Me muevo en la cama, no puedo dormir, ¿qué me pasa? Dios, por qué me hiciste, no soporto esto. Pienso en David Foster Wallace, ese machista, qué hombre, qué vaquero; me dan ganas de llorar. Si el genio se ahorcó, las pastillas de colores en el cajón, no hay esperanza. Leo La Broma Infinita*, pero me saca; me pierdo en sus árboles, en sus frases largas, pero todos esos pies de página al final, los detalles… Es la vida, es difícil leer la vida en este tiempo; no puedo dejar de mirar el teléfono, los culos grandes, inflados, que rebotan en Instagram. Espero terminar la novela, el monstruo de pene gigante, algún día. Me identifico con el personaje Mario, estupido y tierno, también soy deforme. Tengo un ojo caído sin razón; nariz entre bruja y boxeador, la operé y quedó más fea. Mido 1.60 y soy muy cabezón. Pero tengo alma y escribo bien, aunque mi madre dice que no entiende nada de lo que hay en mis cuadernos. Está el odio hacia ti, Mamá.
Llueve todavía, desde las seis de la mañana y son las 3:30 de la noche oscura. Quiero prender el celular, pero debo resistir. Siento que abren la persiana, sigo con los ojos cerrados, debe ser el viento o algo así. El sonido no para, miro, hay un hombre iluminado con colmillos en la esquina de la habitación. Qué mierda. Tiene ojeras, una pañoleta, una camiseta de los Boston Celtics, un short apretado; sí, es él, es David Foster Wallace. Debo estar soñando. Hola, Rodolfo, dice la voz gutural que tose, escupe, ahora el tono es agudo: vengo porque piensas mucho en mí, ya me tienes cansado, qué es lo que buscas. Sé que eres bueno para armar cigarrillos de marihuana, por qué no fumamos. El paraíso, que también es el desierto, está aburrido.
No estoy soñando, esto es muy real. Ya, levántate, arma ese bareto suculento y vamos a jugar tenis, he visto que tienes dos raquetas viejas; así sea en la calle. Le pregunto si entonces no hay salida, yo pensé que Dios no existía, que no había nada después de esta pesada, vil existencia. Me dice que no sabe si habrá fin, pero que él vive en una casa en un planeta rojo, como el de los cuentos de Ray Bradbury, y que Roberto Bolaño es su vecino: un mal perdedor, le gano en tenis y me golpea, me hace llorar. Dice que en boxeo él es mejor, y sí, me ha dejado los ojos morados. Evito a ese bravucón. Déjame fumar, quiero decirte el secreto para ser un gran escritor, eres el elegido, me enviaron a darte la revelación.
¿Quién?
No lo puedo decir.
David es alto y bonito, al menos comparado conmigo. Le queda bien esa pañoleta, los shorts. Me gana 6-0, 6-0, nos reímos fumando, vemos el sol que está saliendo. Dice que debe irse, tiene permiso hasta las 666. Querrás decir las seis. Me mira con ojos rojos que asustan. No me has dicho el secreto, David. Termina La Broma Infinita y léela de nuevo, hay un mensaje cifrado en los pies de página que debes descubrir; después lee toda mi obra, cuando lo hagas, volveré. No seas así, David. Te molesto, el secreto es que leas más de lo que lees, y que te levantes a escribir todos los días así no tengas ganas, es un asunto de disciplina, y de suerte. Tienes talento. Adiós, cabezón, nos vemos en el infierno.
![Escritor David Foster Wallace](https://www.librosyletras.com/wp-content/uploads/2024/04/Escritor-David-Foster-Wallace.jpg)
Logré dormir bien, al fin. Hoy es mi cumpleaños. Mi mamá me levanta con un beso en la boca, me dice que está listo el desayuno. Ya está borracha, hay coctel en una olla tamaño familiar. En la mesa huevos fritos con tocino, patacones, una taza de Zucaritas. Mamá no entiende que tengo que adelgazar, estoy muy gordo, y que debo cuidarme la piel, tengo la frente llena de espinillas. En mí se acumularon varios defectos familiares. En la tarde la señora me tiene un ponqué, es pequeño y negro, parece un animalito, como que tiene ojos asesinos. Algo que no debió existir, pero así es la realidad, la deformación abunda. Tiene un cirio de iglesia en la mitad, no se esforzó mucho. Canta el Happy Birthday con su voz ronca y brinda sola. Yo prefiero no beber. Aprovecha para hablar pestes de Papá, a quien no conocí, solo tengo una foto borrosa; lo hace a diario. Pruebo la torta, es demasiado dulce y está un poco cruda, me la como por no ser descortés, pero no puedo evitar vomitar en el baño. A veces lo hago, me meto bien el dedo, me gusta meterme dedos, me relaja. Mamá termina borracha con la cara hundida en el pastel. No pide disculpas por su torpeza y mediocridad, nunca lo hace. El olor que dejó la vela religiosa al apagarla es insoportable.
