Pablo Di Marco dialoga con Eduardo Blanco

No. 6.513, Bogotá, Sábado 2 de Noviembre del 2013 
La poesía se escribe cuando ella quiere. 
José Hierro
Un café en Buenos Aires
Pablo
Di Marco dialoga con Eduardo Blanco
Había
acordado un encuentro con Eduardo Blanco en un bar ubicado enfrente al teatro
Liceo, en donde él, cada noche, protagoniza Parque
Lezama
, el mayor éxito de la actual temporada teatral de Buenos Aires.
Tengo cierta experiencia en lo que atañe a entrevistar escritores (conozco e
intuyo sus luces e inseguridades), pero no estoy habituado a tratar con
artistas del cine y la televisión. ¿Cómo llevaría adelante mi entrevista? ¿Qué
encontraría detrás de la estrella de la candidata al Oscar El hijo de la novia, Luna de
Avellaneda
, y la recordada miniserie Vientos
de agua
?
     Entré al bar diez minutos antes del
horario acordado y, para mi sorpresa, él ya estaba esperándome sentado junto a
una mesa. Me llevó apenas un par de minutos descubrir que Eduardo, más allá de
su condición de figura del mundo del espectáculo, es también un hombre lúcido,
sensible y amable; y que lo que llevaríamos adelante no sería una entrevista de
rutina sino una charla afectuosa y libre de máscaras.
—Es un gusto poder tener este encuentro,
Eduardo. ¿S
abías que tanto vos como tus películas son muy
conocidas en Colombia?
E:
Imagino que lo que me decís es cierto, porque caminando por Buenos Aires me
paran muchos colombianos para saludarme y brindarme su afecto. Son
increíblemente gentiles y educados. Tendrá que ver con que varias de mis
películas como también la miniserie Vientos
de Agua
se emitieron en Colombia. Ojalá muy pronto me toque conocer ese
país tan bonito del que tan bien me han hablado.
—No dudo de que vas a ser muy bien recibido.
Contame, Eduardo: e
stás protagonizando Parque Lezama, uno de los éxitos de la actual temporada teatral
porteña. En esta obra interpretás a un anciano. Imagino que el desafío es
grande. ¿En qué o quién te basaste para componer ese personaje?
E:
Los actores observamos permanentemente y tenemos una cajita donde guardamos
cosas, y abrimos esa cajita cuando nos hace falta. En esta ocasión, al abrir la
cajita tomé cosas de  mi abuelo, que
casualmente se llamaba Antonio, como el personaje que interpreto. De él tomé el
modo de expresarse, la postura, algo de la indumentaria; y por supuesto, le
agregué otros matices que enriquecen al personaje.
—Las critícas de la obra son excelentes.
E:
Sí, estamos de verdad muy felices. La gente la pasa muy bien, no paran de
reírse de comienzo a fin y tambien se emocionan mucho. Es un texto maravilloso
con una gran puesta en escena, a lo que se le suma el lujo que significa la
actuación de Luis Brandoni.
—Tenes una vasta
carerra como actor, pero saltaste a fama rondando los 40 años. ¿Qué extrañás de
aquella vida anterior a la masividad?
E:
No extraño nada, porque no es una vida anterior. Pareciera que hay una raya que
divide cosas, y no: la vida es un camino que uno se larga a andar. Soy el mismo
de antes y me gusta que sea así.
—Muy interesante tu reflexión. Hablemos un
poco de cine. Pareciera que el cine argentino tiene un equipo imbatible: Juan
José Campanella detrás de cámara, y vos delante. Contame la historia de ese
equipo.
E:
Con Campanella y Fernando Castex nos conocemos desde hace treinta años. Por
aquel tiempo, siendo los tres estudiantes de cine y teatro, nos juntábamos
alrededor de la mesa de algún bar a soñar lo maravilloso que sería poder filmar
algún día una película. Pudimos lograrlo en 1999 con El mismo amor, la misma lluvia. La película funcionó y eso nos dio
la oportunidad de seguir adelante.
—Me parece que la historia de ustedes tres
merecería una película.
E: Es posible. ¿Por qué no la escribís,
Pablo?
—¡Tomo nota de tu propuesta! Cambiando de
tema: junto a Ricardo Darín, Norma Aleandro y Héctor Alterio,
protagonizaste en 2001 El hijo de
la novia
, una de las pocas peliculas argentinas candidata al Oscar. ¿Cómo
viviste esa noche? Puedo imaginarte delante al televisor como quien mira la
final de un Mundial de Fútbol.
E:
Nada de televisión. ¡Estuve en Hollywood!
—¡No lo sabía! Imagino que habrá sido una experiencia fantástica.
E:
Fue como el broche de oro de aquella historia que hablábamos antes. La de los
tres amigos que de chicos soñaban con filmar una película y al fin terminan en
la meca del cine a punto de recibir el mayor de los premios. De todos modos te
quiero decir la verdad: por supuesto que el Oscar tiene una importancia
mayúscula, pero me emocioné mucho más con los premios que recibi en Argentina o
en España. Porque es en mi país en donde tengo mis puntos de referencia. Es acá
donde tengo mis afectos, mi familia, mis amigos. 
—Los espectadores
solemos olvidar que los actores son inevitablemente buenos lectores. Ustedes
todo el tiempo deben leer guiones, novelas, obras de teatro. ¿Cuál fue la
última vez que te sucedió de estar leyendo un libro y decir: éste es  el personaje que sueño hacer?
E:
No tengo cuentas pendientes de ese tipo. Como te dije antes, hago camino al
andar. Yo siento que saldé mis deudas con Vientos
de agua
. Ese trabajo fue un sueño cumplido. Porque nos permitió contar la
historia de nuestros padres, la historia nuestra, y también la historia de
muchos de los habitantes de América Latina. Con Campanella solemos decir que
tal vez podamos hacer trabajos mejores e incluso más exitosos, pero será muy
dificil repetir algo como Vientos de
agua.
Ya que esta entrevista va a ser leída por muchos colombianos,
quisiera  recordar que en esa miniserie
tuvo una hermosa participación Angie Cepeda, maravillosa actriz y persona. 
—Vamos a terminar con la última y clásica
pregunta de Un café en Buenos Aires. Te regalo la posibilidad de invitar a tomar
un café a cualquier artista de la época que prefieras. Contame quién sería y a
qué bar lo llevarías.
E:
No puedo elegir a uno. Dame la posibilidad de nombrar a varios: Dalí, Nino
Manfredi, Marlon Brando, Picasso. A Cristo, ¿por qué no? ¿Quién no quisera
tener a Cristo delante? Y lo llevaría a algun café historico de Buenos Aires.
Una buena opción sería El Tortoni.
Una
vez terminada la entrevista acompañé a Eduardo hasta la puerta del Teatro Liceo
en donde se luce cada noche. Lo felicité por su trabajo, le agradecí su calidez
durante la entrevista, y nos despedimos con un saludo afectuoso. Eduardo
Blanco: uno de los mayores actores de Hispanoamérica. Y también una gran persona.

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