De broma y de veras

Alternativa literaria de un novelista santandereano
Por: José María Stapper/ Especial para Libros y Letras. José Oscar Fajardo, autor de la novela: El candidato de los difuntos que hoy presentamos, y otras obras, se forja escritor irónico en las madrugadas largas y ambiguas y carentes de un día después, y en lo arisco-abrupto de las montañas territoriales de Santander, una cordillera tan recia que la parca dura un prolongado tiempo para llegar a pie de un muerto a otro ser agonizante. Es allí donde los difuntos que estrenan almidonado ajuar de telas transparentes, repletos de fe, asisten sin tardanzas irresponsables, a sus propios funerales. Característica responsabilidad de los santandereanos.
Escritor es José Oscar, sin duda, pero es también un inmigrante no ingenuo de otras ascendencias carentes de abolengos inventados y de estirpes consagradas. A su manera no fingida, sin vanas lentejuelas, habla locuaz y directo en su acostumbrada palabra escrita de narrador y periodista machacante como un supuesto parroquiano que inventa un perfil raso, porque impertinente es su voz narrativa en los submundos caritativos donde nacen, crecen y habitan sus historias. Rebelde menciona con autenticidad común no lo común de lo común sino “otras cosas” que son tan comunes en lo cotidiano que superan lo sólo natural de toda realidad. Una realidad acostumbrada al ensueño donde los espejismos son reincidentes y asisten religiosos a las misas de domingo. Es un decir, el suyo, con la manera de un catecismo ateo y proscrito, de las verdades y de los sueños con los gestos pueblerinos de un “de broma y de veras” que es coloquial y callejero.
En la novela, El candidato de los difuntos, que nos entrega hoy con sus ventanas abiertas y las puertas que “chirrean”, el escritor no se extravía de su lenguaje consecutivo y reconocido por vernáculo y procaz y vanguardista. Diálogo popular e inteligente que mantiene viva la vigencia de los grilles baratos, las aulas descascaradas, los templos enfermizos, y los corrillos permanentes con borrachos y sonámbulos. Entramos a través de sus renglones a las ferias de los desbarajustes donde la cordura desfila con corbata y sin calzones. Es una historia contada sin la perfidia de los ademanes cautos ni los modales sumisos. 
Los lectores de El candidato de los difuntos tienen múltiples opciones para vagar por los capítulos de esta novela. Pueden ir por ella y seguir de largo como si cruzarán un camino liso y sin aspavientos. Pueden hallar vericuetos con destellos de piedras filosóficas que parecían extintas. Si hacen pausas reflexivas encontrarán un mundo de ciencias enmarañadas donde los idealismos y las utopías hacen fiestas maltrechas. Quizás lleguen a una desconocida ciudad donde este sábado el vuelo de una pluma de colibrí “constituye” el milagro. Probablemente entenderán que en adelante tendrán que vivir de otra manera. Tal vez entiendan que perder el tiempo es también un trabajo no remunerado. Y si no existe más remedio, tendrán que ir a reconocida y onerosa clínica, porque allá llegarán, desternillados por la risa.

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