García Márquez, estudiante de Derecho de la U

Por: Jaime Horta D.

(Capítulo del libro Historias y ficciones, inédito)
Después de vivir Cuatro años de soledad [1]   y
graduarse de bachiller en el Liceo Nacional de Zipaquirá, Gabriel García
Márquez ingresó a la Facultad
de Derecho en 1947. Camilo Torres Restrepo el futuro cura guerrillero, Luis
Villar Borda, Gonzalo Mallarino, Guillermo López Guerra y Álvaro Vidal
Varón eran los compañeros de curso que más recuerda[2]  .
Típico estudiante de Derecho y de
provincia, no asistía mucho a clase pero terminó el primer año con
calificaciones aceptables, salvo dos materias. Prefería la cafetería y colarse
en las tertulias de los poetas mayores en El Molino a escasas dos cuadras del
cuarto que compartía en la
Carrera
8ª, cerca de la Avenida Jiménez, a
la vuelta de la gobernación de Cundinamarca, a dos cuadras del sitio donde fue
asesinado el malogrado dirigente liberal Jorge Eliécer Gaitán.
Desde el Liceo de Zipaquirá
–tenía por apodo “Peluca”- venía con ínfulas literarias que se magnificaron en la Facultad, en la
residencia estudiantil y en todo caso con la publicación del cuento La tercera resignación[3] en
el suplemento Fin de semana de El Espectador el 13 de septiembre de 1947. La
consagración del principiante se produjo con la publicación del segundo
cuento Eva está dentro de su
gato
[4]   el 25 de octubre siguiente.
Precisamente en su habitación,
Jorge Alvaro Espinosa, compañero de Derecho, lo familiarizó con la Biblia y le hizo aprender
de memoria los contertulios de Job. Después lo sorprendió con un mamotreto.
“Esta es la otra Biblia” le dijo y lo estrenó con el Ulises de James Joyce. Otro
compañero de cuarto, Domingo Manuel Vega, lo marcó para siempre con La metamorfosis de Fran
Kafka (“Al despertar Gregorio Samsa una mañana tras un sueño intranquilo,
encontrose en su cama convertido en un monstruoso insecto”).
Mallarino le enseñó que «la Facultad de Derecho no
era tan estéril como yo pensaba» y un día lo sacó de clase y se lo llevó a
un duelo personal de poesía en la cafetería de la Universidad. Entonces
conoció a Luis Villar y Camilo Torres que “hacían con las uñas y por amor al
arte» el suplemento literario La vida universitaria de La Razón, “un diario casi secreto”
que dirigía el periodista Juan Lozano y Lozano. Ahí publicaron un par de poemas
de Gabo (“Y era el mar del primer amor/ en unos ojos otoñales…/ Un día quise
ver el mar/ -mar de la infancia- y ya era tarde”)[5]  .
Villar y Torres le presentaron un
muchacho de 16 años que hacia pinitos literarios en el semanario Sábado que dirigía su padre, Plinio Mendoza
Neira, político liberal, exministro de Guerra. Plinio Apuleyo razonaba ya como
un anciano, según García Márquez. El encuentro pudo ser memorable para los dos.
García Márquez le madrugó: “Ajá, doctor Mendoza, cómo van esas prosas
líricas”[6]  . Se despidió y Villar le dio su opinión personal del
personaje:
“Lástima, tiene talento. Pero es
un caso absolutamente perdido”.
La amistad con Camilo Torres y
Luis Villar, según García Marquez, rebasó muy pronto los límites de las aulas y
la sala de redacción y andaban más tiempo juntos en la calle que en la Universidad. “Ambos
hervían a fuego lento en un inconformismo duro por la situación política y
social del país”. Un día Camilo no volvió a clase y decidió fugarse al
seminario de Chiquinquirá a pesar de la oposición de la mamá que lo alcanzó y
lo encerró en la biblioteca. Allá lo visitó Gabo. 
“Ya lo más difícil pasó” le dijo
Camilo. García entendió que se refería a dejar la novia.
Gabo empezó segundo año y
abandonó Bogotá en medio de la conmoción por el asesinato de Gaitán el 9 de
abril de 1948. La cercanía de su residencia le permitió ver al supuesto asesino
Roa Sierra antes de que lo lincharan y al misterioso hombre de negro que
parecía más interesado en confundir que en ayudar. 
Lejos del ruido, se matriculó
nuevamente en Derecho en la
Universidad
de Cartagena.  
Cuatro años después, en tránsito
de celebridad del periodismo, primero en El Universal de
Cartagena y luego en El Heraldo de
Barranquilla, García Marquez tuvo su consagración en El Espectador de Bogotá, entre otros, al
lado de José Salgar, el jefe de redacción que lo conminó a torcerle el
cuello al cisne
 (Salgar le dijo al autor de estas notas que no
recordaba haber dicho esa frase y que seguramente era creación de Gabo).
Ya sacerdote, en 1959, Camilo
bautizó al primogénito Rodrigo García Barcha. Al principio no le aceptó a
Plinio como padrino por sus afinidades con los comunistas… Contagiado por el
virus de la revolución cubana, Plinio había dicho: “Vamos a hacer de este niño
un gran guerrillero”[7]  . En la capilla de la Clínica Palermo
les dijo a los asistentes: “Quienes crean que en este momento desciende el
Espíritu Santo sobre esta criatura, que se arrodillen”. Ninguno, salvo un
campesino de alpargatas.  
A finales de 1965 Camilo se unió
a la guerrilla del ELN. Sin entrenamiento militar y subestimado por los jefes,
murió en el primer combate, al intentar recuperar un fusil, aproximadamente a
las 10:30 de mañana del 15 de febrero de 1966 en el sitio Patio Cemento, corregimiento
El Carmen del municipio de San Vicente de Chucurí[8]  .  
El rector Moisés Wasserman
propuso otorgarle a García Márquez el Doctorado Honoris Causa a mediados de la
década pasada. El autor de este artículo, entonces presidente del Colegio de Abogados
de la Universidad
Nacional
, y otras personas, intentaron infructuosamente que
aceptara ese reconocimiento.  
Como han dicho todos los que
directa o indirectamente han tenido algo que ver con él, puedo afirmar que
Gabriel García Márquez no hubiera sido el mejor escritor desde el autor de Don
Quijote de la mancha, ni hubiera escalado el Premio Nobel de Literatura, si no
hubiera sido estudiante de la
Facultad
de Derecho de la Universidad Nacional
de Colombia.
—-
[1]   Castro
Caycedo, Gustavo, Gabo: Cuatro años de
soledad
, Ediciones B, 2012, Bogotá. 
[2]   García
Marquez, Gabriel, Vivir para contarla,
Editorial Norma, Bogotá. 
[5]   Martin,
Gerald, Gabriel García Márquez Una vida,
Random House Mondadori, 129, Bogotá 
[6]   Mendoza,
Plinio Apuleyo, GABO Cartas y recuerdos,
Ediciones B, Bogotá. 
[7]   García
Márquez, obra citada, pag. 328. 
[8]   Valencia
Tovar, Alvaro, El final de Camilo,
Ediciones Tercer Mundo, Bogotá, pag. 123. 

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