«Confío tanto en mis personajes que ellos son mis novelas»: Fernando García Pañeda, autor de «In Arcadia»

Escritor Fernando García Pañeda (foto: cortesía Fernando García Pañeda)

Desde España, Eva Fraile dialoga con el escritor Fernando García Pañeda sobre su novela In Arcadia.


Charlar con Fernando García Pañeda hace casi obligatorio tener a mano un papel y un boli, pues pocas veces tiene una el placer de conservar con un escritor tan cultivado como este bilbaíno que se lamenta de que muy poca gente consuma, o disfrute, más bien, de la literatura que le ha procurado a él la enorme cantidad de referencias que, como pequeñísima muestra, pueblan esta entrevista. Dar la espalda de esa forma nos ha hecho más tontos como sociedad, asegura, y hemos perdido la capacidad de discernir lo que nos resulta útil, bello, nutritivo para el espíritu, de lo que no es sino un mero producto de consumo rápido que desechar inmediatamente.

Fernando, lo primero que me llama la atención de In Arcadia es, precisamente, su título, ¿por qué lo elegiste?

Arcadia es el nombre de una región imaginaria (aunque el nombre está tomado de una región griega real), creada y descrita por artistas y poetas de diversas épocas, donde reina la felicidad, la sencillez, el reposo y la paz en un ambiente idílico, con las mismas connotaciones que el concepto de utopía o de edad de oro. Responde al tópico literario de locus amoenus, un lugar idealizado, paradisíaco y tranquilo, que invita a la conversación relajada, al paseo apacible, a la paz interior. Y, en todo caso, es un mundo perdido, por lo que provoca añoranza y melancolía. Por lo tanto, retornar a Arcadia es el anhelo de recuperar algo hermoso de la vida que se ha perdido o no se ha llegado a conseguir. Estar en Arcadia es estar donde uno quiere, el lugar ideal, hecho para uno mismo, y en el que pasar el resto de la vida mortal.


En toda novela los personajes son algo clave, pero en general son piezas que sirven a la trama, elementos que dan sentido a la historia que se cuenta y la ponen en marcha. Pero en mi caso, la trama, la novela, es la que sirve a los personajes para ponerlos en movimiento, para que hagan su propio viaje interior

Escritor Fernando García Pañeda (foto: cortesía Fernando García Pañeda)
Escritor Fernando García Pañeda (foto: cortesía Fernando García Pañeda)

No sueles escribir historias de amor, pero el amor es un elemento muy presente siempre en tus historias. ¿Qué tipo de relaciones te gusta retratar?

Relaciones reales. O que deberían y pueden ser reales. Relaciones entre personas que mezclan el buen juicio con los sentimientos, la razón con el corazón.  Relaciones de amor que surgen de la amistad, que es su componente básico, su cimiento indestructible. No hay enamoramientos tormentosos, ni tampoco paradisíacos, sino mujeres y hombres que se asombran y fascinan al descubrir la conexión que surge con una determinada persona, sólo con ella y ninguna otra. Una conexión inexplicable, sobrenatural pero fieramente humana (parafraseando a mi paisano Blas de Otero). Y claro, no es algo que se construye con flechazos y primeras vistas de abdominales marcados, cinturas de avispa y feromonas sexuales, sino con tiempo compartido, respeto sumo, admiración y generosidad. Así son, básicamente, las relaciones amorosas que entablan, en su caso, los personajes protagonistas de mis novelas.

Podría decirse que eres un escritor de personajes, ¿confías mucho en ellos para dar solidez a tus historias?

