Jorge Salgar Restrepo, autor presente en la Feria Internacional del Libro de Bogotá, retrata con un matiz auténtico, una de las terribles tragedias ocurridas a principios de este siglo en su libro Una balada para El Salado (Panamericana Editorial)
Por Jefferson Echeverría
Si en Colombia a alguien se le ocurriera hacer una película sobre las penurias de un peladito huérfano de pasado y víctima del horror de la violencia, sin duda alguna tendría que adaptar la vida de Dandy, nuestro héroe tímido y de aspecto diminuto que aparece en la gran novela Una balada para El Salado, escrita por el colombiano Jorge Salgar Restrepo. Sé que mencionar el conflicto armado en un país donde, tanto la literatura como el cine, han abarrotado los estantes de las librerías y, asimismo, han proyectado un montón de fotogramas en las salas, reflejando constantemente la violencia y el desplazamiento con una precisión tan desgarradora que el dolor colectivo aún sigue abriendo las heridas de nuestra memoria histórica, no por ello este filme dejaría de enseñar escenas auténticas, con imágenes más profundas, quizás con descripciones más prolijas.
Como primera escena, y a manera de un flashback ligero, esta película haría una introducción de ambiente ubicando en pantalla El Salado, año 2000. Con la crudeza necesaria de un entorno cubierto de cenizas y en planos bien dispuestos, se percibiría el llanto de un bebé resonando con furia en una casa destruida. Sus gemidos desgarradores invadirían la desolación del lugar. Luego, la cámara enfocaría de inmediato las recientes miradas de confusión de un hombre mayor y una joven de quince años quienes, guiados por la furia del llanto, se hallarían frente a un armario. Al abrirlo, serían testigos de una revelación jamás vista en pantalla grande: una niña muy pequeña y casi moribunda cargando en sus débiles brazos a la criatura que condensa de dolor su abandono prematuro.
En ese momento se cortaría la escena para dejar en el espectador una extraña incertidumbre, y pronto se proyectaría en un gran plano general una ciudad gris como Bogotá. Reduciendo con parsimonia su enfoque, de inmediato la situación concentraría un nuevo ambiente en las afueras de la Nacional. Entonces ahí aparecería en acción el Dandy, nuestro protagonista de quince años quien, pese a aparentar cierta timidez en el colegio, una fuerza cinematográfica suele transformarlo en una persona más decidida, sobre todo cuando se ve obligado a rebuscársela vendiendo sus películas piratas en DVD, porque de esta forma el deseo de ayudar a su padre Emilio y a su prima (que siempre le ha visto como una hermana mayor) Cindy, reivindica una parte de él que aún desconoce por causa de su pasado incierto.
![Escritor Jorge Salgar Restrepo (foto: cortesía Panamericana editorial)](https://www.librosyletras.com/wp-content/uploads/2024/04/escritor-jorge-salgar-restrepo-foto-cortesia-panamericana-editorial.jpg)
Esta segunda parte proyectaría episodios particulares de un adolescente intrépido para algunas cosas, pero torpe e indeciso para otras. Entre pasar el año, continuar en su titánica lucha por vender películas piratas e insistir en conocer por fin el origen de su pasado, de saber realmente qué había pasado en esa remota masacre de El Salado y cuál era el verdadero rostro de su madre ausente, estarían ligados también los episodios fascinantes de una complicidad cercana con su profesor Rolando y el amor silencioso por Mayra. La película de nuestro Dandy estaría enriquecida por amplios referentes tanto musicales como cinematográficos, comprobando de esta forma su incuestionable destreza para asociar su propia vida a una película: porque si hay algo en lo que debemos estar seguros, es que su vida ya de por sí es un filme contado en una gran novela.
En medio de diálogos convincentes, ricos en ligereza y autenticidad, se sumarían los episodios que enlazarían el transitar diario de un joven a quien la violencia le sigue arrebatando sus orígenes. Lo digo porque es en una situación común donde descubre el verdadero origen de su vida y, en vez de encontrar respuestas que su padre Emilio y su prima Cindy siempre le han ocultado, nuevas dudas nublarían su mente, impregnando de rabia su noble corazón. En ese instante, mientras la canción de Demonomanía de los Babasónicos restalla en su MP3, el deseo de entregarse otra vez al exilio obligatorio culminaría con el cuadro de un joven contemplando en la ventana de una flota vez las brumas de una ciudad triste y sombría que lo despide sin pena ni gloria.
En la tercera parte, la película empezaría a mostrar el breve intervalo de un Dandy indefenso en Ibagué. Los detalles más peculiares serían los de un adolescente anónimo que está atravesando un paréntesis en su vida, mientras consigue cómo sobrevivir en una ciudad agitada por el comercio y el furor de la gente. El instinto de supervivencia lo llevaría a ejercer varios oficios con tal de medio subsistir. Con su cabeza repleta de dudas y heridas, aparecería la imagen milagrosa de un tal Arrieta, quien lo sacaría de aquel limbo para llevarlo a Tolú donde, por casualidades de la vida, surgiría una gran oportunidad de vivir por fin en un paraíso cinematográfico que le abriría de inmediato las puertas en Medellín, epicentro de su reencuentro con el pasado y con la reconciliación. En esta ciudad, una huella inconclusa rodaría en planos medios, esto para explicar que el amor no sólo se reviste con el deseo sino también cura las heridas con el conjuro del perdón.
![Portada del libro Una balada para el salado de Jorge Salgar Restrepo (cortesía Panamericana editorial)](https://www.librosyletras.com/wp-content/uploads/2024/04/Portada-libro-Una-balada-para-el-salado-de-jorge-salgar-cortesia-Panamericana.jpg)
En la cuarta parte, un salto en el tiempo nos señalaría a un Dandy de veintidós años. Más resuelto en su oficio de vendedor de películas. Medellín seguiría siendo el lugar del clímax que compone esta gran obra cinematográfica. Varios enlaces en cuanto a reconciliación, respuestas, nostalgias encontradas en rostros ajenos, lo obligarían a reconstruir por fin esas ruinas de su interior que tanto lo han ido sumiendo en un mar de resentimientos e incertidumbres. La fuerza del amor lo ayudaría a reencontrarse con Mayra y, gracias a su aparición milagrosa, esta joven le enseñaría a reconocer en el diálogo una fuerza imprescindible capaz de aliviar los estragos del corazón. En este punto neurálgico de la película, el espectador vería con la misma esperanza que uno siente al leer la novela, la absoluta armonía que reina en la travesía de Dandy. Su amor y, lo más importante, el momento enternecedor de reconciliación con su familia, provocarían un estado de alegría que nos haría olvidar por un momento que esta novela fílmica se está desarrollando en Colombia.
Alejándonos un poco de la fantasía cinematográfica, esta novela condensa todos los elementos cautivadores que una gran historia puede recrear. Por eso me atrevo a asegurar que es una película escrita, porque no solamente basa su recorrido en referentes cinematográficos, sino también cumple la función de enriquecer al lector en paisajes, diálogos sinceros, intrigas insospechadas y, sobre todo, en proyectar a través de símbolos las secuelas de un momento tan catastrófico como se vivió en El Salado. Es necesario leer esta obra para recordar el dolor y el llanto ajenos, empañando la tragedia cotidiana que viven nuestros desplazados por culpa de ese maldito cáncer que tanto nos ha azotado la memoria llamado violencia.