La escritora Teresita Goyeneche habla de su libro “La personalidad de los pelícanos”

Teresita Goyeneche, foto de Rafael Bossio

La autora Teresita Goyeneche habló con Libros & Letras en el Hay Festival Cartagena sobre el proceso de escritura de su primera obra.


En el marco de la reciente edición de Hay Festival nos sentamos con la escritora Teresita Goyeneche (Cartagena, 1985) para hablar de su libro La personalidad de los pelícanos (Tusquets, 2022), una crónica en primera persona sobre la vida de la autora en su ciudad natal. Se trata de un paralelo entre la crianza cartagenera de los ochenta y los noventa y el devenir político de una ciudad colonial, clasista, racista y corrupta desde su fundación. La escritora viajó a Nueva York para hacer una maestría en Escritura Creativa que le permitiera tomar distancia en muchos aspectos y le diera las bases para poder contar la historia que sentía era su deber narrar. Goyeneche relata y da sentido a las relaciones de amor, odio, frustración y añoranza que a veces tenemos con las tierras a las que llamamos nuestras. 

“Cuando empecé a indagar en mi propia historia de ciudad, o ficción de ciudad, agarraba en el aire elementos que encendían mis ganas de volver corriendo a ella o que me convencían de no regresar”.

“Dejé de ver la riqueza histórica de la arquitectura e ingeniería de Cartagena y empecé a ver la piedra inerte y frívola. Ver la muralla suscitaba en mi lo mismo que una pieza de imitación, la herramienta de validación chimba de una heroicidad inexistente. ¿Qué tenían de heroicas esas calles turísticas llenas de jóvenes prostitutas? Muchas, mujeres que solo podían pagar para estar ahí, tocando ese piso de cinco siglos, porque vendían su sexo a ese sistema podrido del que nos lucrábamos todos los cómodos”.

A continuación, una conversación con la escritora.

-¿Solo es posible escribir sobre el hogar cuando se está lejos? ¿La distancia es lo único que puede brindarnos perspectiva?

No solo la distancia puede brindarnos perspectiva, y esa distancia no necesariamente tiene que ser geográfica. Pero definitivamente facilita mucho las cosas poder tomarla, y siempre pienso que es un enorme privilegio que yo tuve para poder pensar con calma y sin distracciones. Lo que pasa es que, si nunca tomas ni distancia física o mental te cuesta mucho darte cuenta de cosas que son normalizadas, pero también normativas, y que te rodean. 

– ¿Hay alguna forma de escribir sobre el hogar o la familia sin estar lejos?

Muchas de las cosas que están en el libro las escribí aquí en casa, donde estoy ahora, que es la casa de mi madre, la casa del libro. Mucho de lo que está en el libro lo recogí, sobre todo de las personas de las que estoy rodeada, de personajes que tenía desde hace varios años. Todo el capítulo cuatro, por ejemplo, que es sobre mi relación con mi abuela y con volver a casa como adulta, y también sobre irse y estar lejos, porque también era la historia de mi abuela.  Ese capítulo lo escribí en 2014, en un diario que titulé “14 días en el cuarto de mi abuela”. Era como un diario que yo llevaba sobre lo que estaba sintiendo en ese momento. Entonces sí creo que escribir sobre la casa y sobre la familia es posible hacerlo desde aquí, y fue fundamental para que la casa fuera una casa de verdad, no imaginaria, sino un lugar con olores, sensaciones: el color de las paredes, el televisor recién colgado, el olor a canela del ambientador de mi madre. Aquellos fragmentos tuvieron que ser escritos aquí.

-Este libro fue una tesis de maestría en una universidad en EE. UU. ¿Cómo o de quién vino la idea de presentarlo después a una editorial para su publicación?


Teresita Goyeneche, foto por Rafael Bossio
Teresita Goyeneche, foto por Rafael Bossio

“La visión de la niña fue posible gracias a la cantidad de fotos que tiene mi madre en casa. Porque en la niña yo quería contar la historia de la infancia caribeña. En la niña y en la adolescente yo quería contar el origen de muchas cosas”


Todo de mí. Porque para un autor joven, nuevo –yo no soy tan joven pero sí soy nueva–, para un autor novel, cuyo club de fans son su papá y su mamá, la decisión y la determinación de llevar un proyecto a este tipo de destino, es asunto de uno, y de tener la convicción de que esto es posible. Cuando decidí hacer la maestría, yo sabía lo que quería escribir. Margarita García Robayo lo dijo en nuestra charla: “Yo no sabía qué quería escribir, pero sabía que quería escribir”. En mi caso yo sabía de qué quería escribir. Y no solamente de qué, sino lo que quería que este libro fuera, y sorprendentemente está siendo muchas de esas cosas que pretendía. Entonces hice la tesis, entregué el capítulo uno, el dos y parcialmente el cuarto. Al día siguiente di a luz a mi hija y luego vino la pandemia. Durante ese periodo terminé de escribir el capítulo tres y el cinco. Fue espectacular hacer una maestría mientras estaba escribiendo un libro, porque tuve retroalimentación de escritores increíbles y de gente muy aguda con su lectura. Luego caí en las manos de un editor fantástico que es Andrés Grillo, que también creyó mucho en el proyecto, lo llevó hasta el final y lo ha puesto en todas partes para que la gente lea esta historia que me parece importante.

