Entrevista con el periodista y escritor Fabián Mauricio Martínez, seleccionado por la FNPI como uno de los ganadores de la Beca de Periodismo Cultural Gabriel García Márquez, sobre su libro El encanto podrido de Bogotá.
“Escribirás y escribirás y muchos años después extrañarás esa pulsión natural de río incesante. Descubrirás la torpeza de tus textos y no te llamarás a engaños: deberás entrenar mucho (…). Seguirás la corriente y en varias oportunidades te sentirás como un médium en el que acaecen hordas de voces. Esto te pondrá, año tras año, en una situación insospechada: apostarás tu existencia a la literatura”.
Una apuesta por la ficción descarnada y emotiva es la que hace el periodista y escritor Fabián Mauricio Martínez en El encanto podrido de Bogotá, una selección de cuentos ganadora del XV Concurso Nacional de Libro de Cuentos de la Universidad Industrial de Santander (UIS).
El autor, que nada con comodidad en las aguas del periodismo y de la ficción, nos entrega en este libro un conjunto de cuentos que sobrecogen e impresionan, algunos desde una crudeza visceral, otros porque revelan facetas conmovedoras de las realidades con las que nos encontramos todos los días.
Su cuento “Sintomatología del desamor” fue incluido en el tomo IV de Cuentos y relatos colombianos, antología hecha por Luz Mary Giraldo, editada por el Fondo de Cultura Económica. Libros y Letras conversó con el autor sobre su trabajo escritural.
El cuento “El encanto podrido de Bogotá” está escrito en primera persona; «Desaparición del universo» en segunda, e incluso cierras el libro con «La voz de la segunda persona». ¿Con qué criterio decidiste cuál era el mejor narrador para cada cuento?
Seleccionar la voz que narra una ficción no es una tarea menor. En cada uno de los cuentos de este volumen hay una reflexión sobre el narrador, que se expresa en la voz con la que se cuenta cada uno de los relatos. Por ejemplo, en «El encanto podrido de Bogotá» la historia es la de un habitante de calle que, pese a su condición de abandono, encuentra el sentido de su existencia en sus perros y gata. Ese hallazgo del amor en medio de la marginalidad debía ser tratado y narrado en primera persona, con la voz del protagonista y el registro callejero del gamín bogotano. No había otra manera de hacerlo. Requería de ese narrador y de ese registro para contrastar la violencia y dureza de las calles, con la ternura y belleza que este habitante de calle comparte con sus animales. En “Sintomatología del desamor», el registro en segunda persona lo utilizo porque me interesa, a partir de esa voz, contar la disociación por la que está atravesando el protagonista. Debido a la tusa tremenda, al dolor profundo, a la rabia y al orgullo herido, el protagonista está destrozado. No sabe qué hacer con esas emociones. Se encuentra escindido y perdido en ese desdoblamiento interior. Por eso el juego entre la primera y la segunda persona en ese cuento, porque quería marcar desde la forma, la fractura y división interior del protagonista. Y así contar su metamorfosis.
¿Qué viene primero en la creación de tus cuentos: los personajes, los espacios, la historia?
Eso depende. Hay cuentos que son enteramente de personaje, entonces vienen primero ellos: los personajes. Como en «La piscina», «Bogotá acid road trip», «No hay asteroide que valga», «Mariposas en el clítoris» o «Las pesadillas de Sara». Pasé un tiempo imaginando esos personajes, construyéndolos, pensando en cómo reaccionarían a una situación u otra. Me gusta imaginar su dimensión física: cómo se ven, de qué color son sus ojos, la forma de su nariz, manos, etc. Así esa descripción no aparezca en el cuento. Me gusta imaginar su dimensión sociológica: nivel de estudios, procedencia familiar, filiación política, oficio, etc. Así no llegue a poner eso en el cuento. Me gusta imaginar su dimensión psicológica: relación con los padres, vida sexual, creyente, ateo, etc. Así no llegue a usar eso en el cuento. Todo esto me permite conocer mejor al personaje, saber mejor cómo es su carácter y cómo resolvería una situación u otra. Esto me da mayor sustento para desarrollar una trama más verosímil del cuento de personaje. Hay otros cuentos que son más de espacios como «El baño» o «Desaparición del universo». Estos cuentos cuyos escenarios son decisivos me exigen mayor atención en la construcción minuciosa de la atmósfera. Son cuentos más experimentales, más sensacionales si se quiere, en los que todo el peso del relato se encuentra en el espacio y no en los personajes. Tal vez son los cuentos menos apreciados y quizás los más difíciles, porque su historia no se encuentra protagonizada por un personaje, sino por las circunstancias y/o espacios exteriores.
