El artista y su exposición fotográfica, ‘El Agua que Fluye’
Gota a gota, con Enrique Patiño
Por: Ricardo Rondón Ch. “Soy yo, indefenso, real y conectado con el origen de todo lo que existe”: la premisa fluye del poeta gráfico, inmerso en el océano de sus elucubraciones y en una carta de navegación que avanza desde los tiempos de la infancia, cuando en su natal Santa Marta realizaba su primera comunión con el líquido vital, con un San Juan protector que es el amigo imaginario que todo niño abriga en el reino de sus fantasías.
Enrique Patiño, consagrado periodista, escritor en ciernes, y fotógrafo revelación, nos invita, con su exposición, ‘El Agua que Fluye’ (que se inauguró anoche en el Hotel Lancaster, de Bogotá), a hacer una concesión íntima y reflexiva con ese recurso que se agota día a día en un planeta cada vez más atrofiado y demolido por la ignorancia y la mano depredadora del hombre.
No se trata de proselitismo ecológico ni de una campaña mediática emergente para hacer hincapié en la crisis, sino de una propuesta conceptual, artística, de profundas lecturas, y en blanco y negro, que relaciona lo femenino con el agua en su contacto, como origen de vida y salvedad de la especie humana, y de todas las especies.
Patiño, autor de ‘Sed’, su primera novela, nos pone al tanto, en sus palabras, de la intención y el contenido de su muestra fotográfica, donde el milagro del agua es esencia y protagonista:
“No hay persona que no se transforme cuando entra en contacto con el agua. En la ducha, en el mar, en los ríos, la gente asume una actitud de contemplación reverencial o de súbito goce ante la presencia del elemento. Si somos agua por origen y por composición, si hemos definido el mundo y nuestro lenguaje a partir de sus términos, si ha determinado la agricultura y las ciudades, permitido la exploración y la conquista, provocado la muerte y permitido el surgimiento de nuevas especies, alterado los ciclos y determinado las migraciones, entonces ¿por qué no darle un sentido estético que nos involucre, nos comprometa con ella y nos recuerde que también somos gota, oleaje, inmersión, marea, agua, cuerpo de agua, isla, acantilado o río?
El agua en esta exposición va más allá de un discurso político o ambientalista, de una consigna de conservación justificadamente alarmista o de una exaltación de sus virtudes. Es, por el contrario, una interpretación desde el ser humano de lo que es o significa su presencia. Nosotros como el agua. Nosotros de vuelta al líquido para rendirle una explícita reverencia y para entenderla de una forma distinta, esta vez no a partir del elemento que nos transforma sino del ser humano que transforma al elemento y es parte de él para interpretarlo con libertad”.
Lo entrevistamos.
– ¿Cuál es el agua en su estado más puro que conoces?
– El agua de las profundidades del océano.
– ¿La misma agua que te sorprendió cuando eras niño, desde la puerta de la tienda de tus padres, en Santa Marta?
– Sí, con el sabor salobre y el brillo de la luna y el sol cuando caían en el crepúsculo.
– ¿Sobra preguntarte que tu cómic de niño era ‘Acuaman’?
– Entre muchos otros, sí, sin dejar por fuera a Kalimán, y a mi heroína Mafalda.
– ¿Has sentido siempre ese temor que muchas personas tienen por el mar?
– Lo respeto profundamente, como respeta uno a quien ama.
– ¿Cuál es el mar más bello que conoces?
– El del Caribe cubano y el de Ushuaia, en Argentina, que era tan frío que era imposible entrar, pero estaba lleno de vida.
– ¿Y el más extraño?
– El mar de Hamburgo, en Alemania: triste, gélido y ni siquiera melancólico.
– ¿Existe el mar de los siete colores?
– Yo he alcanzado a ver cinco, pero bajo la superficie hay mucho más de siete.
– ¿Cuánto hace que practicas buceo?
– Desde que una ola a los tres años me arrastró por la arena y un hermano mío me ayudó a hundirme en ella, sin miedo.
– ¿Y qué es lo más sorprendente que has visto en las profundidades?
– La soledad y el silencio que se sienten y que nos hacen entender que somos una gota en el océano.
– ¿Y de esas criaturas fabulosas?
– Alguna vez en el mar del Tayrona, cuando observé un pez volador que desplegó sus alas a pocos metros de donde yo estaba. Fue algo que me llenó de profunda emoción. También hace poco, cuando nadé con un león marino en Galápagos.
