Gonzalo Higueras: “Hay que saber cómo se ficciona con la historia”

Por: Pedro Escribano / Tomado de La República / Perú.
El escritor piurano ha reeditado El último tallán, novela histórica donde se aprecia cómo el tiempo social cambia el rostro de un pueblo.
En sus manos tiene su novela. Le guarda cariño, afecto, no solo porque es una novela que le devuelve a sus orígenes, como piurano que es, sino también porque es un libro con el que ha aprendido a remontar sus errores y momentos difíciles. Con El último tallán (Atalaya Editores) Gonzalo Higueras (1952) remonta la historia sin alzar un pie del presente, porque la historia que narra interpola el mundo tallán prehispánico hasta la Piura de nuestros días. En sus páginas reverbera Paita, Colán, sus mitos, sus caciques, sus gentes y personajes de su historia, como Pizarro, Manuelita Sáenz, Simón Rodríguez, Miguel Grau, Paula Piraldo. Un fresco en el que se aprecia cómo al paso del tiempo –social sobre todo– los pueblos cambian el rostro sin dejar sus esencias.
“Yo soy un escritor novel de alguna manera, empecé a escribir tarde, pero eso sí, siempre me ha gustado el arte, la cultura. A los 40, comencé a leer a escritores franceses, entre ellos Proust. También a Rulfo, Saramago y Dante. Inclusive, estoy escribiendo algo sobre La divina comedia”, refiere el escritor.
Supongo que empezó por el círculo del infierno…
Así es (risas).Mi primer libro se llama Cuernos de luna y lo quiero mucho porque me enseñó a escribir. Pero después, al contemplar la bahía de Paita, las playas de Colán, recordar mis años de infancia, observar que los pescadores tienen la misma forma de pescar que sus padres y abuelos, me propuse escribir una historia de un pescador que tenía un amor en Paita.
¿En qué momento opta por una novela histórica?
Es curioso, pero empecé a escribir esta novela desde la segunda parte. Nació al revés, entonces quise indagar de dónde provenían estos seres maravillosos que son los descendientes de los tallanes. Estos pescadores que siguen siendo leales a sus ancestros. Comencé a investigar y me hallé con Reynaldo Moya, un historiador que ya murió, pero me alentó mucho, pues al leer mis borradores, me dijo: “los historiadores no tenemos la capacidad que puede tener un novelista para mostrar el mundo tallán, cuente usted la historia”. También me ayudó para la primera parte de esta novela, el libro Catacaos, de Jacobo Cruz, así como mi amigo Rudy Mendoza.
Cuenta que el conquistador Ovando de Cáceres sedujo a la tallapona Taholma, ¿existió?
Existió y no existió, en realidad son nombres que aparecen en algunas crónicas, pero hay que tener cuidado. Cuando se trata de hacer una historia novelada como esta, hay que saber cómo se ficciona con la historia.
En su novela, del encuentro de Ovando y Taholma nace el primer mestizo.
Eso me decía Moya, “nosotros, los historiadores, solo ponemos datos, pero no sentimientos. Los historiadores no podemos transmitir eso, pero usted sí va a poder hacerlo con naturalidad, como en el nacimiento del primer mestizo”.
Uno se acuerda de Garcilaso
Yo siempre he creído que Jacobo Cruz, que es cataquense, es nuestro Garcilaso de la Vega. Él es totalmente indígena y también hizo un recuento de todos los dioses tallanes. Como Garcilaso, salió y nunca más volvió, a Jacabo le pasó lo mismo y también contó todo de memoria. Mucha gente no le tiene arraigo, creen que son puros inventos. Seguro hay un poco de eso, pero también hay de lo otro. Las cosas que yo escribo han salido un poco de los libros de Jacobo, pero siempre cuidando la historia.
Su novela interpola el mundo prehispánico hasta el presente, sin dejar la conquista, la colonia y la república. Es un fresco de la historia regional.
De algún modo, también la historia de América. Pizarro llega a Piura y allí se entera de la existencia del Tahuantinsuyo y la guerra civil. Por el puerto de Paita ingresó Occidente.
En ese arco temporal, aparecen personajes. ¿Existió Paula Piraldo que se enfrentó al pirata Spilberg?
Sí, ella era dueña de un gran terreno en Jirón de la Unión. Era una encomendera que se casó con un noble español. Cuando llegaron los piratas, su marido huyó, pero ella y su gente les salieron al frente. Dispararon un cañón y le dieron al mascarón de proa del barco pirata. Ese mascarón está en Paita.
La soledad marina de la niñez de Grau
Otro personaje nítido de tu novela es Miguel Grau. ¿Intentas desacralizarlo?
No, solo contar los hechos de su vida. Una cosa es lo que nos han contado y otra lo que es la historia. Cuando nació fue inscrito como Miguel Grau, pero con otro apellido. Era Miguel Grau Castillo, no Seminario. Tuvo una niñez difícil, propiamente abandonado por sus dos padres. Sobre sus padres, la historia es larga, fueron seres humanos y no podemos criticarlos. Yo solo cuento los hechos. Lo que yo trato de esgrimir en la novela es la soledad en que vivió Grau, pues a los 9 años se hizo a la mar.
Para terminar, esta es una novela histórica, ¿te animas a escribir un policial? Lo digo por tu experiencia vivida en 1996, del caso Querol.
No seguramente, aunque en la novela que estoy escribiendo sobre Dante van a salir muchas de esas cosas. Dante para mí es lo más grande que ha existido, a partir de él se ha hecho una geografía moral de la humanidad.

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