Sergio Ramos
Los cielos se arremolinan
en un concierto cremoso.
El aire se impregna de la luz
moribunda y del olor a árboles.
Los edificios indemnes asoman
su cara de ojos sin párpados,
luminosos, con bocas en forma de O.
Miran la acera y los carros.
La gente insignificante que va a sus casas
y, afanosa, lucha por subirse al bus.
Son como animales en busca de comida;
un azul mamut es su víctima.
Devorarán sus entrañas
sólo para ser parte de él.
Pero el mamut escupe y devora a la vez:
los cazadores resultan cazados.
Y la ciudad sin rastro de compasión
es testigo de este oneroso intercambio,
de este ingrato vaivén.
Poco a poco todo oscurece
y los altos edificios se quedan ciegos.
Dan paso a estrellas de sombra y luz.
Nada existe en esta hora de sirenas
y luces de agonía.
Viene la Noche, no el descanso.