– ¿Has corrido riesgos extremos por el agua?
– Hasta ahora no porque he aprendido a entender los ciclos del agua, y sé cuando llegar a ella, o cuando retirarme.
– Barba Jacob habla en uno de sus poemas, no se sí es Acuarimántima, de ‘las hablas de agua’. ¿Cómo son tus monólogos acuáticos?
– Son momentos de creación, incluso cuando estoy lejos del mar, en Bogotá, siento que la única manera de generar alguna idea, es subir al igual que el líquido vital.
– ¿Y has ido a contracorriente como el salmón?
– Entre más pasan los años más me vuelvo terco, obstinado, y más quiero retornar al lugar de origen.
– ¿De qué pozo nace la idea de esta exposición, ‘El Agua que Fluye’?
– Nace de la relación que tiene el agua con lo femenino, y de cómo la mujer, el ser humano, puede representar el agua en todo lo que hace.
– Adriana Lucía, Natalia Bedoya, Martina García, Alejandra Borrero, entre otras de tus invitadas a esta exposición, ¿obedecen a un proceso selectivo o fue un antojo desprevenido?
– Fue un antojo de trabajar con ellas, porque son personas que, como el agua, fluyen, y gracias a ellas las imágenes se revelaron más poderosas.
– ¿En el escenario fotográfico, llevabas un libreto a mano o todo fluyó deliberadamente?
– Siempre había una idea previa, pero el agua no se deja moldear por nadie, así que el resultado final fue una sorpresa.
– ¿Cuál es en tu parecer la foto más líquida de tu exposición?
– Una que le hice a Natalia Bedoya, en la que está flotando totalmente relajada, como un alga a merced de la marea.
– ¿Y la más poética?
– Donde aparece Alejandra Borrero, que se llama ‘Ahogo’, que representa la angustia de quedarse sin agua, que es lo mismo que quedarse sin aire.
– ¿Esta exposición va a ser itinerante, como las de FotoMuseo?
– Esa es la idea, que siga creciendo y que involucre mucha más gente.
– A propósito, ya tienes una novela entre manos con el tema del agua: ‘Sed’. ¿Cuando va a estar en manos de los lectores?
– Esperemos que pronto: parafraseando a Luigi Pirandello, estoy en busca de editor.
– ¿Esa es la sed que por estos días más te acosa?
– Totalmente, la sed de seguir contando historias, ya sea con una cámara o con palabras.
– Si ahora mismo te digo, ‘pinta la sed’, ¿qué harías?
– Pintaría un escenario en el que todos los actores se olvidan del parlamento por buscar un vaso de agua, y calmar lo único que les importa.
– ¿Qué calma tu sed?
– Volver a las aguas tranquilas de mi hogar.
– Que no son las mismas ‘aguas mansas’, ¿verdad?
– De las ‘aguas mansas’ sí es necesario librarnos, porque al final se estanca y estanca toda la vida que hay en ellas.
– ¿Todavía te pegas al grifo como cuando eras niño?
– Sí, pero hay un placer aún mayor, que es cuando me baño bajo el sol con la manguera.
– ¿Quién eres bajo la ducha?
– Soy yo, indefenso, real y conectado con el origen de todo lo que existe.
– ¿No has sentido la sombra siniestra de ‘Psicosis’ (Alfred Hitchcock)?
– La he sentido, como también la aleta amenazante de ‘Tiburón’, que me ahuyentó del mar casi por tres años.
– ¿Qué es una gota de agua, Enrique?
– Somos nosotros en este mundo, pero nos creemos y contaminamos tanto, que más parecemos una mancha de petróleo.
– ¿Cuándo fue la última vez que te tragaste tus lágrimas?
– Cada sueño frustrado es una lágrima tragada, y de esas he bebido muchas, pero me las seco y sigo avanzando.
– ¿Cuántas veces te ha tocado decir, ‘de esta agua no beberé’?
– Muchas veces, más de las que quisiera, pero de vez en cuando tomo algún sorbo.
– ¿Y te has ahogado en un vaso de agua?
– Sí, pero alguna salvavidas ha estado presta a mi rescate.
– ¿Agua que no has de beber, déjala correr?…
– Definitivamente, siempre hay una agua más refrescante.