Fíjate si confío, que ellos son mis novelas. Por supuesto, en toda novela los personajes son algo clave, pero en general son piezas que sirven a la trama, elementos que dan sentido a la historia que se cuenta y la ponen en marcha. Pero en mi caso, la trama, la novela, es la que sirve a los personajes para ponerlos en movimiento, para que hagan su propio viaje interior. Me los creo tanto, los hago tan míos, los tengo delante de mí con tanta vida, que a veces me limito a acompañarlos en ese viaje, y en tales ocasiones escribir se convierte en un simple tomar nota de lo que hacen y dicen en distintas situaciones, en los trances que atraviesan, en la forma de superar obstáculos y crisis o en el disfrute de momentos de dicha absoluta. Además, las protagonistas suelen ser personas muy excepcionales, con sus defectos, pero con unas cualidades inusitadas y extraordinarias. Lo mismo ocurre en la vida real, que son ese tipo de personas tan raras de encontrar las que más llaman la atención y sobreponen su interés por encima del resto.

Una cosa que sueles decir que te atraía de la Estambul de finales del siglo pasado para ambientar en ella In Arcadia es que se observaba una convivencia entre diversas culturas. Hoy en día, en el mundo tan agresivo en el que vivimos, ¿nos queda alguna ciudad en la que distintas culturas puedan convivir como en tu libro?

Como bien dices, vivimos en un mundo muy polarizado y agresivo, y la convivencia de formas de vida y culturas es algo que desagrada mucho a estamentos visibles y no visibles del poder, por lo que nos lo ponen cada vez más difícil. Creo que, de haber algunos lugares donde es todavía posible convivir con cierta armonía, están a orillas del Mediterráneo, a pesar de los brutales esfuerzos de algunos colectivos por fomentar el odio y la discordia. La tradición multimilenaria de estos pueblos por recibir de mejor o peor gana a otros diferentes, bien sea por comercio, invasiones, diplomacia o simple afán viajero, ha imprimido en su ADN el hábito de recibir al extranjero con tolerancia, así como el extranjero se adapta a las costumbres de sus anfitriones. Esa ha sido, al menos, la percepción que he tenido al visitar países como Grecia, Italia, Chipre o Turquía y recorrer siempre que puedo la costa mediterránea española.


Cuando empecé a escribir no tenía referente alguno de manera consciente. De hecho, alguna vez que me hicieron esta misma pregunta hace años no supe qué responder. Pero, con el tiempo, me he dado cuenta de que hay ciertos nombres que me vienen a la mente y que me han influido velis nolis. Por ejemplo, Pío Baroja fue la primera referencia con la que me introduje en este mundo.

Portada del libro Inarcadia de Fernando García Pañeda
Portada del libro In Arcadia de Fernando García Pañeda

De todos los personajes que has retratado en In Arcadia, ¿cuál es tu favorito?

La verdad es que no me gusta crear favoritismos entre personajes, sobre todo cuando la novela es todavía reciente. Me suele ocurrir que, con el tiempo, cuando se van decantando los personajes y sus historias, sí aparece esa predilección por unos personajes más que otros. En In Arcadia hay dos personajes, las protagonistas femeninas, que tienen mucha… digamos influencia sobre mí. El más poderoso es Aysel, por su madurez, su determinación, su entrega, su genio terrible (incluido el vocabulario), su chispa, su inteligencia, su sensualidad, y por eso es muy difícil de batir por cualquier otro personaje, porque alcanza una altura excepcional.

Quiero hacerte una pregunta un poco general sobre nuestra sociedad: nuestros productos de consumo permiten cada vez menos reflexión, la creatividad está cada vez más mermada, la capacidad analítica es algo que prácticamente no existe en un mundo que, sin embargo, tiene un acceso casi ilimitado a la información, si bien no tiene las herramientas para distinguir lo que es real de lo que no… ¿Somos hoy más tontos que nunca?

Sí, somos muy tontos. Pero tontos de baba. Porque estamos dejando que todos los logros alcanzados por nuestra sociedad con tanto sacrificio y tanto trabajo se vayan a pique, desaparezcan en el sumidero de la tecnología, el espectáculo, la fiesta continua y la desaparición de la educación y la formación intelectual. Más grave que la pérdida de la capacidad de discernir lo que es real de lo que no me parece la falta de capacidad para distinguir lo valioso de lo inútil, para separar la ganga de la mena. La falta no sólo de capacidad analítica, sino de espíritu crítico, permite que cualquier mindundi chistoso, cualquier cantante grosera o cualquier youtuber descerebrado sean líderes de opinión y sean manipulados para vender los productos de editoriales, discográficas, plataformas de televisión o todo lo que se ponga por delante. Y los libros, en concreto, se han equiparado hoy al resto de productos de consumo, pero de consumo fácil y rápido, que exige una mayor demanda para dar salida a una producción mayor con mayores beneficios. Todos los productos de consumo, incluidos los productos culturales, salen de industrias basadas en la mediocridad de los consumidores.

