Por: Alfonso “Lobito” Amaya.
Si la amistad, la generosidad, la bondad, la fraternidad, la creatividad, la entrega, se pudieran cuantificar en un dígito, Jorge Consuegra, sacaría “diez” en todas estas magnitudes humanas, componentes de la carismática personalidad que lo caracterizaron, como amigo, catedrático, periodista, gestor cultural y como humanista: porque sobre todo Jorge fue un humanista labrado en tierras santandereanas. Por muchísimos años su vida fue dedicada a los libros: leerlos, escribirlos, comentarlos, recomendarlos, asesorarlos, en fin, Jorge fue un labrador de letras en Colombia. Comía libros y exhalaba epítetos, analogías, metáforas, hipérbolas. Periodista, gestor cultural, profesor universitario, en fin, se necesitan páginas para enumerar las facetas de un hombre inteligente, culto y buen charlador.
Sentarse en la cafetería de la universidad a hablar con Jorge era perder la noción del tiempo, pues sus charlas amenas, repletas de humor, anécdotas, refranes, chistes hacían que la relatividad del tiempo de Einstein se diluyera entre las risas y las citas geniales de literatura y filosofía de autores de todas las culturas, porque Jorge fue eso ¡Un hombre culto! Hoy en día una especie en extinción por el virus de las redes sociales.
Jorge nos legó, a todos: amigos, familia, alumnos y lectores, una herencia cultural maravillosa que no puede ser corroída por el paso del tiempo, su proyecto más relevante. La Fundación Cultural Libros & Letras (1996), de donde salió su hija menor, La Revista Libros & Letras, camino a las 100 ediciones, al día de hoy, y donde se relieva el trabajo de los escritores colombianos y se reseñan novedades bibliográficas.
Una vez tomando tinto en la universidad me dijo: “Amigo Lobito: mi amor por los libros es como el amor de los pájaros por el viento o el de los ríos por el mar. Cuando muera me gustaría me hicieran el ataúd con todos mis libros”.
Reímos a mandíbula batiente. Fue cuando me di cuenta que el corazón de Jorge era un libro.
Amigo entrañable: sigues conmigo en la cafetería de los recuerdos hasta que nos encontremos de nuevo, porque la vida no tiene sentido si termina con la muerte, ya que la muerte es la matriz que da nacimiento a otra dimensión de vida.