-Entonces, ¿la tesis fue un fragmento de lo que es este libro?, ¿lo demás lo agregaste después?

La introducción cambió muchas veces; era la parte más difícil. Cogí el texto que estaba escrito en inglés y me tocó traducirlo; aunque sea mi propio libro, traducirse a uno mismo es una cosa dificilísima. Además, sentía que la primera versión era acartonada, fea, poco interesante por el lenguaje. Mucho antes de llegar a Tusquets hubo muchas ediciones; no solo eso, sino que yo participé después de un par de años, un año y medio luego de haber salido de la maestría, en el laboratorio de creación de este colectivo de editoriales independientes, un proyecto de Pedro Lemus (editor de Laguna Libros) y Alejandra Algorta (Cardumen). También estuve trabajando con el editor Mauricio Gaviria, quien me ayudó a leer los dos primeros capítulos. En ese laboratorio, obviamente, destruyeron la introducción. Tuvo muchos procesos de edición; creo que, de nuevo, si yo hubiera sido una autora consagrada, probablemente este ejercicio uno a uno con el editor hubiera sido distinto, pero cuando Grillo recibió el libro ya el manuscrito estaba prácticamente terminado; había pasado por muchas lecturas.  

-¿Entonces le debes a Andrés Grillo gran parte del estado en que quedó La personalidad de los pelícanos?

Andrés recibió el manuscrito casi terminado, aunque sin un final; todavía no había cerrado el libro porque se termina casi que en tiempo real. Andrés lo recibió, hizo algunos ajustes gramaticales, de estilo, algunas preguntas sobre el texto, pero sobre todo me ayudó a encontrar un final. Me dijo exactamente: “Encuentra en tus recuerdos una imagen parecida a esta”. Y esa fue la imagen que cerró. En un párrafo sobre mi padre, en la laguna viendo un pelícano, Andrés me dijo: “Escribe un párrafo en el que nos des la imagen y así el lector entra de una, sabiendo de qué se trata La personalidad de los pelícanos, el porqué del título”. Porque en algún momento había dicho de pronto este no es el título y tuvo que leerlo por segunda vez para entender que sí lo era y que había que dejarlo quieto. Fue muy interesante el ejercicio de la editorial, el acompañamiento previo y el que viene después.

-En La personalidad de los pelícanos se muestra el cambio de perspectiva sobre Cartagena: primero la niña que mira todo con ojos inocentes y luego la adulta que reconoce la corrupción y podredumbre que carcome la ciudad. ¿Cómo hiciste para encontrar y narrar el balance entre esas dos visiones?

La visión de la niña fue posible gracias a la cantidad de fotos que tiene mi madre en casa. Porque en la niña yo quería contar la historia de la infancia caribeña. En la niña y en la adolescente yo quería contar el origen de muchas cosas. Ayer dije algo en la charla que creo que es muy pertinente para lo que estamos hablando ahora, y es que toda la parte de adulta creo que ya la tenía muy escrita porque había hecho varias crónicas que atraviesan el cuarto y el quinto capítulo. He hecho varios trabajos periodísticos que están mencionados, o por lo menos alimentan la investigación del cuarto y el quinto capítulo, que es la vida de adulta. Para poder llegar al primero y segundo capítulo fue un ejercicio de contar la ciudad en tercera persona; están la crónica de la ciudad, el ejercicio periodístico de investigación y todas esas cosas, que nos narran una historia de ciudad y luego está cómo me integro yo como parte de la historia, como una ciudadana cartagenera que está haciéndole un montón de preguntas a la ciudad, le estoy haciendo preguntas a la gente que vive en la ciudad y los estoy interpelando. En ese yo estaban todas esas preguntas que le hago a la ciudad, también me las estaba haciendo a mí misma. Entonces, ¿de dónde vienen estas cosas?, ¿de dónde viene mi interés por la ciudad? Eso quería responderlo en el primer capítulo: ¿por qué esa relación de amor y odio? Porque hay unas cosas muy específicas que han pasado y que no solamente me han pasado a mí, sino también una serie de causas anecdóticas que me fueron convirtiendo en la persona que era en el cuarto y quinto capítulo, una adulta con mucha rabia, frustración, curiosidad y mucho deseo de contestar esa gran pregunta que es cómo llegamos aquí. Tenía que preguntarme de dónde venía mi propio racismo y clasismo, cómo se manifestaban esas emociones que siento que nos atraviesan: la desidia, de dónde viene la rabia, cómo me relacionaba con esa historia política que estaba ocurriendo mientras yo crecía en esta ciudad. Trabajar con el archivo de fotos de mi madre y poder contestar en esos dos primeros capítulos de dónde venían esas cosas en mí, creo que estaba conectada con esto, con la persona que era en ese momento; por eso creo que hay dos voces ahí. Creo incluso que hay una tercera: está la infancia, la adolescencia, la adulta con todas estas preguntas y con esta frustración y esta rabia, y hay una tercera que es también una adulta optimista llena de esperanza, que es con la que se cierra el libro.  


