Por: Esteban Carlos Mejía/ Nota enviada por el autor
La Fiesta del Libro y la Cultura de Medellín fue un éxito resonante.
Miles de asistentes. Decenas de autores en su salsa, digo, en su tinta. Lectores de todas las especies, felices y dichosos. ¡Un golazo! Honores y larga vida al director, Juan Diego Mejía, y a su equipo.
Comparto algo de lo que vi. Estuve en el lanzamiento de El país imaginado, (Impedimenta), del escritor argentino Eduardo Berti, una novela exquisita, narrada con sutileza e ingenio. Es la historia de amor de dos muchachitas en China, antes de Mao. Berti —como su compatriota Leopoldo Brizuela— es digno continuador de Borges, Cortázar y Piglia.
El chileno Carlos Franz y el colombianísimo Alberto Salcedo Ramos charlaron sobre la vida, mejor dicho, se empecinaron en un jocoso diálogo sobre la muerte que, bien sabido, está en todas partes. Franz, creador de Pampa Hundida, territorio ficticio al estilo de Macondo, Comala o Santa María, es un narrador inteligente y refinado, que libro a libro se da a conocer por Latinoamérica. Y Salcedo encanta con sus crónicas portentosas y neosurrealistas.
Siglo del Hombre Editores lanzó Asedios a la palabra, de Juan Manuel Roca: poética más poemas: una charla erudita, sin ahogos ni afanes, sazonada con los versos del poeta, cada vez más precisos, más pugnaces, más imperdibles.
Tres jóvenes cuentistas antioqueños —Janeth Posada, Juan Fernando Ramírez y Cristian Romero— contaron sus experiencias sobre el arte de escribir. Leyeron algunos textos, muy distintos entre sí, lo cual, en mi opinión, es magnífica señal, pues la literatura es, o debe ser, diversa y libre.
Ruega por nosotros (Ediciones B), de Alfonso Carvajal , es un crimen que se volvió libro. Basado en hechos reales, ficcionaliza el pacto suicida de dos sacerdotes homosexuales en Bogotá, que pagan con la vida su pasión carnal y su lealtad a Cristo. Una novela de amor, relatada con muchísimo respeto.
Ricardo Cano Gaviria se largó de Medellín en 1966 y se fue a vivir la vida que la literatura le tenía reservada. Primero en París y más tarde en Barcelona, ha elaborado una obra robusta y penetrante. Por ejemplo, su novela La puerta del infierno (Sílaba Editores), de la que habló tangencialmente, es sofisticada desde su concepción hasta su cocción de filigrana.
Fui también al lanzamiento de Tríptico de la infamia, de Pablo Montoya (Literatura Random House), ganadora del Premio Rómulo Gallegos 2015. Pablo reiteró que le “atraen más la incredulidad y la reserva que la ingenuidad y el ditirambo”, y eso se nota en su actitud ante las tentaciones de la farándula editorial.
Mi broche de oro fue la presentación de El as bajo la manga (Semana Libros), de Daniel Samper Ospina. Don Daniel es un maestro de la sátira política. Con perspicacia y destreza incomparables se burla de todos, empezando por él, obvio. Fue una hora y media de carcajadas tras carcajadas, un regalo de agudezas, ironías y sarcasmos: no quedó títere con cabeza.
La Fiesta del Libro estuvo buenísima, repito. ¿Qué le deparará el alcalde que llegue? “Dios proveerá”, como decían mis tías. Por ahora, no invoquemos el abismo…