Cuando el caos es el germen de la creación

Cuando el caos es el germen de la creación

El periodista, escritor y fotógrafo Enrique Patiño dialoga cotidianamente con estudiantes en Colombia sobre la importancia de conservar los recursos hídricos a través de su obra La sed. Lo acompañamos a una charla pedagógica en el Liceo Santa Bernardita, localizado en el barrio Venecia de Bogotá. 


Por Carlos Hugo Jiménez

Quizá ningún ser humano quisiera experimentar, jamás, la decepción del sediento que cree ver un oasis en el desierto. Y quizá por eso mismo un ‘puñado’ de estudiantes de noveno curso del Liceo Santa Bernardita, localizado en el barrio Venecia, en el sur de Bogotá, se acomodó expectante a escuchar las explicaciones de Enrique Patiño Orozco, autor de La sed, un relato conmovedor sobre la escasez de agua en el mundo. Porque temían ese mundo posible y quieren evitarlo a toda costa.

“Sequía. Miles de desplazados en busca de agua. Un país que colapsa. Las autoridades defienden los pocos lugares donde aún hay reservas. Los asaltantes pululan”, se resume en uno de los apartes de la reseña de la novela que recrea un universo apocalíptico que es aterrador pues no está tan lejano de ocurrir”, describe un aparte de la presentación del texto.

Aunque la mayoría de alumnos aprisionaba entre las manos un ejemplar de La sed, los nervios fueron más fuertes y el silencio se expandió. Una joven profesora preguntó ¿cómo era posible que los seres humanos pasaran por encima de los demás con tal satisfacer su propia sed?

Patiño, curtido periodista, fotógrafo, escritor y conferencista insaciable, evocó aquellos tiempos prehistóricos en los cuales la humanidad, tras agotar el episodio del nomadismo, frenó y comenzó a cultivar. Vinieron las etapas de levantar empalizadas, castillos, puentes y murallas con tal protegerse y de alguna forma, hallar estabilidad. Sin embargo, y como suele ser la costumbre, aparecieron de la nada los que querían aprovecharse del trabajo ajeno. Así sucede en La sed cuando los dos protagonistas, el hombre que lo perdió todo y la joven agonizante, se enfrentan a la brutalidad, la ansiedad y la necesitad de la turba. “En momentos de crisis, somos capaces de sacar lo peor o lo mejor de nosotros”, explica el escritor samario, ganador del premio a mejor crónica de Las Américas del SIP y el galardón de la Deutsche Welle a mejor reportaje ambiental.


Cuando el caos es el germen de la creación
Cuando el caos es el germen de la creación

Laura Heredia da muestras de valentía y pregunta al invitado sobre el tema migratorio tan de moda. “Es un derecho que todos tenemos de ir en busca de mejores oportunidades cuando no estamos a gusto en nuestro país”. 

Patiño Orozco trabaja en la actualidad con Naciones Unidas y ha sido testigo de primera mano del drama de cientos de miles de migrantes. “Esas experiencias me han enseñado que no es imponer ideas, sino conciliar ideas. No hay una única verdad”, ejemplariza al tiempo que cuenta cómo mientras a los argentinos les fascina desayunar con dulce, los colombianos preferimos lo salado; mientras los franceses toman café negro, los caribeños optan por los fritos. “No hay verdades, solo hay opciones a la hora de definir la realidad”, insiste.

Un joven quiere saber sobre qué tiene en mente Enrique Patiño. “Soy feliz aportando soluciones”, explica, para contar que además de trabajar en la literatura aporta a la sociedad desde la construcción de soluciones al tema migratorio.

Volviendo a la novela, cuenta que hay posibilidades de que La sed sea adaptada a la televisión en formato serie. “Se requieren muchos personajes”, dice el autor. Su inquietud literaria lo lleva a relatar los descubrimientos arqueológicos de Göbekli Tepe, en Turquía, una ciudad de más de 12 mil años de antigüedad, para hacer referencia a que toda civilización termina y que el planeta continúa, por lo que un final posible de la historia conocida terminará con la vida de los humanos, pero no con la Tierra misma. 

Relata que trabaja en otra narración en la cual la soledad asume el papel estelar, inspirado en el confinamiento generado en la terrible pandemia que azotó al mundo en 2020: “Hay gente que vive en más soledad que antes. Las distancias se han incrementado y estamos más separados que antes”, afirma el autor de Ni un paso atrás, sobre el magnicidio de Luis Carlos Galán, ocurrido en la plaza de Soacha, el viernes 18 de agosto de 1989.

