, desde la especulación, lo que ya somos. Su obra es la contraparte narrativa de lo que algunos filósofos posmodernos de los años 60 y 70 estaban reflexionando: Baudrillard, Virilo, Lyotard, etc.”.
Poco más que agregar para recomendar esta magna obra, aparte de señalar que su publicación marca uno de los acontecimientos más importantes en el mundo literario en español. Estaremos en deuda con Alianza Editorial por traernos esta completa edición de los cuentos de un escritor cada vez más vital. Cerramos con una frase del autor: “Los relatos cortos son como monedas sueltas en el tesoro de la ficción”. No pierdan la oportunidad de atrapar, disfrutar y transformarse con estos tesoros de Ballard.