El perro vagabundo
(Fragmento)
Héctor Cediel
Con la lascivia del reproductor muerdo tu piel
Me aferro a la crin del placer galopero
Para susurrarte con amor palabras sucias
Evitando así que se espanten las mariposas
Del ensueño y la magia amorosa
Te poseo con la fuerza roja del macho-bestia
Podrías llamarme hombre-toro, el hombre-caballo
El yunque, el padrote o el viril martillo
Mientras la melancolía de la melodía de un jazz
Le lleva el ritmo a las alas de nuestros ensueños
Las sombras danzan y se proyectan
Cuando les damos la espalda a la tierra y a las estrellas
Me hechizo con las figuras que inventamos
Cuando nos embriagamos con las fantasmas del aquelarre
Quiero introducirme bajo la badana sensual de tu cuerpo
Con las tentaciones de la piel de fuego del pecado
Y aferrarme con sevicia a tu satánica desnudez
Hasta sentir y vivir la demencia de la serpiente
Siento como el sudor desnudo te embriaga y posee
Eres un delicioso manantial surgente de lo prohibido
Tiemblas cual luciérnaga por los fosforescentes besos
Eres incapaz de decirle basta al fluir de tus ansiedades
Eres rio de agua viva, de fuego, de frescor ardido
Quebrada, cascada, marejada, rio y mar
Superamos los límites del clímax antes de hacerte lluvia
Agotamos la imaginación y la demencia gracias al croar
Ronco y sensual de los pétalos violados de la rosa
Hacia tanto que mis sentidos no se desbocaban
Como una estampida de potros salvajes
Con las manos crispadas hurgabas el viento
Para que llovieran estrellas y tragártelas cual manzanas…
¡Al fin nos abrigó el cansancio
Con un leve y hondo olvido!