Jerónimo García Riaño |
Por: Pablo Hernán Di Marco / Argentina.
A fines de 2015 los amigos de Revista Corónica me preguntaron por mis diez mejores lecturas del año. Entre los textos mencionados se encontraba un libro de cuentos que hasta aquel momento era un manojo de fotocopias: Corazón de araña negra del escritor Jerónimo García Riaño. Pocos días después, Beatriz Vanegas Athías, directora de Ediciones Corazón de mango, me escribió para pedirme los datos del autor de ese libro. No pude evitar sonreír, sabía muy bien que Beatriz apostaría por los cuentos que atesoraban aquellas fotocopias. Hoy, con el libro ya publicado, me siento a conversar con García Riaño con la certeza de que en el mezquino mundo de los libros también puede haber espacio para los finales felices.
—Es cierto que el principal objetivo de un escritor debe ser escribir del mejor modo posible. Pero la verdad es que con eso no basta. Llega un momento en que el escritor también sueña (y necesita) publicar. ¿Qué significó para vos la publicación de Corazón de araña negra, tu primer libro?
J: El primer paso de un objetivo que me he tracé desde hace seis años cuando decidí que escribir sería un oficio, que lo sacaría del entretenimiento y lo convertiría en parte de mi vida. Yo escribo desde muy niño, de manera esporádica, siempre con la intención de dedicarme más a ello, hasta que lo empecé a hacer desde el 2011. Producto de ese trabajo está el libro de cuentos y una novela que anda dando vueltas por las editoriales, a ver qué pasa con ella.
—Para algunos escritores no es nada sencillo presentar un libro. Y es lógico que así sea, quien es capaz de crear en soledad no está necesariamente capacitado para vender en público. Pocos días atrás presentaste tu libro en la Feria del Libro de Bogotá en compañía de tu editora Beatriz Vanegas Athías. ¿Cómo fue esa experiencia?
J: Inaugurarte como escritor para el público genera cierto temor. El arte es un ejercicio de exposición, de exponerse. Si no estás dispuesto a recibir zanahorias o palos, es más fácil resguardarse en casa y vivir tranquilo sin necesidad de poner el pecho ante la gente que mira lo que haces. Presentar por primera vez en la Feria me llenó de ansiedad precisamente porque se trata de exponer tu obra frente a los ojos de quienes se acercan a leerte, sobre todo en un evento tan reconocido como la FILBO. Fueron muchos los que expusieron sus obras por primera vez en ese espacio y tal vez sintieron lo mismo que yo. Y Beatriz, mi editora, fue un respaldo ese día, me sentí acompañado por ella y por la editorial. Hay un asunto especial: ese día conocí en persona a Beatriz, pues todo el proceso para editar el libro se hizo por medios digitales.
—Sé que sos un enamorado del cuento, así que nadie mejor que vos para responder la siguiente pregunta: ¿No se le está faltando el respeto al cuento, Jerónimo? ¿No son demasiados los escritores que creen que cualquier anécdota menor con desenlace difuso es un cuento?
J: Tu última pregunta es la respuesta. El cuento, creo yo y trato de que pase cuando escribo, debe traspasar la anécdota, no puede quedarse en contar algo chistoso o dramático, o triste o lo que sea sin que suceda algo más. El cuento, y en eso cito a tu paisano Cortázar, debe generar un knockout para el lector. Pero hay muchos escritores que, en efecto, escriben cuentos en los que no pasa nada más que contar algo anecdótico que puede narrarse en una charla de amigos, pero no es necesario llevarlo al papel.
Jerónimo García Riaño |
—Alguna vez te escuché quejarte sobre el exceso de academicismo que por momentos pareciera ahogar a la literatura contemporánea. Hablemos un poco de eso.
J: ¿Cuándo escuchaste eso? Tú y yo solo hablamos de Rocky y sus influencias en la sociedad contemporánea… jajajaja.
