Escrito en una cara de la hoja

A quien encuentre esto…
Por Felipe Lozano
Escrito encontrado al otro lado de la hoja
No pienso salir de aquí. No pienso salir de ninguna manera. Llevo 22 años como guardia de seguridad y nunca me había enfrentado a algo semejante. He dedicado siete años, siete largos años a trabajar en este viejo museo y es la primera vez que veo esto en las cámaras del circuito cerrado de televisión: Hay un hombre, un único hombre, el mismo hombre en ocho salas de exposición y en cada una de ellas aparece con atuendos distintos. Permanece inmóvil, con las manos en los bolsillos y me mira fijamente, clava su mirada en ocho cámaras, mientras sonríe, como si planeara hacer algo malo. No sé si es la expresión de su rostro, zanjado por un cúmulo de arrugas en la frente, o su pálido color lo que hace que hasta mis huesos se hielen.
Podría pensar que es una pésima broma de mis compañeros. Sí, ocho maniquíes idénticos y sonrientes con trajes diferentes en ocho salas de exposición. Pero no. Su sonrisa, precisamente su sonrisa basta para tener la seguridad de que no se trata de ninguna broma. Su mirada, su mirada también revela la irrefutable verdad de este horror. Su mirada clavada en mí.… Parpadeó. Juro que parpadeó. ¡Maldita sea, parpadeó! No… No es una broma. Maldita sea, no…
El público ya se ha marchado, los trabajadores del museo deben estar en cualquier otra parte, menos aquí. El único testigo de esta horrible pesadilla soy yo. Intento comunicarme por radioteléfono con Sandoval, Gutiérrez, Arteaga, Martínez, Suárez o cualquiera de ellos. Ha sido imposible, no contestan. Nadie contesta. Las cámaras no los muestran, no los veo por ninguna parte, únicamente veo a… ¿Dónde carajos están?, ¿dónde carajos?
Fajardo tampoco me contesta en recepción. El teléfono repica y repica y no hay respuesta. ¿Dónde se metió? No sé cuánto tiempo ha pasado, no tengo idea. El tiempo… Dios, esto no está bien, nada bien. Si tan solo…
Está timbrando mi teléfono…

Deja un comentario