No. 5.560, Bogotá, Viernes 21 de Enero del 2011
Sólo pienso es en mi país. Trabajo por mi país. Me desvelo por mi país. Pero llegan las pesadillas, trato de despabilarme y aún así sigo pensando en mi país y trabajando por mi país.
Linda Gracia
Jorge Cardona es uno de los investigadores que ha seguido con más seriedad el caso del Palacio de Justicia
Por: Libros y Letras/ Bogotá. Justo el 6 de Noviembre del año anterior, fue presentado en Bogotá el libro Vivir sin los otros. Los desaparecidos del Palacio de Justicia escrito por el documentalista Fernando González Santos (Ediciones B) y que despabiló un poco la memoria de los colombianos ante este hecho que ayudó a romper en mil pedazo la historia del país de los más recientes años.
Como afirmara en estos mismos boletines Jorge Cardona, editor del diario El Espectador, es “el pasado y el presente que se alternan en la búsqueda de un objetivo común, la verdad de lo sucedido en medio de una guerra a muerte y, en la alternada secuencia, la vida humana y sus complejidades”.
Dialogamos con González Santos respecto a las reacciones que ha tenido su libro.
– Por estos días vuelve a sonar el caso del Palacio de Justicia.
– Luego de la condena al comandante del operativo el año pasado por el delito de desaparición forzada, siguen los juicios contra toda la línea de mando.
– Han pasado ya dos meses después de la publicación de su novela Vivir sin los otros, los desaparecidos del Palacio de Justicia ¿Cómo se ha sido recibo el libro?
– La mayoría de las personas dicen que comienzan a leerlo y no lo pueden soltar hasta terminar. Entonces digo: lo logré.
– El libro tiene una estructura con muchos cortes de tiempo. ¿Esto ha sido una dificultad para los lectores?
– Ese ha sido otro logro. Cuando una historia se cuenta alternando todo el tiempo el presente y el pasado puede interrumpir la atención o provocar la expectativa del lector. Para mí ese tratamiento no es un ejercicio racional sino emotivo. Siempre se quiere saber qué va a pasar. La clave está en que una nueva escena intensifique la intriga de la anterior.
– Miguel Torres, el autor de “La Siempre Viva”, ha dicho que su libro es una verdadera obra de arte.
– Agradezco mucho su comentario, pues si alguien tiene autoridad en Colombia para hablar de este hecho histórico y del género de literatura testimonial es Miguel. Cuando dijo eso me quedé mudo.
– Y Jorge Cardona, el editor de El Espectador, dice que es un libro de una investigación impecable y que debería hacerse una película sobre él.
– Jorge Cardona es uno de los investigadores que ha seguido con más seriedad el caso del Palacio de Justicia. Sus reflexiones me han servido mucho. Entonces más mudo me quedo aún.
– ¿Puede decirse que el drama de la novela es una historia de amor?
– Sí, de acuerdo. Es una historia de amor que se altera con la guerra. No es un relato idealista, pues aborda los problemas propios de la vida cotidiana. Ramiro es un mesero que desaparece luego de la Toma del Palacio de Justicia por parte del Movimiento guerrillero M-19 y la contra-toma del Ejército el 6 de Noviembre de 1985. Bety, su esposa, acaba de cumplir veinte años y queda con cuatro niñas pequeñas, sin comprender qué ha ocurrido.
– Usted ha dicho que no es tanto un testimonio como sí una historia de vida.
– El testimonio muchas veces se limita a la versión de las víctimas sobre un hecho trágico, mientras que una novela, aunque se base en hechos reales, se propone desarrollar el ciclo vital de ciertos personajes. Durante mucho tiempo estuve cerca a la mujer en la que me apoyé para escribir el libro y quise entrar en su mundo, en la manera como había procesado su vida íntima y pública. De manera que el libro resulta siendo un entramado de realidad y ficción.
– ¿Qué fue lo más importante en el intercambio con ella?
– Crear un lazo de confianza y una profunda complicidad, provocar junto al personaje una reflexión que me permitiera entender aquellas dimensiones que le han dado la energía, durante más de dos décadas, para luchar por la verdad.
– ¿Y ante las secuelas de la desaparición qué puede decir?
– Perder el referente total de un ser querido es terrible. Inventar un duelo sin cuerpo es algo que nos cuesta mucho comprender y asumir. Por más que se vayan esclareciendo los hechos, mientras no se dé con los restos de esas personas no habrá paz interior.
– ¿Y cuál es el mensaje para el lector?
