“Y aunque no te lleguen mis correos, te escribo…”: Cartas al rey de la cabina
Los relatos de Paloma nos llevan a recordar los fragmentos consignados en los diarios o las notas que escribíamos en los cuadernos de nuestra juventud. A través de cartas y de evocadoras imágenes seremos parte esencial de la historia de amor entre Paloma y Antonio.
Paloma y los lectores buscaremos saber qué ocurrió y qué alejó al rey de la cabina de su lado, ¿creen ustedes que lo lograremos?
Como si uno tuviera que volverlo a escribir todo de nuevo, así renace a veces la esperanza, Fernanda Mía. Acuérdate.
Alfredo Bryce Echenique en La amigdalitis de Tarzán
¿Cuál podría ser la naturaleza que adoptan al final las cosas olvidadas? ¿Tendrán vida propia así no haya quién las recuerde?
Julio Paredes en 29 cartas. Autobiografía en silencio
No hemos venido al mundo para ser felices como nos hacen pensar los vendedores de ilusiones, los mercaderes de ensueños; los que dicen que, comprando cosas, que teniendo más dinero o más poder somos más felices. O los que creen, como los curas, que no somos, pero seremos felices si les obedecemos. No hay tal. La felicidad es un engaño para dominarnos. Pero existen momentos cortos en los que podemos saborear la alegría, la serenidad, la esperanza.
Alfredo Molano en Cartas a Antonia
Las epístolas siempre han sido para mí una de las más bellas formas de la narrativa. Aquí está permitido el dolor, el misticismo, lo sublime del lenguaje, lo desgarrador. Son un testimonio a través del cual somos parte de la vida de alguien, conocemos su intimidad, su esencia, su lado más genuino.
Las primeras que leí fueron Las cartas al castor, la correspondencia que mantuvo Simone de Beauvoir y Jean Paul Sartre. Fueron el primer amor que llegó a mi vida como lectora: lleno de tensiones, destiempos, momentos históricos coyunturales, intelectualidad, admiración y amor… Amor, esa palabra tan indescifrable y tan narrada por tantos, que, a estas alturas considero una definición única para cada quien que decida practicarla.
Luego llegaron otros epistolarios (algunos de ellos citados al inicio de este texto a modo de epígrafes), como aquel que comprende las cartas que la artista colombiana Emma Reyes le escribió a Germán Arciniegas entre 1969 y 1997 para hablarle de su desoladora niñez, de una manera honesta, poética y punzante, jamás imaginada o comparable con el éxito de su vida como abanderada de la cultura colombiana en Francia; dicho epistolario, más adelante, se convertiría en el libro Memorias por correspondencia. Otro libro que quiero mencionar es Aunque me muera a la izquierda, del escritor Fernando Araújo Vélez, que se vale de las epístolas de Emilia para ir al corazón de los hechos y rompernos la cabeza: nos acerca a ver el nacimiento de algunos grupos de izquierda en nuestro país, esos movimientos sociales de los 60 y 70 de los que solo nos mencionan un par de datos y estigmas mientras cursamos la academia.
Todo esto para llegar a un libro que me sorprendió durante los días de pandemia cuando, por casualidad, mi gran amigo Tammy me compartió un fragmento. Quedé flechada. Me dispuse a buscarlo: no aparecía fácilmente en ninguna librería del país, ni siquiera en una de segunda; por fortuna, en el Fondo de Cultura Económica quedaban un par de ejemplares. El libro del que quiero hablarles se llama Cartas al rey de la Cabina, de Luis María Pescetti, editado por aquella casa editorial mexicana.
¿Quién es el rey de la cabina?, ¿por qué rey de una cabina?, quizá se pregunten. Pero antes de responder a esta pregunta, me encantaría hablarles de la estética del libro: tapa dura, pasta roja, tipografía de máquina de escribir en las letras del título y del autor. Tiene un par de palomillas blancas y negras alrededor (ya les diré quién es Paloma). Son 120 páginas, hojas de varios colores, con ilustraciones muy sutiles que nos brindan una atmósfera melancólica, de esta correspondencia que va de un solo lado.
«No nací para entrar en tu historia. Vine a cambiarte con un beso».
