Duelos
Sergio G. Lizárraga (Argentina)
I
Desde la ventana entreabierta,
el viento delimita en la cama
tu ausencia,
y es como tener tu lápida en la casa,
es abrazar las sábanas que ya no usas.
Es velarme en tu cuarto
porque he muerto en ti
como un yo-hijo.
II
Llorar
hasta que cada lágrima,
de un solo tajo,
se sangre arena.
Y quede en las mejillas
coagulado el desierto,
y se lea en el rostro
la sed que trajo el viento,
y la boca de los hombres
naufragada en tormentos.
Las alas derretidas
de tanta muerte inútil,
de tanto arder
sin que se alumbre
un trazo en el cielo.
III
Es esta la lágrima que te ofrezco,
la primera que me desnuda huérfano.
La primera
que en la mejilla
hiere tu mano
ovillando las caricias.
La primera que refleja
la imagen de tu tumba.
La primera,
desde que soy otra tumba.
IV
Como un anciano
que se arrodilla
para acortar distancias
entre la caída y su muerte.
Como un joven que eleva los brazos
para ahuyentar a las hienas
que muerden los años.
Como un creyente
que se incendia de hambre
para iluminar en sus noches
el camino a las hostias.
Como un sufriente
que muerde sus venas
para humedecer la tierra
donde sepultó sus salmos.