Lina Hoyos interroga sobre la percepción de Patiño sobre Bogotá, luego de permanecer varios años fuera de la ciudad. Aparte de observarla `patas arriba` por tantas obras a la vez, considera que lo caótico casi siempre desemboca en reacciones positivas, aunque si hubiese más planificación, el trabajo de progreso sería más provechoso: menos improvisación y más sociedades igualitarias, aunque advierte que hay una nueva sensación de esperanza, un incremento aún sutil de más respeto a los derechos de los demás y los derechos de la naturaleza. En el mundo, alerta, “se está cambiando hacia sociedades más cooperativas. En Francia y otros países la gente ahora no compra tanto carro, sino que opta por el alquiler a través de aplicaciones; se contamina menos y se disminuyen las congestiones; se piensa que soy mejor ciudadano si comparto”, describe. Destaca que la atención al cliente en Colombia no tiene sin igual; en otras partes la frialdad es la nota sobresaliente. “Nosotros los colombianos somos dulces, colaboradores… esa actitud no es frecuente en otros países”, añade con orgullo el escritor de Cuando Clara desapareció, una dura vivencia sobre el caso de su hermana mayor. 

La coordinadora académica Ivonne Villamizar actúa como vocera de una inquietud: ¿Cómo se perciben el drama de La Guajira respecto a la comodidad de la gente de las ciudades que, como Bogotá, no padecen la falta de agua? Patiño alude a que, en su investigación, cuando escribió la historia de Galán, el caudillo advirtió desde 1975 cómo la génesis de El Cerrejón traería consecuencias dañinas en la naturaleza y en especial en La Guajira. Repartió una cartilla en la que se describía el impacto ambiental, entre ellos, la falta de agua. Ve soluciones radicales ligadas a nuevas tecnologías sostenibles como posible solución a esta crisis.

El escritor de La sed, adaptada como texto base en numerosas instituciones educativas, manifiesta pesimismo sobre las soluciones al tema del agua en este ancestral territorio, a menos que la tecnología haga su trabajo eficiente, aunque el palo en la rueda serían los costos. Él mira también el vaso medio lleno y cree que al llegar a ese punto de no retorno, se van a desarrollar otras tecnologías que hasta la fecha no se han aplicado de manera adecuada. “Habrá pueblos desplazados por la falta de agua, pero se va a reaccionar. A veces hay que llegar al límite extremo para hacerlo”, presume Patiño.

Y sin ánimo de ser vidente, el escritor y periodista dice que está convencido que de aquí al 2030 (a la vuelta de la esquina), los vehículos movidos con gasolina ya no serán la tendencia. “Repito, no será importante el que más tenga, sino el que más comparta y se van a desarrollar otras tecnologías en busca en nuevas alternativas de energía. Debemos despertar para que las consecuencias climáticas no sean más desastrosas como hasta hoy”.

La charla está por terminar, Enrique Patiño nunca se ha acomodado en la silla Rimax a su disposición. Prefiere estar de pie. Agradece una botellita de agua que le alcanzan para mojar la palabra. “Gracias, ¡tenía sed!”, dice con la calidez humana que lo caracteriza y eso produce las risas y los aplausos del respetable.

La profesora Villamizar le pide que explique cómo desarrolla el proceso de escritura. Entre aquellos jovencitos de uniforme azul y blanco puede que haya mucho potencial en los mares de la literatura. “El proceso de la escritura es como correr una maratón; hay que prepararse para eso”, comienza edificando Patiño, en cuya imaginación nació Será tarde cuando despierte, y donde de alguna manera, la novela visionaria retoma la premisa de un mundo enfrentado a la sequía irreversible, meses antes de que se produzca.

“Se requiere absoluta disciplina y aunque no es que me encante madrugar, por lo general, cuando tengo en desarrollo un texto, me levanto a las cuatro de la madrugada y avanzo en la escritura, aun por encima del sueño”.

Todo comienza con una idea que dura horas, días, semanas y hasta meses `cocinándose’. “Cuando se hace periodismo, las ideas salen rápido; pero las novelas son rompecabezas. Es fundamental recopilar el mayor número de datos; equivocarse ante el lector no es permitido; otra cosa a tener muy en cuenta es la estructura de los personajes. Hay que manejar todos los matices: quién es, de dónde viene, cómo actúa y todo para hallar la personalidad que más se ajuste a los propósitos de la historia; en ocasiones creo un personaje, pero con el paso de la escritura puede cambiar porque se va acoplando de manera especial al objetivo. Por ejemplo, trabajo una historia en la que una chica es despistada, pero a la hora de la verdad, ese despiste la hace divertida; debo confesar que sí me cuesta construir las características faciales de los personajes, pero tengo claro qué hacen para dónde va; y la otra parte importantísima: escribir a diario, con la idea de que el propósito no se desvíe; si se deja pasar los días, luego es complejo encontrar de nuevo el camino; además, todas las historias tienen un ritmo distinto, una música interna”, cuenta el finalista de los galardones mundiales de los Bobs.

