Por: Pablo Di Marco / Especial para Libros & Letras / Buenos Aires, Argentina.
La mitología que rodea al Camino del Héroe es perfectamente aplicable a ciertos escritores. A fin de cuentas, todo escritor debiera tener algo de viajero que atraviesa desafíos en busca de la anhelada bendición final. Bibiana Bernal decidió aceptar el llamado y abandonar su Colombia natal para partir rumbo a Argentina. Al héroe (heroína en este caso) ya le llegará la hora de volver a partir, cruzar el umbral, renacer y alcanzar su destino. Que nuestro Café en Buenos Aires sea una pausa en el camino, una burbuja en el tiempo que le permita conversar sobre lo que más ama, y descansar antes de seguir andando.
—Tu último poemario Pájaro de piedra tiene un aire de adiós, de despedida. Y a los pocos meses de su publicación abandonaste Colombia con rumbo a Buenos Aires. ¿Sabías de tu partida a la hora de escribir esos poemas? ¿O tus versos se adelantaron a lo que te esperaba?
B: Siempre estamos yéndonos. De un lugar, de algo, de alguien, de nosotros mismos. O tal vez todo está yéndose. De una forma u otra, ocurre. Siempre estamos despidiéndonos. El adiós parece tan omnipresente como esa palabra sin a y sin tilde. Sí, el libro tiene algo de viaje, de despedida. Una parte muy consciente y la otra no tanto. Pero más que de un país o de un territorio exterior, tal vez se trate de espacios internos que se abandonan, o se transforman mientras escribimos. Entonces, intencional o no, se refleja hasta hacerse perceptible para el lector.
— ¿Qué le aporta Buenos Aires a la Bibiana Bernal poeta?
B: Curiosidad. Vértigo. Confrontación. En sentido literal y literario. Nuevos escenarios y motivos para el asombro y también, por qué no, para el hastío. Calles y calles de imágenes y posibilidades para la contemplación a contracorriente en medio de la convulsión citadina. Una divergencia con el contexto donde nacieron y habitaban la mujer y la poeta. Otro contexto para preguntar, para buscar, para buscarse.
—No quisiera que Buenos Aires se enoje con vos. ¿No vas a decir nada sobre sus librerías, sus cafés y sus calles arboladas?
B: ¡Claro que sí! Están implícitos en las posibilidades de sus calles, pero temía detenerme demasiado en esos lugares comunes (nunca mejor dicho). Justamente, son tres de los muchos espacios que me enamoran, frecuento y, por fortuna, abundan en esta ciudad. Librerías, cafés y árboles: la tríada perfecta con la cual contrasto lo anterior.
—A la hora de escribir, ¿qué ganaste y qué perdiste de tu primer libro a hoy?
B: Más que ganar o perder, entre el primer libro y el segundo hubo transformaciones significativas en la manera de asumir la escritura. Al pertenecer a momentos distintos y distantes, tanto en la búsqueda literaria como en lo vital y cronológico, en esta segunda obra se dieron mayor consciencia y contención del lenguaje. También surgieron nuevos tópicos e inquietudes. Pero es apenas una parte del proceso que continúa poema tras poema, libro tras libro, sin llegar a concluir nunca. Como no terminan los cambios en la manera de leer el mundo en los diferentes ciclos que vive el escritor dentro y fuera de la literatura.
—¿Dónde encontrás la poesía? ¿Cómo surge su escritura?
B: En todo. En el silencio, ese que surge del asombro, aun en medio del ruido exterior o interno. En el vacío, ese que necesita y crea la contemplación, incluso cuando hay caos. Pero no me refiero al vacío como desasosiego, aunque también esté implícito y sea ineludible, sino al espacio necesario para decantar cuanto observamos. La creación poética, en mi caso, es detenerse, fijarse en lo cotidiano, ir sin prisa por la realidad, incluso cuando esta apremia. Escribo a partir de cualquier asunto, elemental o trascendente, concreto o abstracto. Porque me detengo, la mayoría de las veces, a manera de pregunta, de búsqueda, y no siempre sé de qué. Porque tal vez solo se busquen o sean posibles los interrogantes al escribir.
—¿Qué te parece si algún día escribimos juntos un libro que se titule Elogio de la contemplación?
