La que me ha dejado

Sara María Uribe Carvajal
        Las aves del silencio que regresan del olvido,
nunca más volvieron a cantarme. 
        Me he dejado abandonada. 
        Tendida en el suelo de un baño que no es el mío. 
        Con el cabello mojado y los brazos arañados.
     Me he entregado a la suerte que no tengo, al líquido vino tinto y a las manos sucias de los hombres, que me dejan caer llena de vértigo y angustias.
        Creo que tengo la cabeza rota, las piernas golpeadas y el brazo derecho lastimado.
        Tengo marcas en las rodillas y en el pecho. No puedo orinar.
        No siento dolor, solo un frío afilado que se incorpora en mis adentros por la planta de mis pies.
        Infractora, maligna, impura.
        Tarareo una canción que habla del amor cuando agoniza y de las presencias homicidas.
        Tengo la mirada divagante, enterrada en la mitad de ese techo que disfruta de mis muertes.
     Quiero amarrar la melancolía a la cuerda más aguda de mi guitarra y oírla gritar de tortura asfixiante.
        Me incorporo de a poco, igual que el ser que no ha sido parido. Me abrazo las costillas. Lloro.
        Me veo desnuda, con el alma malgastada a gemidos taciturnos.
        Tengo la nostalgia del olvido, cuando es propio y descarado.
        Es esa la despedida de la mujer que me traiciona. 
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