Respecto a La sed, Patiño revela que la escribió de un solo `tirón’ en cuestión de tres meses, Sin embargo, concluida esta etapa viene la más difícil y es la de revisión, donde se captan errores, repeticiones o construcciones que no corresponden al propósito. “En estos episodios se produce uno que para algunos es triste y es la de borrar mucho; a mí no me da miedo hacerlo. Busco la solidez en los relatos”.

Enrique Patiño narra una anécdota que llama mucho la atención y es el momento de angustia que vivió cuando no sabía cómo plasmar la sensación de la sed.  Necesitaba transmitir esa sensación, pero no tenía ni idea de cómo precisarlo al momento en que el lector recorriera el relato. ¿Qué pasa en el ser humano cuando sobre pasa los límites de aguantar sed?, se preguntaba.

Era difícil establecer a través de un especialista ¿qué pasaba cuando un paciente tiene sed, pues pocas veces los médicos atienden un paciente con el ¡síntoma de la sed!

El escritor quedó literalmente frenado más de un mes en ese dilema. Hasta que encontró el caso de un hombre que sobre pasó los límites máximos de la supervivencia sin tomar agua; ocurrió en el Valle de la Muerte (valle desértico localizado en el sureste de California, uno de los lugares más calurosos del mundo, con temperaturas hasta de 57 grados centígrados). 

“Ahí entendí que cuando el cuerpo carece de este líquido, las mejillas se consumen, las cuencas de los ojos se salen, la nariz, prácticamente desaparece, también los labios se secan y desaparecen, la sangre empieza a circular más lenta y en términos más duros, las células se ‘achicharran’, porque estas entregan sus reservas de agua”. Ya pudo, entonces, continuar con la historia, aunque debió retomar, volver atrás para construir el relato desde la perspectiva de la realidad.

Al concluir, Patiño expresa con satisfacción que en la narración de La sed no tenía que ser evidente en ‘enseñar’ a los lectores el daño que podría causarse al planeta. La misma historia lo desentrañaba, pues al hacerlo con ese propósito, quizá se perdería la esencia del relato. 

“Es más, al final de La sed, a los protagonistas no les doy tanto palo, algo bueno de ellos debe quedar. Pasó con lo de Galán. En ese tiempo de publicación, se había estrenado la serie de Pablo Escobar; mi idea con lo de Luis Carlos era exaltar al héroe. No siempre debe ser desde las acciones del villano; lo mismo cuando escribí sobre la desaparición de mi hermana; hacer un llamado sobre este tema; en La sed, la sensación que debe quedar es que eso que allí se cuenta, sí nos puede pasar; de hecho, ya está pasando”, asegura Enrique Patiño.


Cuando el caos es el germen de la creación
Cuando el caos es el germen de la creación

El aprendizaje

Juan David Jaimes destaca la forma tan humana en que Enrique Patiño trata la temática de la sed en el libro. “Es una situación compleja que no está lejos de suceder”, dice el estudiante que muestra orgulloso la firma del autor en su libro, el cual piensa compartir con amigos y familiares.

Alejandra Rojas, del curso noveno A, estima que es impactante la forma en que el autor describe la sensación de sed y las actuaciones de la sociedad que busca sobrevivir a la falta de agua. “Lo que hace el señor con la chica agonizante enseña que, como seres humanos, debemos tener empatía. Hoy en día carecemos mucho de esta virtud”.

Por su parte, Lina Sofía Hoyos cree que el relato es conmovedor cuando transmite la sensación de la sed en las personas. Le sorprendió el interés de Enrique Patiño de consultar especialistas y describir lo que pasa en un ser humano cuando llega a los límites de la sed. La estudiante, además, invita a ahorrar agua. Lo hace en su hogar sin prolongar tanto tiempo el duchazo diario, reciclando el agua de la lavadora para limpiar los patios e incluso, hacer uso de un vaso al momento de lavarse los dientes y no dejar el chorro de la llave desperdiciándose.