Un café en Buenos Aires con Marco Tulio Aguilera

Marco Tulio Aguilera
Marco Tulio Aguilera

Por: Pablo Di Marco / Argentina / Especial para Libros y Letra

En tiempos en que los escritores parecieran sonrientes relacionistas públicos que mendigan la aprobación de lectores, periodistas y editores, Marco Tulio Aguilera pertenece a una raza en extinción: la de los lobos solitarios.

Conocí a Aguilera en 2012 durante la celebración de un premio de novela. Pocos escritores despertaron en mí un impacto tan profundo. Cabrón, seductor, brillante, depresivo, exultante, terco, egocéntrico… en fin, de esos tipos que despiertan amores y odios en partes iguales (más odios que amores, a decir verdad). Al momento de las despedidas le prometí que volveríamos a vernos muy pronto. Cinco años después aún no pude cumplir mi promesa, pero jamás dejamos de estar en contacto. Es más, Aguilera ha tenido más de una vez la humildad de hacerme llegar sus libros a poco de concluida su escritura para que yo le dé mi parecer, un gesto infrecuente en un autor de su peso.

Pocos días atrás su novela Formas de la luz se ha alzado con el Premio Bellas Artes de Novela de México. Me pregunto si ese premio le aplacará ciertas ansiedades, si calmará a la bestia deseosa de reconocimiento que arde en Marco Tulio. Aprovecharé esta entrevista para preguntárselo. Y de paso aprovecharé esta introducción para decirle que sus lectores no precisamos de ningún premio para saber que la suya es una de las obras más significativas que ha brindado Colombia en los últimos cuarenta años. Y para pedirle que siga siendo lobo solitario hasta el final. Ya estamos llenos de escritores disfrazados con piel de cordero.

—Recibiste una importante cantidad de premios literarios, pero intuyo que este último te llega en un momento particular tanto de tu vida como de tu carrera literaria.

Cuando uno llega a una edad como la que tengo, 68 años, se pregunta qué tanto queda por delante, se pregunta si uno tiene el entusiasmo, el poder, el talento intacto para emprender obras de calidad o superiores a las que ya ha producido; se pregunta si el mundo actual aceptará los nuevos productos con entusiasmo o si comenzarán a ser relegados por las obras de los nuevos escritores que tienen nuevas temáticas, nuevas técnicas nuevos instrumentos para divulgar sus trabajos. Cuando decidí que mi novela inédita participara en el Premio Bellas Artes de México lo hice para medirme con la sangre nueva y calibrar si todavía soy competitivo en el mundo actual. El hecho de que le hayan dado el premio me prueba de que estoy vivo, muy vivo, y que mis neuronas funcionan a todo vapor, como funciona mi cuerpo… Porque, como sabes, soy nadador máster a mis tercos 68 años —cumpliré los 69 en febrero—; soy subcampeón nacional de México de 50 metros libres y campeón de Aguas Abiertas, 1500 metros, nadados en el mar de Cancún el año pasado.

—Competir es parte de tu personalidad, ¿no es así?

Siempre me ha gustado competir, lo que para algunos representa un defecto. Para mí la competencia es parte del entusiasmo de vivir. Yo comencé siendo atleta de semifondo, luego basquetbolista y ahora nadador. Hay un filósofo griego que dijo “dénme un hombre que lleve una buena dieta, haga deporte, y yo me comprometo a que cumpla 140 años”.

—Muchas veces te escuché enojado con el “mundo de los libros”. ¿Creés que este premio te aplacará ciertas ansiedades, o la bestia seguirá suelta?

Bestia hasta morir.

Marco Tulio Aguilera
Marco Tulio Aguilera

—No esperaba otra respuesta. Háblame sobre Formas de luz, la novela premiada.
Es una novela dura, difícil, intensa, ágil, en la que toco los temas básicos de la naturaleza humana, de la masculina y la femenina —porque estoy convencido de que hay una y otra, bien diferenciadas—, trata sobre la traición, el amor, el erotismo, el mal, la nobleza y la infamia. Es una novela tan terrible que me gustaría desaparecer del mundo civilizado cuando se publique.