Me siento en el computador a escribir, Stephen King dijo que escribía tres horas diarias, hoy empieza mi disciplina. Pero la hoja de Word permanece en blanco, me grita, el computador se ríe. No tengo nada que decir. Veo la guitarra a la que le faltan dos cuerdas, ya es demasiado tarde para aprender. Me hundo en el teléfono, me evado, vuelo, las fotos de Instagram me relajan, también me entristecen, aumentan mi vacío que es como el espacio sideral; son navajas en el estómago, pero me gusta. Soy un poco masoquista. Solo tengo dos amigas, nunca las he visto, nos hablamos por DM, tienen 15 años. Yo tengo 42. Posteo algo gracioso sobre no poder escribir, 0 Favs. Me va mal en el mercado de la redes sociales, ahí también ganan los bonitos estúpidos. Yo soy un nada en todas las vidas, debería asesinar a mi mamá y dispararme en el corazón después, para qué alargar el sufrimiento. Te odio, mamá, por concebirme, estuviste de culisuelta con un aprovechado y me expulsaste a este mundo que no entiendo, dark, las estrellas son indiferentes. No hay ninguna luz en mí. En la universidad me dijeron que escribo bien, eso sí, pero la ansiedad me come el estómago, no se me ocurre nada trascendente.
No puedo dormir otra vez, abro los ojos y en el reloj viejo, que mi madre dice que dejó mi padre, son las 3:30 am. Otra vez la hora de Satanás, me despierto puntual. Suena la persiana de nuevo, es David que viene a salvarme. No, es alguien flaco con gabardina, pelo ondulado, gafas muy gruesas. Toso por el olor a cigarrillo. ¡Es Roberto Bolaño! Gordo, me dijeron que tienes una marihuana muy buena, dice, dame un poco que en el desierto las cosas son difíciles, ¿o es un paraíso rosado con muchas flores, algunas carnívoras, penes erectos? Ya no sé, a veces es una cosa, a veces otra. También es un laberinto. No sé de qué habla, pero me paro a armar el bareto. No habrás matado a David, le digo. No seas idiota, ya estamos muertos. Eso sí, le di una buena tunda al yankee fresa, dijo que Shakespeare era mejor que Cervantes. Tal vez es cierto, pero tenía que defender lo nuestro. Y tú, lee mi novela 2666**, para que aprendas cómo se hace. La Broma Infinita es palabrería…Bueno, talento sí tiene el rubiecito.
Fumamos, me enseña algunos movimientos de boxeo, vemos el amanecer. No seas cobarde, un poeta puede ser cobarde, pero a ti no te conviene. Sal, enfrenta a la gente, la mayoría también son malucos. Vive, folla, pelea, para que escribas, libérate. Bota el teléfono a la basura o al menos apágalo por horas; menos mal en mi época no me tocó ese demonio. Sí dije que a la literatura no la mataría la literatura, la vanguardia, sino algo más poderoso. Y lo está haciendo. Peleen por ella, es el refugio de los malditos y la bendición para las almas. No importa que seas feo, te digo, para escribir incluso es casi un requisito. El dolor y el resentimiento son buenos combustibles, saca todo lo que tienes. Adiós, tengo que irme, dame un poco de marihuana para llevarle a David, me arrepiento de la paliza, no tiene la culpa de ser cuico.
Duermo como nunca, decido salir a la calle, ir al centro, ver gente. Me miran mal, pero algunas mujeres parece que quieren devorarme, no las lindas; un par aguantan, como dicen. Hombres que mueven las caderas más que mujeres me guiñan el ojo. Tal vez lo que pensaba de mí no es tan cierto. Debería pasar menos tiempo en Instagram, decirle a mis amigas que nos veamos y vayamos a tomar malteadas.
En la noche no me despierto, sueño que Foster y Bolaño son dos muñecos en mi repisa, al lado y detrás de ellos hay muchos más que no reconozco. Mamá intenta quemarlos con la vela del ponqué, pero desvía el fuego hacia su pelo, se incendia, y corre desnuda y gritando. Uno de los muñecos me habla: Queremos vida, cabezón idiota, alguien nos envio para que tú nos escribas, no podemos decirte quién. Deja de llorar y empieza a escribir, necesitamos acción. No eras lo que esperaba, pero es lo que hay. El muñeco que tiene cara de reptil, pero pico de cuervo, ojos rojos, crece. Me da una cachetada y sale por la ventana, alas sublimes, se esconde en el cielo. Los demás lo siguen. David y Roberto van abrazados tocándose un poco por debajo de la cintura.
Me despierto, el sol está hinchado. Mi madre llora en el comedor, voy a abrazarla.
No beberé más, me dice. Perdóname.
Gracias por todo, mamá. Arrojaste al mundo a un escritor, hubiera podido ser peor.
En cuanto a dinero…pero sí, más malo sería un político. O un editor. Desde hoy desayunaremos manzanas.
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*Novela de 1208 páginas, 115 pies de página, del autor mencionado, David Foster Wallace. Genio estadounidense.
**Novela de 1119 páginas del autor mencionado, Roberto Bolaño. Genio latinoamericano.