– Es irónico, pues Bety no es un personaje que nos produzca compasión, sino que es alguien que nos enseña las cosas importantes de la vida. Su drama se convierte en una fuerza particular que mueve las fibras de la subjetividad y la justicia. Ella posee una especie de secreto sobre la dignidad humana que tanta falta nos hace en este país.
– Hasta que veinticinco años después se enfrenta al juicio del Coronel que presumiblemente es responsable de la desaparición de su esposo y de sus compañeros de trabajo.
– Exacto, el Coronel llega a las audiencias porque es acusado de la desaparición de los empleados de la cafetería. En ese momento comienza una especie de trama policíaca.
– ¿Y el libro reconstruye el juicio o la toma?
– Aquí también hay una simultaneidad, pues yo reconstruyo la toma al interior del Palacio con Ramiro y el exterior desde la búsqueda de los familiares de los desaparecidos, en particular la forma como se les va ocultando la verdad. En otro nivel, según las pruebas que ofrecen la Fiscalía y los abogados, reconstruyo el modus operandi que lleva a la desaparición de los empleados de la cafetería.
– Pero además se hace una descripción detallada de las pruebas testimoniales y se describen los momentos más intensos del juicio.
– Es fruto de la investigación. Yo grabé durante dos años consecutivos las audiencias y entrevisté en caliente a los personajes. Como mi proyecto inicial era realizar un documental, venía siguiendo de cerca el caso aún antes que se abrieran investigaciones contra los militares. De eso hace ya hace siete años.
– Al respecto qué es lo nuevo de la novela frente a las versiones de los medios.
– Aunque me he apoyado en muchas fuentes, es el único libro que detalla los pormenores de las audiencias. En Colombia las noticias son inmediatas. Quizá lo más significativo ha sido plantear cómo la Juez llega a la conclusión de que la responsabilidad de las desapariciones recae en toda la línea de mando, bajo la figura de autor mediato, que fue un acto intencional y deliberativo. Un planteamiento cercano a las lecturas contemporáneas que se vienen haciendo sobre genocidios como el ocurrido en la segunda guerra mundial.
– Pero hay una periodista que narra la historia.
– Este es un personaje que se construye con diferentes facetas de los periodistas que han estado cubriendo el orden público desde 1985 hasta ahora. Por ello resulta un tanto híbrido. Es más un testigo de la historia, que sabe cosas, que siente mucho, pero que en realidad no logra tener una identidad, ni una opinión clara de los hechos. Así veo buena parte del periodismo.
– La Fiscal y la Juez son dos personajes especiales. ¿Qué percepción tiene de ellas?
– Guardo por estas dos mujeres una profunda admiración. En la filosofía griega el concepto de virtud constituye uno de los principios éticos por excelencia. Aquí tenemos un gran ejemplo.
– ¿Los abogados de la defensa?
– Hacen parte de una importante lucha por los derechos humanos en Colombia.
– ¿Y el Coronel?
– Quise mostrar al Coronel como alguien que está convencido de llegar hasta donde llega por defender su propia razón, la militar. Es su idea de democracia. Desde esa razón hay que enfrentar al enemigo a toda costa.
– ¿Qué espera de los juicios contra los demás militares implicados?
– La destitución de la Fiscal apenas se culmina el juicio con la condena a 30 años de prisión del Coronel muestra que la justicia no quiere ir muy lejos en este caso. Separándome del libro y viendo las noticias de estos días, el nuevo fiscal absuelve al comandante de inteligencia del Ejército de aquel entonces por el delito de desaparición de los trabajadores de la cafetería, aunque se mantenga su responsabilidad por el caso de la guerrillera Irma Franco. Es absurdo, pues se trata de un solo proceso.
– Pero siguen otros casos
– El del comandante de la XIII Tercera Brigada del Ejército, cuya sentencia está por salir, y el de los miembros de inteligencia del B2. Estos últimos casos están en el último tramo del juicio y pronto vendrán los alegatos finales.
– ¿Con la absolución de altos mandos podríamos decir que se mantiene la impunidad?
– La sentencia de la juez en el caso del Coronel es muy clara: la responsabilidad es de toda la línea de mando y esa era la teoría de la Fiscal anterior. Es un concepto que debería aplicarse también al Ejecutivo, por acción u omisión.
– ¿Qué consecuencias tiene esto para el país?
– Sin justicia es imposible que hablemos de procesos democráticos. Pero como viene ocurriendo en buena parte de los países de América Latina, la sociedad civil tiene el papel de recuperar la memoria. Una memoria activa, que le permita pensar un nuevo proyecto ético y político.
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