El pasado 17 de
diciembre en la Casa del Libro Total de Bucaramanga, se realizó la presentación
de Zona vedada, la novela del escritor Carlos Augusto Morales. La siguiente fue
la intervención del periodista, docente y escritor Luis Fernando García Núñez.
La novela, razón
por la cual nos reunimos aquí, en la ya reconocida Casa del Libro Total de
Bucaramanga es, sin duda, un acontecimiento literario, aunque decir esto
parezca un lugar común. Tantos lugares comunes en el transcurso de la vida,
pero significativos en las historias personales y en las de entidades que saben
que la vida son intensas pasiones que desbordan muchos de los instantes, que se
convierten en la razón de la existencia.
Zona vedada
no es una sola novela, son dos novelas que, al final, podrían convertirse en
tres. Algunos misterios reales se encadenan a la ficción para construir una
obra en la que el humor y el sexo son apenas el trasunto que ustedes, los
lectores, podrán develar. No mucho más quiero contarles porque no quiero
estropear el ejercicio de la lectura, sino más bien promoverlo. Alguna vez
García Márquez decía, como lo dijo también Borges, que el buen lector llega a
la obra sin los contratiempos ni las excusas de lo que dicen otros, esos otros
cuyas pasiones desconocemos y no necesitamos ni queremos conocer. No suelo leer
los resúmenes ni los comentarios de los críticos sin antes haber leído el
texto. Por eso no puedo leer libros subrayados por otros.
Sin embargo, es
preciso decirlo, esta novela, la tercera de Morales, no se puede abandonar
después de iniciada la lectura. Desde ese momento quiere uno saber cuál es la
zona vedada y qué pasa en esa zona y saber si es verdad que el protagonista
encontró en París la novela robada de Hemingway. Al mismo tiempo, el misterio
que tiene el inusitado interés de algunos dirigentes cubanos por los resultados
de las pesquisas y poseer el Diario
del escritor norteamericano que le había sido regalado al protagonista.
Ustedes sabrán
hacer sus propias conjeturas, pero la invitación es a buscar en la intriga y el
humor, en este caso, la otra idea que suelen tener los libros, la idea que no
es precisamente la del escritor ni la del crítico, la idea del lector que a
veces es más avezado que los expertos, más dinámico y menos contaminado.
Incluso desbordar al escritor, intimidarlo con las preguntas que lo pondrán en
otra esfera de la creación.
Hoy apenas
asistimos a la presentación en sociedad de Zona
vedada. El lanzamiento de un libro es un acto de reconocimiento, una
especie de partida de bautismo con la cual el libro empieza su trasegar por el
mundo, empieza a ser tocado y abierto y sus páginas a trascurrir bajo la mirada
audaz del descifrador, ese ser que leerá cada una de sus páginas con la
certidumbre de que está hablando con el autor…
Gracias por esta
invitación y espero que ustedes y muchos lectores nos encontremos un día para
hablar del libro, para descubrir sus provocaciones y sus dilemas, sus descubrimientos,
sus insinuaciones. Ojalá en este mismo lugar y con novedades que permitan
reconocer que en cada libro hay un mundo que vale la pena conocer. Por eso,
para terminar, creo que vale la pena citar un epígrafe del maravilloso ensayo de
Irene Vallejo El infinito en un junco. La
invención de los libros en el mundo antiguo.
“Leer es siempre
un traslado, un viaje, unirse para encontrarse. Leer, aun siendo un acto
comúnmente sedentario, nos vuelve a nuestra condición de nómadas”, decía
Antonio Basanta en Leer contra la nada.