Fabio Morábito: “Todo escritor es un extranjero frente al idioma que utiliza para escribir”

El tránsito por la vida del escritor Fabio Morábito no es sólo geográfico, teniendo en cuenta que nació en Alejandría, vivió su infancia en Milán y a los quince años llegó a México, también lo es por medio de los géneros literarios donde, acompañado por la novela, el cuento y la poesía, va nadando por esas historias que construye en medio de jornadas enteras frente al papel, rutina que ha establecido hace más de treinta años.

En esta entrevista, Morábito nos muestra esos hilos que lo conducen hacia cada historia, su percepción de los géneros en los que escribe y algunos detalles de su libro La sombra del mamut.

-¿Cómo atraviesa su obra sus propias raíces ya que ha ido de un lugar a otro y con las que también terminó dedicándose a la escritura?

Te confieso que a mí la palabra raíces siempre me pone nervioso porque creo que se abusa un poco de ella, se le da una importancia excesiva y se piensa que eso es lo más importante… Se habla de las raíces de un pueblo, las raíces o el alma de una nación como si existieran, como si todo el mundo supiera qué son esos conceptos que antropológicamente han sido discutidos y nunca se ha llegado realmente a ningún punto.  Se da por supuesto que todo escritor, por ejemplo, debe tener raíces muy claras y pensando incluso en las raíces reales de un árbol, se cree que están fijas y que lo único que se mueve son las ramas que van creciendo, cuando en realidad sabemos que las raíces crecen y se transforman al igual que las ramas, es decir, el árbol siempre está cambiando. Por lo tanto, esta idea de la raíz como lo verdadero, lo oculto, lo genuino, a mí me llega a molestar un poco, sin olvidar que muchas veces ha sido motivo de ideologías fascistas, es decir, el nazismo hablaba todo el tiempo de raíces, tal vez es una exageración, pero es un argumento que se puede dar.

Yo he tenido una biografía un poco accidentada y cuando me preguntan: ¿te sientes más italiano, mexicano o escritor? Por simple comodidad digo: soy un escritor mexicano porque estoy en el catálogo de los escritores mexicanos, escribo en español, mis editoriales son mexicanas. Entonces: soy mexicano. Ahora, es claro que mis experiencias infantiles no son de México, escribo en un idioma que tuve que aprender y eso me pone en una situación un poco particular, entonces me encontré una respuesta para ello: todo escritor es un extranjero frente al idioma que utiliza para escribir libros, porque el idioma literario es por naturaleza extranjero. 

Hay árboles que nacen para bosque

y otros que son un bosque sin saberlo.

El árbol ignora el bosque

y el bosque tal vez ignora el árbol,

lo único que sabemos es la raíz que escarba

y la rama que también escarba,

una en su cielo de barro,

la otra en su cielo de nube.

La vida es escarbar y a cada cual su cielo.

(Libro: A cada cual su cielo)


Fabio Morábito. Foto de Barry Domínguez -Fotogrammas

-¿Cómo es navegar entre el cuento, la novela y la poesía?

Yo trabajo por temporadas un género, casi siempre hasta terminar un libro. Por ejemplo, cuando estoy escribiendo un libro de poemas, en este momento, me siento muy desligado de lo que son mis cuentos o mis novelas. De hecho, en ocasiones me siento casi sorprendido de lo que he escrito y temo que a lo mejor no podré volver a escribir un cuento y al revés me pasa igual, cuando estoy escribiendo mucha narrativa siento que a lo mejor no podré volver a escribir poesía.

No sé si el hecho de escribir en una lengua aprendida me da permiso o se me hace más natural pasar entre distintos géneros. No lo sé. Me lo acabo de plantear: como para mí el español es un problema ya que mi idioma materno nunca se borra del todo y siempre está interfiriendo como en una pequeña contienda, tal vez cuando escribo en español me da un grado mínimo de responsabilidad que me dice: ‘lo mismo que puedo lograr en narrativa lo puedo hacer en poesía, porque es una sola lengua, entonces puedo probarme en distintos campos’.

-El cuento se tiende a asociar con la infancia y la poesía juega con ser o no cercana ¿cómo percibe estos dos géneros en los que escribe?

Esa relación secreta y a veces no tan oculta entre la niñez y el cuento es cierta, probablemente el cuento es el género literario más primitivo porque apela justamente a nuestras emociones básicas, aquellas que un niño expone de una manera muy natural y que los adultos luego ocultamos y refinamos pero que en el fondo siguen ahí. En ese sentido, el cuento tiene esa fuerza poderosa de mostrarnos situaciones que nosotros no vamos a vivir probablemente, pero que nos advierte que podríamos vivir, es decir, siempre hay algún aprendizaje o una cierta advertencia. El lector lee porque cree que esto le puede ocurrir también a él, en cambio la poesía es distinta; la poesía es darte permiso de tener emociones, sentimientos y percepciones sensoriales que nunca has tenido, es abrir el abanico sensitivo, sentimental e imaginativo que uno tiene, no pretende enseñarte nada sino que respires de la manera más amplia y esa es la razón por la que también leemos poesía, siempre buscamos las revelaciones donde podemos ser menos insuficientes y donde podemos abrirnos.

-Respecto a su más reciente libro La sombra del mamut ¿cómo fue la construcción de los 24 cuentos que lo componen?

Es un libro que me salió un poco de sorpresa porque yo estaba escribiendo poesía cuando llegó la pandemia. Yo disfruté mucho la pandemia, debo decirlo; no me ocurrieron cosas malas, nadie de mi familia se enfermó ni yo tampoco. Y de pronto tenía esta felicidad de despertarme y no tener que ver a nadie, no tener que ir a ningún lugar, no tener ningún compromiso, lo único que tenía que hacer era escribir, así que de todos mis libros este es el que yo siento que se escribió un poco solo: terminaba una historia y esa me llevaba a la otra.

Cuando uno escribe es bastante fácil imaginar historias, el problema es saber cuál de esas historias vale la pena para ser contada aunque parezca muy atractiva cuando uno la tiene en la cabeza, así que algo peculiar que me ocurrió con La sombra del mamut fue que me sentí con el arrojo de que aquello que se me iba ocurriendo valía la pena para intentar contarlo y que las cosas un poco más estrafalarias, que en otro momento de mi vida hubiera desechado en principio, aquí me sentí con la irresponsabilidad de decir: claro que se puede.

El chiste es creértela. Entonces salió un libro bastante voluminoso, casi siempre mis libros son de 10 o 12 cuentos, este tiene 24. Con esa sensación que, aunque tuve que escribir y corregir mucho, como siempre, las historias estaban ahí listas para que yo las recogiera, entonces ha sido una experiencia bastante feliz y espero que el lector también sea feliz cuando lo lea porque eso es lo más importante.