Primero estudiaste literatura y de ahí pasaste al periodismo. ¿Por qué ese salto de uno a otro?, ¿de qué manera se nutren ambas perspectivas?
En el pregrado me enamoré de la literatura norteamericana y leí a muchos de sus autores. Estaba loco por la narrativa gringa y por eso, por ese amor a las letras estadounidenses, viajé a California en donde pasé un verano y atravesé el país de costa a costa, en un viaje decisivo para mi vida, siguiéndole los pasos a Jack Kerouac. De esa afición por los gringos conocí a Carson McCullers, Flannery O’Connor, Jack London y tantos otros. Conocí a Truman Capote y por ahí derecho llegué a Gay Talese. Con Gay Talese y Tom Wolfe se abrió una veta desconocida que me apasionó aún más por el arte de contar historias: el periodismo narrativo. Entendí que las historias de no ficción se podían contar de la manera más fascinante posible, es decir, importando las técnicas de la novela. De ahí surgió mi interés por ese tipo de periodismo. Después de estudiarlo quedé con la buena costumbre de investigar mis historias de ficción. Leo artículos relacionados, entrevisto a gente que tenga que ver con los personajes de ficción que estoy escribiendo y así complemento el fuego de mi imaginación.
¿Cómo decides cuándo es mejor contar una historia real desde la ficción, y cuándo desde la crónica, por ejemplo?
Hay historias a las que les va mejor la crónica, porque son tan absurdas e inverosímiles que si se cuentan desde la ficción no son creíbles. Colombia está llena de esas historias. Hay otras historias tan dolorosas y complejas que tal vez solo desde la ficción puedan ser contadas en su justa dimensión. Pienso, por ejemplo, en la toma y la retoma del Palacio de Justicia. Creo que la historia más bella y dura que se ha escrito sobre eso es Lasiempreviva de Miguel Torres. Una obra de teatro que te conmueve y te revuelve con tal hondura, capaz de comunicarte el dolor y la tragedia de esas víctimas en un nivel muy empático y humano. Ninguna pieza documental o periodística que se hizo sobre ese tema logró eso.
Tus historias evidencian un conocimiento de la jerga de la calle y de la vida en la selva, entre otros espacios. ¿Qué tanto de tu trabajo como periodista ayudó a la creación de los cuentos?
Cuando reporteas una historia de no ficción para escribirla de la manera más fascinante posible, reporteas con todos tus sentidos, es decir, no solo con tus preguntas y con las respuestas que te dan las fuentes. Reporteas sobre todo con tu vista, con tu olfato, con tu oído, con tu tacto, con tu gusto y con tu alma. Tratas de captar la mayor información posible con todo tu ser. Tratas de llenarte de impresiones de los lugares y de la gente. Esto te exige estar muy presente, muy consciente, muy alerta a lo que está pasando. Eso también aplica para la ficción que se nutre de la vida misma. De las múltiples situaciones de la existencia. De los libros que lees. De la música que oyes. De las obras de arte que examinas. De las películas que observas. De las personas con las que compartes la experiencia de vivir. Allí estás haciendo una recopilación e investigación sensibles de la vida misma, cuyo repertorio luego se convertirá en la sustancia primigenia con las que creas tus ficciones.
Naciste en Bucaramanga y llevas muchos años viviendo en Bogotá. ¿Qué es lo más literario que encuentras en las dos ciudades?
De Bogotá, su caos, su suciedad, su cosmopolitismo, su variedad y su soledad. Tanta, tantísima gente y sin embargo, tanta soledad. Sus brutales contrastes entre las distintas zonas de la ciudad. Su diversidad cultural. Su atmósfera urbana de cielos rotos, asfaltos despedazados y montañas enormes. Sus calles rayadas, sus escenarios punk y cyberpunk. Los hermosos cerros de Bogotá, sus urapanes, eucaliptos, copetones y mirlas patinaranjas. Sus alcantarillas y basuras derramadas. De Bucaramanga, te cuento que mi primer libro se llama Una ciudad llamada Bucaranada (2010) y ahí registré, a través de varios personajes y situaciones de ficción, mi relación de amor/odio con mi ciudad de origen. El protagonista es un escritor muy joven que se propone escribir un libro de cuentos. A medida que vagabundea por Bucaramanga, se le van ocurriendo las ideas de las historias que van apareciendo en el libro. El lector asiste al momento de la inspiración, del nacimiento de las historias y luego lee los cuentos ya terminados. Es un juego metaficcional que se va descubriendo a medida que el joven autor camina por la ciudad, como un paseante enloquecido en el trópico, y escribe su libro.
Foto Fabián Mauricio Martínez por Diana Rey Melo.