Keyla Rencor…

Keyla Rencor… 
un rencor tatuado en el alma 
Por: Jorge Consuegra (Libros y Letras
No es nada fácil leer Rencor de Óscar Collazos, ahora reeditada por Arango Editores. No. Es brutalmente escrita sin rencor ni odio, pero sí brutalmente escrita, desde las mismísimas primeras frases se nota el rencor: “Quería matarlo, siempre pensé que quería matarlo. Desde el día en que me despedazó la ropa y me levantó a trompadas, empecé a pensar que quería matarlo. Me golpeó, me botó al piso y siguió golpeándome como un animal. Cerré los ojos pensando en que si no lo veía tampoco sentiría los golpes (…) me amarró con el peso de sus piernas. Me miraba los senos como si se le fueran a salir los ojos, me los apretaba como si fueran una pelota de trapo y él quisiera reventarla en sus manos. Me baboseaba los pezones”… 
Keyla apenas llegaba a los catorce años y ya estaba hecha y derecha, bien formada y atractiva; había llegado con un grupo de desplazados a Cartagena de Indias y como pudieron sus padres, levantaron cuatro palos y sobre ellos un par de tejas de zinc; esa fue su primera y única casa a la que poco a poco le fueron adecuando otras “cositas”, como una pared para dividir lo uno y lo otro y al fondo un patiecito con un palo de mango. 
Su madre, lavaba, barría en una casa de gente rica, mientras su padre recogía cartones y “mamaba ron” todos los días, por eso muchas veces en medio del fragor del alcohol, llegaba completamente turbio y abusaba una y otra vez de Keyla y por eso lo quería matar. Pero mientras esto sucedía, la hermosa morena empezó a meterse con el mundillo del hampa. Para acabar con su papá consiguió a alguien. “Te doy cincuenta mil pesos y te lo bajas” pero nadie se atrevía a hacerlo y Keyla no podía dejar de pensar en su padre que llegaba a buscarla, día tras día, a maltratarla, a abusarla, a babosearla. 
Su madre, siempre doblando el cuerpo trabajando donde esa gente rica, hasta que un día le dieron permiso para que le ayudara a los menesteres pues sentía un extremo dolor en la barriga, un úlcera que le quemaba el estómago y más tarde la llevó al cementerio, entonces la negra espigada siguió trabajando para llevarles algo a los hermanos menores, pero es cuando el patrón, don Ricardo, adinerado y prestigioso hombre de negocios, empieza a cortejar a Keyla y la concierte en su amante y consentida y la adorna con todo tipo de alabanzas especialmente económicas, asunto que pone en alerta a Fercho, el novio delincuente de la morena y se inicia un drama de celos entre los dos, hasta que el enamorado joven empieza a amenazar a don Ricardo y las cosas no terminan bien. Pero para seguir con la vida que ya traía Keyla, esta decide meterse como prostituta cara, no como cualquiera de por ahí, sino una “elegante” que son por las que se mueren los españoles y los italianos. 
Pero el rencor sigue carcomiendo a Keyla. “Si me pusieran un apodo me gustaría que me llamaran Keyla Rencor. No se ría. No es la primera vez que lo pienso. El rencor es una rabia que va creciendo y nunca se va, parece que se fuera a veces, y cuando uno menos lo piensa, vuelve a meterse en cuerpo y en los pensamientos. El rencor es más fuerte que uno, lo domina, se le mete a uno y ya no sale ¿No se ha fijado que cuando digo una retahíla es cuando más puta estoy? Puta por rencor, eso creo”. 
Por este Rencor de Collazos pasan personajes variopintos como Fernando Monterrosa “El Fercho” el antisocial novio de Keyla; Robinson y Wendy Vanesa los hermanos de Keyla a quienes ama con su piel; Isaura la madre de Keyla, Tiberio el tendero, el doctor Ricardo, el adinerado hombre que se convierte en amante de Keyla y a quien poco estima doña Ceci, la esposa de aquél; y Naomi y Aura dos prostitutas que aconsejan a Keyla cómo conseguir buenos partidos para un buen polvo. 
Pero esto no para allí: un día Keyla recibe la infausta noticia de la muerte de su padre, el viejo beodo, el que la violó tantas veces y sintió al mismo tiempo un eterno descanso, pero también un dolor en lo profundo de su alma, porque quiérase o no…era su padre. Y Fercho la ayudó en esos momentos de angustia, pero al mismo tiempo la policía venía buscándolo a él, al delincuente, al que persiguieron hasta las últimas consecuencias y le dan de baja quedando Keyla en la más absurda soledad en medio de los uniformados que no dejaban de disparar y ella se defiende haciendo lo propio….entonces la detienen. 
Allí es donde aparece un documentalista y le propone que cuente su historia frete a las cámaras… 
Muy buena novela pero, como arriba decíamos, es muy dura, fuerte, dramática, la vida de una hermosa morena que desde los catorce años fue violada constantemente por su padre y dos años después sufrió la duras y las maduras como prostituta en la entrañable Cartagena de Indias…

Deja un comentario