Recordando al poeta Armando Orozco Tovar

No. 7644 Bogotá, Jueves 26 de Enero de 2017 


Mientras unos dan plomo, nosotros damos pluma
Jorge Consuegra




El poeta colombiano Armando Orozco Tovar, quien padecía de una penosa enfermedad, falleció este 25 de Enero en Bogotá.

Además de poeta, fue pintor, catedrático y periodista.

En 1974 obtuvo el primer premio en la Bienal de Poesía Novel de la Provincia de La Habana, Cuba, en 1974. Primer premio en el concurso universitario nacional de poesía de la Universidad Central en 1981.

Publico varios libros de poesía: Asumir el tiempo, 1980; Las cosas en su sitio, 1983; Eso es todo, 1985; En lo alto del instante, 1990; Para llamar a las sombras, antología, 1994.

Algunos comentarios sobre su obra:

Luis Vidales dijo en el prólogo de su primer libro: «Hoy no se trata simplemente de hacer poesía nueva. Eso está bien. Pero el todo depende de la estrategia empleada para captar al lector o al contemplador. Y Orozco lo consigue con el sortilegio de una poesía llana, conversacional, de acentos familiares, de los que ha huido la resonancia grandilocuente de las viejas escuelas de la versificación».

Ricardo Sánchez: «Este poeta no figura en antología alguna que yo sepa. Ni pertenece a grupo literario o capilla poética. Ha gastado talento en poesía de ocasión, de tipo festivo e intención política. Es un sobreviviente de la larga marcha de las izquierdas de los años sesenta. Armando Orozco se sabe tantas historias de esa vida miserable y heroica, real y fantasiosa, que hay que recuperar en sus dimensiones analíticas y humanas. Cuando cuenta el cuento es un delirante el que habla. Es un fabulador decimonónico. Un personaje-actor de esas circunstancias, lleno de una ironía corrosiva consigo mismo, con su época y gentes…”

Federico Díaz- Granados: “Armando Orozco ha logrado crear el hecho estético y encontrar el hecho poético, en la maravilla que salta del alma del hombre y que retrata al mismo hombre desolado, tocado como por un ángel, por el ala de la muerte y de la derrota, consciente que sólo a través de la libertad creadora y del misterio de la palabra se puede conocer la esencia de la vida y sus manifestaciones.

Compartimos algunos de sus poemas:

Gustos*

De la vida me gusta la música
de Mozart
pero también el vallenato.
Caminar y escribir un poema,
leer a Roque Dalton
recordar a La Habana
los bares donde nos sentábamos
Rafael, Reynaldo y Luisa
en aquellos días
de la gran zafra y las toronjas.
Ver los rostros
a través de la ventana,
Salir para sentir la lluvia.
Me gusta abril, Isabel y su ternura,
nuestro hijo, “Arreglando para mañana
mis pistolas”. La risa de Alejandra
y de María Fernanda el llanto.
Volver a la infancia con sus nísperos
solares donde nos peleábamos
con los amigos muertos.
Mi cama donde repaso el amor,
donde envejezco la tristeza,
las cartas sin herirnos, las palabras.
Me gustan los puertos,
Con árboles, pájaros y gatos.
En fin, me gusta la vida con su muerte.

*Publicado en la colección Un libro por centavos, de la Decanatura Cultural de la Universidad Externado de Colombia. Número 65 bajo el título: En lo alto del instante.

El águila

Así mismo había en los cuatro cara de águila. Ezequiel

Arrasaba con sus manos pobladas de cuervos
Su pensamiento era una escalera absurda
Como sueños en las gradas de las prisiones

Había encontrado la forma de vivir
En paraísos y vientres violados
Saliéndose de sí mismo
Azotando las puertas interiores
Y los códices asesinos

Sabía qué moría entre sombras
En una selva con delfines arrasadores

Galopó el mármol inhóspito
De los páramos
Golpeó los llanos con sus alas de buitre
Y cadenas de oro sobre su pecho

A ella la vio desnuda entre las sombras
Del muro de los fusilados
Con su vientre repleto de violines
De maullidos de gatos marinos

Recordó el castigo de sus manos
No supo del bronce ceniciento
Porque las moscas estaban en su rostro
desde antes del vuelo

Pensó que nada tenía remedio
En medio del delirio y el rencor
De la fiebre de sus garras de águila

Encontró por fin el olvido en los pantanos
Siniestros de un viento simbólico e imaginado

Sabía cuándo iba a comenzar el horror

Pedestales

Cuando murió el guerrero
sólo quedaron de sus hazañas
las cenizas y el viento.

¿Qué recriminar a Dios
que Él no sepa?

Que no hizo
el esfuerzo suficiente
para que se cayeran
los tiranos de sus pedestales.




Deja un comentario