A menudo has expresado tu preocupación por la desafección que existe actualmente con respecto a la literatura clásica. Dinos algún escritor o escritora que te guste mucho y que aquí en España apenas conozcamos.

Podríamos empezar por los propios clásicos españoles. ¿Quién lee hoy en día a Baroja, a Unamuno, a Galdós, a Cela, a Delibes…? No mencionemos los de siglos anteriores. ¿Quién fue un tal Gracián? ¿Quevedo era ese chistoso de la nariz pegada no sé qué? ¿Cuántas obras de Lope de Vega habéis visto representadas? Y Cervantes… En fin. Fuera de aquí, ¿quién conoce a Wodehouse? ¿Quién ha leído realmente a Virgina Woolf? Escritoras inglesas de principios del siglo XX como Gibbons, Pym, Stevenson, Mitford… ¿suenan de algo? Tanto como Milton o Hardy. De Shakespeare seguro que hemos visto alguna versión de Romeo y Julieta en la tele o en el cine. Bueno, no vayamos a Francia, Italia, Estados Unidos, Rusia y demás países con literaturas clásicas. Creo que estoy aburriendo demasiado a los lectores que hayan llegado hasta este punto de la entrevista.

¿Qué autores son tus referentes?

Cuando empecé a escribir no tenía referente alguno de manera consciente. De hecho, alguna vez que me hicieron esta misma pregunta hace años no supe qué responder. Pero, con el tiempo, me he dado cuenta de que hay ciertos nombres que me vienen a la mente y que me han influido velis nolis. Por ejemplo, Pío Baroja fue la primera referencia con la que me introduje en este mundo (lo que se aprecia claramente en mi primera novela). La delicadeza y la fijación en el detalle de Jane Austen me arrastran hacia esos aspectos. Las obras cortas de Stefan Zweig han medido algunas de mis novelas en tamaño y composición. El lenguaje fascinante de Azorín y sus novelas-no-novelas también están revoloteando en algunas de mis páginas (es lo que más desagrada a quienes me leen). Y el humor impasible de P. G. Wodehouse es parte de mi vida y, por tanto, de mis palabras.

Alguna vez has contado que el manuscrito de In Arcadia llevaba años terminado y que recibió varios rechazos editoriales. ¿Cómo llevas tú un rechazo editorial?, ¿te afecta mucho o eres de seguir adelante sin problema?

Si me afectara, haría unos veinte años que habría dejado de escribir. Soy un plusmarquista de los rechazos editoriales en cantidad y variedad. Lo cual es lógico, dada la incompatibilidad manifiesta entre la deriva del mercado de abastos editoriales y yo, así que es algo que tengo muy asumido. No obstante, sí que me han molestado mucho algunos (pocos) rechazos que decían mucho sobre la calidad humana y la ignorancia enciclopédica de quien redactó la contestación.

¿Qué te dicen los lectores de In Arcadia? ¿Qué es lo que más les está gustando?

La verdad es que, salvo la opinión sincera de un puñado selecto de lectoras que realmente me interesan, poco sé de lo que piensan mis lectores. Todavía son pocas las personas que han leído In Arcadia, porque lleva poco tiempo en la picota y la estoy moviendo despacio. En esta ceremonia de la confusión y fiesta de la ligereza que nos han impuesto en todos los órdenes de la vida, por desgracia no creo que haya algún aspecto que destaque claramente en la opinión del público lector. Y, si lo llega a haber, espero que sea mi forma de escribir, la distinción y el cuidado del lenguaje.