—Me gusta ese último comentario. Yo tengo una novela por escribir, pero solo podré hacerlo el día que se mueran todos los que me rodean. Vos sabés, la escritura, la verdad y los afectos conforman un triángulo doloroso. Vamos a otro tema. ¿Sos mejor escritor de lo que eras veinte o treinta años atrás? Yo, que estoy lejos de tu experiencia, siento que lo que escribí hasta acá de muy poco me sirve a la hora de comenzar una nueva novela. Como si escribir fuese un permanente comenzar de cero.
Yo sí creo que soy mejor que cuando comenzaba o que en cualquier momento de mi pasado. He acumulado conocimiento, técnicas, habilidades, saberes que no tenía. Por eso siempre corrijo mis obras para ediciones posteriores, lo que es una práctica muy infrecuente entre los escritores. A mi primera novela Breve historia de todas las cosas, publicada en Ediciones La Flor de Buenos Aires cuando yo tenía 25 años, le aumenté 200 páginas, le cambié el título, y a juzgar por la crítica mejoró.

—Tengo mis dudas sobre si a vos de verdad te importa lo que piensa la crítica, pero lo dejaré para una próxima entrevista. ¿Se publica a los mejores, Marco Tulio? ¿O el mundo de los libros funciona de manera que el escritor que pretende visibilidad está obligado a volverse un payaso relacionista público de sí mismo?

No se publica a los mejores. Los mejores están inéditos. 95 % de lo que publican las grandes editoriales es basura. Incluso los grandes premios —los que no me dan a mí, aclaro— resultan ser basura reciclada.

—Hablando de premios… Hay una historia que no todos conocen. Varios años atrás una de tus novelas estuvo a punto de recibir uno de los premios más importantes de España. Pero a último momento algo se interpuso. Si te animás a contarle esa historia a nuestros lectores te invito dos cervezas.

Con pelos y señales: el Premio Alfaguara en el año 2000 estaba entre Poniatowska y Marco Tulio. La editora de Alfaguara México me invitó a su oficina en la Ciudad de México a informarme de este asunto. Y me dijo algo muy sospechoso: “Incluso si no ganas vamos a publicar todos tus libros anteriores y los que vengan”. Y luego agregó: “Pero tienes que comprometerte a no divulgar este asunto”. Pasado el tiempo, ganó Poniatowska con una novela que unánimemente fue ignorada o vapuleada por la crítica. Una novela pésima, floja, mal escrita. Con el paso del tiempo comenzaron a llegarme noticias de los manejos por debajo de cuerda, de la violación de las cláusulas del concurso —en principio se violó el anonimato—, de las negociaciones con un miembro del jurado para que descalificara mi obra. Entonces yo hice pública mi inconformidad… Lo que en verdad a nadie le importó. Y Alfaguara obviamente ya no quiso publicarme mis otros libros. Sí publicó casi a escondidas mi novela secretamente finalista, El amor y la muerte, que recibió crítica extraordinariamente positiva. Y una vez agotada la edición no quiso hacer una nueva edición, ni sacar ediciones fuera de Colombia, mucho menos en España, donde las comparaciones habrían sido inevitables y perjudiciales para Poniatowska… Poniatowska, que años después recibiría un muy cuestionado Premio Cervantes… Lo que me reafirma en la convicción, poco original por cierto, de que los premios grandes los comparan las trasnacionales.

—Vamos terminando. Te regalo la posibilidad de invitar a tomar un café a cualquier artista de cualquier época. Contame quién sería, a qué bar lo llevarías y qué pregunta le harías.

Me gustaría emborracharme con Bukowski y Rubem Fonseca, a ver quién cae primero.

—Ellos caerían antes que vos, Marco Tulio. Hasta Bukowski caería derrotado ante el lobo solitario, la bestia literaria y el competidor nato que hay en vos.

Pablo Hernán Di Marco

* Pablo Hernán Di Marco.

Desde Buenos Aires trabaja vía internet en la corrección de estilo de cuentos y novelas. Autor de las novelas Las horas derramadas, Tríptico del desamparo y Espiral. Colaborador de la editorial Ojo de Poeta y columnista de la revista cultural Libros & Letras. Leer más AQUÍ

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