Sobre el deterioro del cuerpo femenino en la obra de Juanita Hincapié

En su primer libro, Juanita Hincapié retrata el deterioro del cuerpo femenino y la manera como el cuidado de los animales logra mitigar el dolor.

Los libros de cuentos por lo general condensan ciertos temas y preocupaciones de su autor y los dejan asomarse y merodear un poco en los diferentes cuentos e historias. En Todas las que fuimos (Editorial Zaíno, 2023), Juanita Hincapié (Manizales, 1993) presenta una serie de cuentos donde el cuerpo de la mujer y los animales son en muchos casos el núcleo de cada historia. Se aprecia también la ausencia de la figura paterna: los cuentos son protagonizados por mujeres que están solas o en compañía de la madre y algún gato. Se abordan el surgimiento de la vida y su final, el contacto con la naturaleza y la importancia de preservarla. El libro abre con “Todo arde” en donde la narración va saltando de personaje, tiempo, lugar y hasta de era geológica (y en donde se perciben ecos de “La cueva” de Liliana Colanzi), mostrando el inicio y el final de la existencia. Se trata de un cuento cuyo desarrollo es poco convencional, a diferencia de los demás, cuyo flujo y evolución no presenta saltos ni cambios de perspectiva o lugar. Podría considerarse una manera atrevida de abrir un libro de cuentos de una autora novel: audaz porque puede enganchar a un lector y peligrosa porque podría asustarlo.

La sensación agridulce de la partida está muy presente en el conjunto de Todas las que fuimos, alegría de lo que puede venir –las aventuras que puede deparar el futuro– sumada a la tristeza por lo que se deja. El amor por los gatos, el querer regresar solo para verlos, extrañarlos más que a muchos seres humanos, buscar protegerlos a toda costa y el dolor cuando algo les pasa. Se podría decir que algunos cuentos son protagonizados por la misma mujer en diferentes etapas de su vida, ya que comparten características similares, o variaciones de la misma mujer en situaciones diferentes. Cómo el fuego destruye, pero a su vez brinda la posibilidad del resurgir. El cuidar al otro, el amor representado en gestos, pero no verbalizado. La vocación por el cuidado de los animales (un camaleón, una serpiente, etc.) en especial los gatos.

Nos marcamos porque uno siempre necesita un olor a donde regresar y calmarse. Porque juntar olores es volverse una sola y meterse en una suavidad que ojalá pudiera durar infinitamente”.

El deterioro natural del cuerpo y lo que implica en la psique, cómo afecta la cotidianidad, cómo modifica lo que se hace, piensa y siente. El cohabitar con la naturaleza.

Este libro es publicado y distribuido por la editorial Zaíno, “una editorial independiente fundada por escritores”. Hincapié es comunicadora social y Máster en Escritura Creativa de la Universidad Complutense de Madrid. Algunos textos suyos han aparecido en antologías de cuento, crónica y poesía.

A continuación, una charla que tuvimos con la escritora acerca de esta obra.

-¿Cómo surgieron las diferentes historias?, ¿fueron escritas pensando en formar este conjunto de Todas las que fuimos?

“Las perras”, por ejemplo, empezó en el máster y su forma inicial está en mi tesis de grado. Durante la pandemia le trabajé a un cuento que no está incluido en el libro, pero que avivó esa intención de abordar la animalidad humana y los vínculos con otros animales. Cada historia nació a su tiempo y de manera aislada, menos las tres de la gata porque son la misma. Luego, ya al sentarme a pensar en el orden, en la estructura del libro, noté una dirección. En mi caso, es en el momento posterior a la escritura en el que me doy cuenta de filtraciones, cosas que no llegan de manera consciente. Así se quiera, no creo que una pueda controlar todo lo que se vuelca en el texto. En Todas las que fuimos lo que vi fue la idea de un solo viaje, el viaje del cuerpo que encarnan mujeres en distintos momentos vitales. Hay una niña, adolescentes, jóvenes y una adulta mayor. Es una progresión en edad que hace del conjunto un solo cuerpo.

-¿De dónde viene el título del libro?

Ese fue un asunto difícil. A los títulos les entro con precaución porque me intimida su contundencia, esa economía máxima que además es marco y predispone al lector. Por eso ahí suelo demorarme. Encontré el que quería cuando terminé uno de los cuentos. Sin embargo, ya ocupaba la portada de otro libro y por eso quedé otra vez en cero. Con mis editores hicimos una lluvia de ideas hasta que surgió el definitivo, Todas las que fuimos.

-¿Por qué decides abrir con el cuento “Todo arde”? Su narración se sale de lo convencional en comparación con las demás historias.

Una nunca escribe sola. A ese texto me metí acompañada de mis lecturas de Liliana Colanzi y Clara Obligado, antojada al ver las posibilidades del fragmento, los juegos en la estructura. En cuanto al orden, decidí que fuera el primero por la idea del fuego que destruye y transforma. Me interesaba que de ese elemento y ese ritmo inicial, un poco explosivo, naciera el mundo del libro, y finalizara con la ceniza en el cuento final. Pensaba también en los ciclos de vida-muerte-vida, esa cuestión de continuidad.