Cartas al Rey de la cabina, de Luis Pescetti
La primera edición vio la luz en 2010; desde entonces, Pescetti ha hecho varias presentaciones alrededor del libro, no solo en solitario, sino también con el músico Juan Quintero, que es posible ver en varios videos de youtube:
La entrada del libro nos presenta una cita de Sendas de Oku, de Matsuo Bashō (1644-1694), en la traducción de Octavio Paz y Eikichi Hayashiya: “El placer de vivir me hizo olvidar el cansancio del viaje y casi me hizo llorar”. Esta entrada nos convoca al camino que está a punto de iniciar Paloma, un trayecto de saudade, ensoñaciones, anhelo y melancolía. La prosa poética y las imágenes de N.T. Ilustraciones nos ayudan a conocer sutilmente a nuestra protagonista, una joven mujer que inicia esta correspondencia con un rey que ha decidido irse para lo alto de una cabina a trabajar. ¿A trabajar o a abandonar a Paloma?
Paloma intenta desvanecer la ausencia del ser que ama a través de cartas, su correspondencia se convierte así en un puente narrativo, en un aliciente a la espera. Estas epístolas son su testimonio, su súplica, su refugio y la forma más íntima de poder contar una historia. Más que en los zapatos de Paloma, me puse en su corazón. Viví su entusiasmo, sus latencias, sus anhelos. Siento que de ella poseo esa fascinación de querer escribir siempre, a pesar de la vida, del silencio y de la ausencia. Quizá yo también he amado a un rey que se ha quedado en su cabina, o al menos a su imagen y a esa construcción casi de devoción que le otorgamos al ser amado.
A veces queremos renunciar a los caminos que se nos dan por entendidos, porque en el fondo sabemos que no estamos destinados a seguir su marcha. En uno de los pasajes Paloma evita subirse al autobús donde casi siempre observa el rostro afligido y cansado de los transeúntes y elige el camino más largo para llegar a casa, solo para sentir que, levemente, es libre.
Paloma busca al rey de la cabina, lo nombra. Le escribe, le ama. Intenta hacer, de cada frase que compone para él, una forma de recrearlo. Ella no cesa ante su silencio, su corazón prefiere no vivir desolado como el otoño. Ella hace de este amor una lluvia de flores, ella vuela entre los árboles de un amor que no tiene raíces:
Baja de tu grúa a estirar los brazos.
Ven a ver cómo falla, también, la primavera.
Esta tarde han fracasado los árboles, los choferes,
El alumbrado público,
Los amantes, los jardines, el cemento, la lluvia,
Las monedas sucias, los locutores de televisión, el azul.
Todos vaciaron su propia derrota y
¿Sabes qué?
No pasó nada,
nada,
nada,
nada.
Paloma.
“Pescetti nos demuestra que no hay edad, ni estilo literario para aproximarnos a las añoranzas y a los amores, a pesar de que estos sean difíciles”.
Otros de los escritos de Paloma despliegan un erotismo fantástico. Ella logra poner sobre las letras un anhelo, que quizás solo sea un espejismo: un amor, un deseo o tan solo un ideal, ese del que quisiéramos hacer parte, siendo el receptor de sus palabras, aun sabiendo que tal vez, ni siquiera el rey de la cabina terminará accediendo a ellas:
No podría invitarte a una primavera, además, porque
lo que más quiero es desnudarme.
Cargado de hojas viejas. Desnudarme.
Y ver
Cómo te desnudás.
Yo de mis miedos,
y vos de tus sueños
que tanto miedo me daban, o me dan, porque me veía
convertido en un soldadito de plomo, de un libro
que mamá y papá no habían podido escribir para vos…
Quien le dio vida a Paloma es el argentino Luis María Pescetti, de quien conocía en gran parte su relevancia como autor infantil. De hecho, conocía la mayoría de su obra como comediante y escritor infantil en América Latina. Su trayectoria ha sido muy larga y ha merecido varios galardones por su obra, entre ellos: Grammy Latino (2010), al que también fue nominado en 2017 y 2018; Premio Gardel (Argentina, 2009, 2012, 2014, 2018 y 2019); The White Ravens (Alemania, 1998, 2001 y 2005); Alija (IBBY Argentina, 1998, 2010), Alija a Libro de Poesía (IBBY Argentina, 2013. Fue elegido Personalidad Destacada de la Cultura de la Ciudad de Buenos Aires, Visitante Ilustre de la Ciudad de Córdoba (Argentina) y Embajador Cultural.
Pescetti nos demuestra que no hay edad, ni estilo literario para aproximarnos a las añoranzas y a los amores, a pesar de que estos sean difíciles. Esta obra es un regalo a aquellas expectativas a las que les tenemos tanta fe y un día simplemente ya no están o se transmutan como esa avecita, que un día Paloma recoge, que aunque parece muerta, hoy escribe.
No dejen de escribir cartas y sorprender a quienes aman con su escritura. Tal vez el día menos pensado recibirá una carta que cambiará su vida.