Escrito por Luis Fernando García Núñez
Fidel Castro se fue para el infierno. No había otra alternativa y tampoco tendría porque no ser así. Fidel se merece el infierno. Sobre todo él y algunos de sus amigos, entre otros García Márquez. Allá los enviaron, antes de morir, algunos de estos sátrapas de corte tropical que, ellos sí, tienen asegurado el cielo. Farsantes de la farsalandia mediocre. Para ellos sí la vida eterna, como si con la que han vivido aquí no fuera suficiente. Al cielo irán algunos a quitarle la tranquilidad a san Pedro y a fastidiar al Señor. A comprarle todo lo que se pueda comprar y a hacerle trampas y decirle mentiras, y venerarlo mientras, como buenos hipócritas, provocan hecatombes. Embaucadores, machos esperpénticos con sus hembras adoradoras del falo, mal maridos y padres lejanos.
Esos serán, imagínense ustedes, los vecinos del paraíso. Claro que vivirán en lujosas y muy seguras residencias, y gastarán millones en su seguridad, y tendrán a los periodistas del edén a sus rodillas, dispuestos a llevarle malas noticias al Padre, y tratar de hacer guerras y buscar réditos para ellos solitos. Ese será el cielo de estos sátrapas y de sus postrados y humillados adictos.
A mí que me toque el infierno, el cabal infierno, para no encontrarme con estos fingidores, con estos prevaricadores y sus ejércitos de bribones, sus gerentes de campaña, sus abogados, sus publicistas, sus fieles y perversos aduladores. Ese averno, sin embargo, está aquí y sus demonios salen a flote, con caras de patrones, de jefes indiscutibles, con persistencia de salvadores, hasta con peluquín y presencia demoníaca, homofóbicos, racistas, intolerantes, excluyentes. Quizás no nos hayamos dado cuenta, pero rondan por ahí demontres, fantasmas que recorren este mundo para quedarse por los siglos de los siglos, torturando la vida de los buenos ciudadanos, de los decentes, de los pacíficos.
Ya Fidel no tendrá que vivir este tártaro. Se ha ido para la otra sede, una más segura, sin tantos hipócritas merodeando, sin tantos tránsfugas, ahora podrá encontrarse con sus amigos, oír y participar de conversaciones inteligentes, ya no tendrá que estar pendiente de los cientos de mercenarios que lo quisieron matar, ni tendrá que oír las sandeces de sus aduladores, ni las provocaciones de los fingidos demócratas, ni la insistencia de los buscadores de la libertad y la paz, ni la demagogia de los populismos, ni tendrá que ver la intransigencia de los que no quieren un mundo en paz, ni tendrá que asistir a las cumbres del despilfarro y la desfachatez. Se ha ido para no asistir a este desparrame fatal. Se ha marchado en el momento oportuno. Siempre lo hizo así. Siempre supo salir cuando tocaba, solo castró a los panfletarios, que nunca faltan, a los maledicentes, a los prosternados por su incapacidad de ser verdaderos seres humanos.
Se fue, y con seguridad se fue para el infierno. Por culpa de él los cubanos no tienen que pagar para estudiar. Sí, por su culpa en Cuba no hay pordioseros, ni desaforados capitalistas, ni nadie se muere en la puerta de un hospital. Por su culpa miles de cubanos invadieron la Florida y convirtieron el inglés en una lengua indigna. Por su culpa Celia Cruz cantaba como una diosa y sus médicos sanan millones de enfermos en África y América. Por culpa de Fidel Cuba avanza desmedidamente en la medicina. Por su culpa sabemos para qué sirve la OEA.
Se fue Fidel a su cabal infierno. Allí se estará asando y se soltará con sus largos discursos, con sus cifras, con sus datos, con sus odios al imperialismo. Despotricará contra todos. Pero allí nadie lo perseguirá por lo que dice, no habrá un Kissinger que contrate asesinos a sueldo para matarlo, ni un Nixon que lo desacredite. Ni siquiera un Trump, con su ignorancia y su mal gusto, que lo amenace. En el infierno nadie amenaza y si no dejaría de ser infierno, sería también Tierra. Fidel Castro podrá hablar y extender su verbo por mucho tiempo y su recuerdo será tan imperecedero como el de otros posibles habitantes de su postrer destino. Seguro allá estará con Patricio Lumumba, Mandela y Gandhi, y con Charles Chaplin y Cantinflas. Allá estará con los buenos poetas —los malditos—, y con pintores como El Bosco o Picasso. Allá estará con Frank Sinatra y con los grandes tenores y también con científicos, con hombres y mujeres ilustres, y las parrandas serán eternas, pues nadie querrá irse. Y habrá comunicación directa con el paraíso, sin chuzadas ni caídas de las llamadas, ni costosos minutos. Todo será un poco mejor que en este infierno en que se ha convertido este pobre y huérfano planeta. Sí, Fidel está en el infierno. ¡Se lo merecía!
*Luis Fernando García Núñez.
Periodista, profesor y escritor.