Microdiálogo con Pablo Di Marco…

No. 6.605, Bogotá, Miércoles 12 de Febrero de 2014 
Tienes que amar la lectura para poder ser un buen escritor, porque escribir no empieza contigo. 
Carlos Fuentes
Microdiálogo con Pablo Di Marco…
Desde
Buenos Aires, nuestro corresponsal, el novelista Pablo Di Marco, dialogó con
nosotros.
– ¿Ha crecido en
Argentina el número de lectores de libros?
– Argentina padece
una debacle cultural que comenzó en los 70’ y todavía no encontró su piso. Por
desgracia, el futuro no parece alentador: el último informe PISA, que analiza
el rendimiento escolar de alumnos adolescentes en 65 países, ubica a la Argentina en el puesto
59, uno por debajo la última edición, en 2009.
     Da tristeza pensar que el lugar que hoy
tiene Barcelona en el mundo editorial hispanoamericano, alguna vez le
perteneció a Buenos Aires. Suelo preguntarme si hoy Buenos Aires se interesaría
por Cien años de soledad como lo hizo
en los 60’, y la respuesta es desalentadora.
     De todos modos quiero pensar que mañana
será mejor. No sé ni cómo ni por qué, pero mañana será mejor.
– ¿Qué hacer para
que haya más preocupación por la cultura y no por la guerra y la política?
– El estado debe
hacer tres cosas: ante todo, invertir en educación; más adelante, invertir en
educación; y finalmente, invertir en educación.
     Y nosotros como individuos debemos
recuperar dos palabras olvidadas siglos atrás: “por favor” y “gracias”. El
resto seguramente vendrá solo.
– ¿Qué es lo que le
fascina de un libro?
– Que me permita
poder escapar de la tantas veces mediocre vida cotidiana.
– ¿Qué libro tiene
listo para publicar?
– Entre abril y
mayo de este año la editorial Palabras de agua publicará en España mi novela Tríptico del desamparo.
     Y espero poder publicar pronto mi nueva novela
Espiral: trabajé varios años en ella,
me haría feliz que pueda llegar pronto a los lectores.
– ¿Qué está
leyendo?
– Terminé de leer Moravia, hermosa novela del argentino,
afincado en Madrid, Marcelo Luján. Y, por recomendación de Tamara Peña P., hoy empecé
a leer Santa Evita de Tomás Eloy
Martínez. Si no me gusta será culpa de ella (hablo de Tamara, claro; a esta
altura no creo que tenga sentido echarle culpas a Evita).

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