-La mayoría de los cuentos se pueden considerar de corte realista, incluyendo “Todo arde” con sus saltos temporales; pero hay una excepción, “Carne”. ¿De dónde vino la idea de este cuento?

Generalmente no me atrevo a probar el terror o la distopía, pero hay ciertos elementos, esa extrañeza al leer… Una siente que se le remueve todo por dentro. Me gustaba la idea de exacerbar la sensación y de explorar el éxtasis; esa especie de trance al comer carne (pienso en las imágenes que salen en documentales, de las leonas con los hocicos ensangrentados devorando a la presa que acaban de cazar) es muy animal y adquiere otra dimensión si se saca del contexto al que estamos acostumbrados. Hablando de influencias, a mí me trae a la memoria El entenado de Juan José Saer.

-Se podría decir que algunos cuentos son protagonizados por la misma mujer en diferentes etapas de su vida, o variaciones de esta mujer. ¿Es una manera correcta de interpretarlo?

Sí. Es posible que haya rasgos de personalidad que se sostienen a lo largo de las historias.

El deterioro del cuerpo y lo que implica a nivel emocional es un tema que recorre estas narraciones. ¿Cuándo empezaste a preocuparte por esto y cómo se filtra en tu ficción?

Desde que tengo memoria ese tema me obsesiona, desde que era un pichón. Cuando me caía y me raspaba, los cambios al crecer. Luego empecé a ver sentidos en los que me he podido internar. Creo que a veces se piensa que lo que le pasa al cuerpo es una capa superficial de la experiencia, que está por debajo de la razón y de la emoción. Para mí es una dimensión igual de compleja.

-¿De dónde viene ese amor por los felinos? ¿La minina que aparece en varios de los cuentos es real o basada en alguna hija tuya?

A ella la construí pensando, específicamente, en dos hijas. Y en mi experiencia de convivir, en periodos cortos o extensos (semanas, décadas), con más o menos 15 gatos. Cuando era chiquita decidí que mi casa iba a ser un hogar de paso para camadas de recién nacidos y gatos adultos callejeros. Ahora solo vivo con una. No sé de dónde viene esa fascinación. De pronto de mi madre, a quien también le encantan.

-¿Por qué crees que a los escritores les gustan tanto los gatos?

Tal vez porque tienen esa forma de mirar con atención, y porque son muy lindos.

-Se nota una preocupación por el ambiente, ese cohabitar con la naturaleza, siendo los animales protagonistas en varios cuentos. Ya que los seres humanos se han dedicado a destruir y exterminar a las demás especies, ¿cómo ves la evolución de esta problemática en futuras historias? ¿es algo que piensas seguir explorando?

Yo creo que las inquietudes persisten y que una más o menos convive con las mismas. Por lo menos en mi caso no han variado mucho y no están cerca de agotarse.

-¿Qué tanto hay de Juanita Hincapié en las mujeres retratadas en Todas las que fuimos?

La medida cambia según el personaje, pero casi siempre hay algo. A mí me parece inevitable, recurro a lo que conozco, a lo que moldea mi manera de ver las cosas, a eso que llaman el material de la experiencia. Ese es el punto de partida en algunos casos y, en adelante, mientras esculpo la forma que quiero y me interno en la historia, me alejo cada vez más de lo fáctico. Esa distancia también es inevitable. Hasta recordar es crear ficción.

  

Juanita Hincapié. Foto: archivo particular.

-¿Para ti qué es lo más importante que debe lograr un cuento?

La intensidad, la concentración. También que trascienda la anécdota y muestre un tema desde un ángulo “nuevo” para el lector.

-¿Cuáles son tus referentes en el género del cuento?

Patricia Highsmith, últimamente Lydia Davis y muchas escritoras latinoamericanas como Mariana Enríquez, Samanta Schweblin, Lina Meruane, Margarita García Robayo, Lina María Parra. Incluso, no tienen que ser de cuento. Alguien que ha influido mucho en mi escritura es una paisana, Fátima Vélez; soy fan.

-Tus cuentos favoritos donde los gatos sean protagonistas.

Hace poco leí El gran libro de los gatos, la compilación de relatos, ensayos y poemas que seleccionó y editó Jorge Cascante. Ahí hay varios: “El jardín de los gatos obstinados” de Italo Calvino; “Vida y opiniones filosóficas de un gato” de Hippolyte Taine; “El gato negro” de Poe; “Bagheera” de Mónica Ojeda. Así sea otro género, también se me viene a la cabeza el libro de María Paz Guerrero, Lengua rosa afuera, gata ciega, o poemas como “Ella ve un pájaro” de Emily Dickinson; “Un gato en un piso vacío” de Wislawa Szymborska; los de Francesco Marciuliano.