Curiosidades bibliográficas

No. 6.972, Bogotá, Jueves 12 de Febrero del 2015

Curiosidades bibliográficas

  • El 9 de Junio de 1956 militares nacionalistas partidarios de Perón intentaron una insurrección contra el Gobierno de la Revolución Libertadora, una coalición cívico-militar que lo había sacado del poder un año antes. La insurrección fue desbaratada y, bajo el imperio de la ley marcial, el Estado fusiló a muchos. Entre ellos, a un grupo de civiles reunidos en un departamento de la localidad de Florida que estaban allí, en su mayoría, sin más intención que la de escuchar una pelea de boxeo. Cinco murieron, pero siete lograron escapar. Meses después uno de esos sobrevivientes, Juan Carlos Livraga, se presentó en la justicia para denunciarlo todo. La noche del 18 de Diciembre de 1956 Rodolfo Walsh tomaba cerveza en un bar cuando un amigo le susurró la frase que iba a cambiarle la vida: “Hay un fusilado que vive”. Tres días más tarde, Walsh se encontró por primera vez con Juan Carlos Livraga. Y el hombre que hasta Diciembre había sido periodista cultural y traductor, cambió de identidad, consiguió cédula falsa y un revólver, encontró a dos, a cuatro, a siete sobrevivientes, y publicó la historia bajo la forma de artículos en los únicos medios que se atrevieron a hacerlo: semanarios y hojas gremiales, a veces en las antípodas de su propio pensamiento. En 1957, la editorial Sigla publicó, por primera vez, Operación Masacre bajo la forma de libro. Walsh tenía treinta años y, para contar lo que tenía que contar, echó mano de todas las técnicas de la literatura: esparció intriga, descripciones minuciosas, estructura coral y la elegancia de un lenguaje de dientes apretados, tan ajustado a sus huesos que cualquier sobresalto resulta un estallido. El paneo que abre Operación Masacre presenta a los que van a morir en sus casas, en torno a las mesas tendidas para cenar o ya cenadas y, sobre el telón de fondo de esas vidas plácidas, Walsh monta la carnicería: doce personas que marchan a su muerte sin saberlo.

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