Portada de la personalidad de los pelícanos de Teresita Goyeneche
Portada de La personalidad de los pelícanos de Teresita Goyeneche

“Fue espectacular hacer una maestría mientras estaba escribiendo un libro, porque tuve retroalimentación de escritores increíbles y de gente muy aguda con su lectura”.


-El libro también funciona como documento histórico sobre la política en Cartagena, mostrando el nivel y alcance de la corrupción desde tiempo atrás. ¿En algún momento te preocupó que te criticaran por dejar de manifiesto este lado nada favorable de su ciudad?

No, para nada. Lo que creo es que el trabajo que hice de investigación fue un trabajo de archivo de prensa que ya estaba publicada y muchas de las cosas que están ahí: datos históricos, cifras, estaban en diarios locales. Y obviamente, para pensar en los casos más sonados, a nivel nacional, estaban Semana, El Tiempo, toda la información ya había sido publicada. Mi trabajo fue consolidarlo todo en un documento, depositar toda esa información histórica en un solo documento, filado de una forma que la gente no se quisiera salir de la historia, sino que se quedara en ella y de todas maneras te viera obligado a reconocer estos casos que nos atravesaban históricamente y también a nosotros mismos. No me preocupé por eso porque a mí este libro tenía que incomodarme. Siento que de alguna forma es un libro inofensivo, precisamente porque no estoy revelando un caso de corrupción, estoy recordándote que eso pasó, que es distinto. Y para los mayores, en una ciudad como esta, todos ellos saben lo que ha pasado, ellos conocen esta historia, que a su vez está también escrita para los jóvenes, para que no se les olviden estos hechos, y para que no los repitan.

-¿Qué autores descubriste mientras estudiabas en EE. UU. que hayan cambiado tu manera de afrontar la escritura? 

Sí, claro. Margo Jefferson, mi profesora de taller, autora norteamericana, escribió un libro que se llama Negroland. Son sus memorias como una mujer que creció en la clase alta negra de Chicago en los años cuarenta y cincuenta. Periodista, feminista, fantástica, me apoyó, me hizo barra, creyó en mí, incluso a pesar de que estuviera escribiendo en inglés una historia que debía ser escrita en español, creyó en esto y además me enseñó mucho. Leslie Jamison, otra profesora también muy conocida, ensayista, escribe no ficción en primera persona, conecté mucho con ella. Durante el tiempo que estuve escribiendo el libro leí a Valeria Luiselli y la conocí. Aprendí mucho de sus dos últimos libros, Tell me How it Ends: An Essay in Forty Questions y Desierto Sonoro. Me ayudó mucho leer a Valeria para poder encontrar cómo contar a mi abuela en el cuarto capítulo. Cuando estaba recién llegada a Estados Unidos, Rick González con sus historias de Nueva York me hizo decir: quiero escribir un libro así sobre Cartagena. Durante el tiempo que estaba escribiendo el libro leí mucho sobre psicoanálisis e identidad. Tenía un maestro que se llama Joseph Mazat, que me puso lecturas incómodas sobre la identidad y en este proceso por primera vez leí a Frantz Fanon, por ejemplo. En ese aprendizaje hice el ejercicio de reconocer y vivir el duelo que pasa cuando se reconoce que uno también es racista, a pesar de creerse antirracista. Y en esa clase, gracias a Joseph y a su lectura, sarcasmo y cinismo, aprendí también a reconocer en mí todas esas cosas que yo odiaba del resto, tal vez como un espejo. 

-¿Tú crees que podemos definir La personalidad de los pelicanos como un libro de crónica? 

Creo que sí. El año pasado publiqué una crónica en El Malpensante que se llama “Volver”. La escribí mientras trabajaba en el libro, porque me dieron un fondo para hacer un viaje al pueblo de mi abuela. Yo lo quería hacer para el libro. Me dijeron que, si quería ese fondo, tenía que ir a escribir otra cosa. Esta crónica se ganó el año pasado el reconocimiento del jurado en el Premio Simón Bolívar. Yo siempre he dicho que esto es una crónica; por estar escrita en primera persona hay algunos que piensan que no lo es, pero después de ese reconocimiento y lo que he entendido que vieron en él, cada vez más pienso que esto sí es crónica, que está atravesado por el periodismo y que sin el periodismo esta historia no hubiera sido posible.  

-¿Cuáles son tus libros de crónica favoritos? 
Hay uno de Juan Villoro que me gusta mucho, se llama Safari accidental, sobre Ciudad de México, fue súper revelador para mí. Frutos extraños de Leila Guerriero. La Habana en un espejo, ese libro fue una iluminación y también Alma Guillermoprieto hablando en primera persona de su experiencia siendo periodista. Andrés Felipe Solano y Corea desde la cuerda floja también; es maravilloso cómo nos acerca a ese país que creemos tan desconocido y nos lo muestra de esa forma.