(Mar del Plata)
La
poesía no descansa…
ni en el reposo dominguero.
El agua tampoco.
Una ola abre camino,
la segunda se anima,
va más adelante,
y la tercera rompe
sobre las rocas, brindando
el blanco de la espuma
y una mecedora melodía.
El sonido tampoco descansa:
cierto ritmo irregular
parte de la casi quietud
y preanuncia el
enérgico movimiento: la rompiente.
La escollera penetra en el mar,
atrevida,
y cambia el rumbo
y el ritmo
del agua
y la llegada
de más
arena
a la playa.
El ojo dispara y registra
la magnificencia de este
pequeño rincón,
muestrario del gran océano,
con su misterio
encerrado
en el movimiento
permanente.
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extensos; máximo 30 versos.