Entrevista, Juan José Gaviria, Simón Ospina

No. 6.145, Bogotá, Miércoles 29 de Agosto del 2012 
¿Y para qué tantos libros de tantos colores si llenos de polvo están? 
Jacques Rivet 

Juan José Gaviria
Simón Ospina 

¡Contra la pared! 
El reto del novelista es crear un universo ficticio con una verdad propia 
Por: Jorge Consuegra (Libros y Letras
Escribir una novela a cuatro manos no es una labor fácil, así los autores sean grande amigos, compinches de la vida y conocedores de sus fortalezas y debilidades. Y aunque -como en el caso de Juan José Gaviria y Simón Ospina-, que han sido más que compañeros y colegas a lo largo de los años, que se conocen al dedillo sus gustos y pasatiempos, sentarse a escribir una obra no es fácil. 
Los dos estudiaron Derecho y por esas cosas extrañas de la vida, ninguno de los dos ejerció, sino que se dedicaron a otras actividades que los fueron alejando de los códigos y los estrados. Hoy sólo se acuerdan con nostalgia de lo que fue la universidad, los largos exámenes en donde los profesores les exprimían el cerebro preguntando en forma confusa y capciosamente, decenas de normas, acuerdos, leyes, incisos… 
Un día cualquiera, mientras trataban de sacarle el cuerpo al aplastante sol de Medellín, surgió la idea de escribir una novela a partir de un hecho real: un asesinato que conmovió no sólo a los amigos y familiares de los occisos, sino a toda la ciudad casi sin excepción. Fue tan sonado el hecho, que despertó en ellos ese gusanito de la curiosidad y empezaron a indagar, sin pensar en que iban a terminar escribiendo Para matar a un amigo. 
Y la novela salió, casi como por arte de magia, pues después de varios meses de escribir, borrar, volver a empezar y corregir, hasta que se salió la novela y se dedicaron al peor de los ejercicios de un escritor: pulir. Porque pulir significa sacrificar personajes, cuadros, escenas diálogos, contextos y ninguno de los dos lo que quería hacer, pero ya había un compromiso de terminarla costara lo que costara. 
Dialogar casi simultáneamente con los dos no fue fácil, pero…tampoco imposible. 
– ¿Qué los impulsó a estudiar Derecho? 
– No hay una razón evidente. Compartimos una visión individualista y libertaria que nos alejaba de la necesidad de convertirnos en defensores de derechos en todos los ámbitos. Sin duda, la influencia paterna fue fundamental en ambos casos. No tanto porque nuestros padres nos hubieran inculcado esa profesión, sino porque ambos apreciábamos la forma en que ellos vivían. Finalmente, sus vidas son un ejercicio continuo de libertad. 
– ¿Qué los desilusionó? 
– El ejercicio del Derecho no tiene nada que ver con las teorías de la facultad. Muchas veces, en el devenir cotidiano de una oficina de abogados, no hay siquiera espacio para la argumentación, que es lo más fascinante de esa profesión. Un abogado termina siendo un tramitador. 
– ¿Qué fue lo mejor de haber pasado por la Universidad? 
– La universidad es el espacio en el que la personalidad acaba de perfilarse. Es allí donde uno empieza a ejercer su carácter libremente. Eso fue para nosotros. 
– ¿Qué libros -de literatura especialmente- los enamoraron a lo largo de sus vidas? 
– Siempre hemos pensado que nuestra amistad literaria empezó con lo que nos hizo sentir Sin remedio, la novela de Antonio Caballero. Esa lectura llegó en un momento fundamental, cuando dejábamos de ser adolescentes y empezábamos a convertirnos en adultos. Sin embargo, no quisiéramos hacer una lista de lecturas compartidas, finalmente leer es una actividad solitaria. 

La novela es un género absolutamente incompatible con la verdad histórica. Nuestro trabajo de construcción de personajes, de escenas, de atmósferas resulta en una verdadera mentira. Sin embargo, la sensación de verosimilitud que ha producido en los lectores nos llena de satisfacción.


– ¿Cómo ven la literatura colombiana actual? 
– En nuestra generación hay un montón de autores que echan por tierra el discurso apocalíptico del fin de los libros y de la lectura. Juan Esteban Constaín, Luis Fernando Charry, Andrés Felipe Solano o Andrés Burgos son una buena muestra de lo que decimos. 
– ¿Creen que la literatura colombiana realmente ha avanzado en los últimos años? 
– ¿La literatura avanza? Creemos que el progreso es un asunto práctico, no espiritual. Simplemente hay momentos extraños, coincidencias inexplicables que hacen que una generación se destaque sobre otras. El boom no es el resultado de un proceso ascendente, la coronación de un proceso. Si hubiera sido así, todo lo escrito después de García Márquez, Vargas Llosa y Carlos Fuentes tendría que haber sido mejor que lo escrito por ellos. 
– Cuando les pregunto que si “avanza la literatura” es porque a veces pasan años y años y no hay creación y producción literaria, es como una calma chicha en donde salen novelas insoportablemente leves… 
– Sí, efectivamente hay períodos de letargo, es como si la Historia en general fuera una cosa cíclica. La creación literaria no es una excepción, hay “siglos de oro” y décadas de silencio o mediocridad. 
– ¿A quiénes destacan en la literatura colombiana actual? 
– Arriba mencionamos algunos que pertenecen a nuestra generación. Sin embargo, compartimos admiración por Fernando Vallejo, Tomás González, Antonio Caballero y, aunque menos conocido pero igualmente potente desde el punto de vista literario, Eduardo Peláez Vallejo
– ¿Qué creen de la Novela Negra? 
– Nos ha sorprendido que nos tengan por escritores de Novela Negra. Ninguno de los dos es un lector habitual de este género, mucho menos un conocedor del canon de ese género. Es increíble para nosotros sabernos parte de un “club” al que no presentamos solicitud de ingreso. Es magnífico. 
– ¿Por qué la Novela Negra en Colombia aún no ha tomado la fuerza que tiene en otros países? 
– Como arriba dijimos, no somos cultores del género. No sabríamos explicar qué hace que la Novela Negra sea tan prolífica en algunas culturas y tan escasa en otras. Escribir nuestra novela no fue una decisión consciente. Nosotros queríamos contar una historia, crear un mundo ficticio con tanta fuerza de verosimilitud que al final se sitiera real, queríamos trasladar nuestras impresiones de la ciudad a una novela y ese intento resultó en un texto que ahora clasifican como Novela Negra. 
– ¿Qué tanto tiene de realidad Para matar a un amigo y qué tanto de ficción? 
– Nuestra novela se basa en hechos reales. Sin embargo, se trata de una ficción en todo el sentido de la palabra. Como dice Vargas Llosa, la novela es un género absolutamente incompatible con la verdad histórica. Nuestro trabajo de construcción de personajes, de escenas, de atmósferas resulta en una verdadera mentira. Sin embargo, la sensación de verosimilitud que ha producido en los lectores nos llena de satisfacción. El reto del novelista es crear un universo ficticio con una verdad propia. 
– ¿Ha habido reacciones en Medellín sobre la obra? 
– Apenas llevamos un mes en las librerías y ya ha habido reacciones muy intensas sobre nuestro libro. Hace poco recibimos un mensaje de un lector que decía que Para matar a un amigo es para alguien de su generación lo más parecido a una biografía. Creemos que la ciudad se mira al espejo en nuestra novela. 
– ¿Están listos para arrancar con otra novela? 
– Todavía no sabemos qué pasará. Nos ha sorprendido el éxito inicial de nuestro libro y apenas estamos digiriéndolo. Quién sabe dónde caerá este globo. 

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