B: ¡Acepto! Podemos empezar en Buenos Aires, deteniéndonos en sus cafés, librerías, árboles, transeúntes, en la historia y prisa de sus calles. Y después recorrer la quietud de las montañas de Salento, un pueblo que amo en el Quindío. ¡Ah!, creo que ya lo estamos haciendo.
—Muy bien, ya tenemos un proyecto pendiente. Decime, Bibiana, ¿cuáles son tus lecturas recientes más significativas en tu búsqueda poética?
B: Una ciudad: Buenos Aires. Una novela: La deshumanización, del también poeta Valter Hugo Mãe. Es poesía. Está narrada con poesía. Carlos Ciro, quien la vierte del portugués al español, traduce su belleza y hondura en la gran dimensión de sus recursos lingüísticos y estéticos. Descarnada y sutil, esta obra disecciona la condición humana desde lo más subterráneo hasta lo más etéreo. El elemento poético no es ornamental ni obstruye el flujo narrativo: es la narración misma. Un badén en medio del hostil pero sublime paisaje de los Fiordos del Oeste de Islandia. Me evocó a Bachelard, porque Mãe logra una “poética de la ensoñación y del espacio”. Dan ganas de crear poesía como está concebida la novela. Allí la palabra es medio y fin, va a la esencia de cuanto somos con y sin el lenguaje. Deja ver en el autor, y despierta en el lector, un asombro inconmensurable.
—A tus treinta y un años estás al frente de Cuadernos Negros, una editorial que tiene once años de vida y lleva publicados cerca de cien títulos. ¿Cómo hiciste para levantar (y sostener en el tiempo) semejante proyecto con apenas veinte años de edad?
B: Surgió como una editorial especializada en minificción, pero pronto amplió sus márgenes hacia otros géneros: poesía, narrativa, ensayo y crónica. Desde sus inicios he contado con la complicidad y asesoría del escritor colombiano Umberto Senegal, fundamental en este emprendimiento. Se sostiene, además del amor por la literatura, porque es una empresa romántica, parte de una fundación que tiene fines sociales y culturales, también porque diversas entidades, escritores y lectores han creído en nosotros. Cuenta con un amplio catálogo de autores noveles y consagrados de Colombia y otros países. Ahora estamos celebrando la aparición de dos títulos: Perturbados, del colombiano Fernando Araújo y El chiste de Dios, de la argentina Luisa Valenzuela.
—Luisa Valenzuela, nada menos.
B: Sí, una de las escritoras argentinas de mayor trayectoria y trascendencia. Su obra tiene un carácter y un espíritu muy particulares, perspicaz, con gran sentido del humor, de la ironía y la crítica. Tanto en este libro de cuentos que publicamos, como en su amplia bibliografía son perceptibles esos rasgos tan suyos.
—También estás al frente de una fundación que colabora con la educación de los chicos de tu tierra, el Quindío. Hablame un poco de eso.
B: Descubrí la lectura, la literatura, en su sentido más profundo, a los 15 años. Eso dividió mi vida en dos. Un antes y un después. A esa edad empecé como voluntaria a sensibilizar la lectura y la escritura en niños de barrios y escuelas públicas de Calarcá, el pueblo donde nací. Dicho municipio, como tantos lugares de Colombia y del mundo, tiene serias problemáticas socioeconómicas. La infancia termina cada vez más pronto y los niños empiezan a enfrentar todo tipo de conflictos y peligros. Así que, convencida de que el arte es una infalible herramienta de transformación social e individual, ahora con un equipo de trabajo continuamos este proceso desde la Fundación Pundarika. Procuramos que los niños descubran, mediante la lectura de libros, otras maneras de leer su universo y, por lo tanto, de escribir su realidad.
Quienes quieran saber más sobre Editorial Cuadernos Negros y la Fundación Pundarika pueden entrar al siguiente enlace:
http://cuadernosnegroseditorial.blogspot.com.ar/
* Pablo Hernán Di Marco.
Autor de las novelas Las horas derramadas (ganadora del XXI Certamen Literario Ategua 2010, España), Tríptico del desamparo (ganadora de la I Bienal Internacional de Novela «José Eustasio Rivera» 2012, Colombia), y Espiral (finalista del XIX Premio de Novela Ciudad de Badajoz 2015, España). Desde Buenos Aires trabaja vía Internet en la corrección de estilo de cuentos y novelas.
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