—¡Tenés razón! Y te adelanto algo: Stallone será mi próximo entrevistado. Hablando en serio, quisiera saber cuántos de los “escritores” que se ríen de Stallone son capaces de escribir un guión como Rocky.
J: Volviendo a tu pregunta… mira, a mí me parece que cuando el arte pasa por la academia pierde su sangre, su ambrosía. Es mi lectura del asunto, a lo mejor puedo estar equivocado, pero es lo que creo que puede pasar. La academia funciona con pasos lógicos aristotélicos (se debe pasar por A para llegar a B, y así hasta el paso Z bajo las reglas de la tautología) en la construcción del conocimiento. Y lo digo con conocimiento de causa porque a eso dedico también mi vida, al ejercicio docente. Pero el arte no funciona bajo esas lógicas, el arte tiene unas reglas iniciales para hacerse (la gramática y la ortografía en la escritura, o la teoría del color en la pintura, por ejemplo) pero el acto creativo supera las lógicas con las que se mueve la academia. Es por eso que muchas veces se encuentra uno con obras muy bien escritas desde la técnica, pero muertas en las sensaciones que producen. Son obras sin sangre.
—Lo que decís me recuerda algo que me dijo hace un par de horas Luis Felipe Núñez en relación a una novela que no le gustó: “Se nota que la escribió un tipo que jamás trabajó en un quiosco, que jamás viajó en transporte público”. Cambiemos de tema, Jerónimo: suele hablarse mucho sobre las dificultades que conlleva escribir y publicar un primer libro. Sin embargo poco se habla sobre las múltiples dificultades que rodean a la escritura y publicación del segundo libro. ¿Qué tenés en mente en relación al sucesor de Corazón de araña negra?
J: Hermano, pues espero que el segundo no sufra tanto como el primero. Pero bueno, estamos preparados para lo que se venga, Corazón de araña negra me enseñó eso… La novela que está dando vueltas la escribí paralelo al libro de cuentos. Ambos, en sus primeras versiones, nacieron en el 2012. Corazón de araña negra es el primero que sale porque es el que, después de mucho corregir y reescribir, a mi juicio y el de los amigos que me leyeron, ya está listo. Mientras que con la novela el final estaba aún por escribirse… y se escribió cuando, hace dos años, ocurrió algo en mi vida relacionado con la novela y apareció el final en mi cabeza como por arte de magia. La novela es muy diferente, en la historia y en sus personajes, al libro de cuentos, y confío en eso para que no sufra tanto en su publicación.
—Ojalá podamos leerla pronto. Vamos con la última y clásica pregunta de Un café en Buenos Aires, Jerónimo: te regalo la posibilidad de invitar a tomar un café a cualquier artista de cualquier época. Contame quién sería, a qué bar lo llevarías, y qué pregunta le harías.
—Me la pones difícil, pero… me llevaría a George Harrison a un bar de boleros y tangos y le pediría que me contara cuál fue la magia que usó para crear “While my guitar gently wheeps”.
—Siempre digo que lo cambio todo por ser capaz de tocar el solo de guitarra de esa canción.
J: Ese tema es un conjuro de polvos mágicos hechos canción. Pero mientras pienso en esto se me vienen más nombres a la cabeza… Quino… Chespirito… Dalí… Goscinny y Uderzo… pero me pediste sólo uno… Greene… Cerati… Saramago… Lavoe… Mejor que termine la entrevista aquí, o esto será un listado de nombres que nos tomará por lo menos un litro de café, o de cerveza.
Quienes quieran más información sobre Jerónimo García Riaño, su libro Corazón de araña negra y Ediciones Corazón de mango, solo deben entrar al siguiente enlace:
* Pablo Hernán Di Marco.
Desde Buenos Aires trabaja vía internet en la corrección de estilo de cuentos y novelas. Autor de las novelas Las horas derramadas, Tríptico del desamparo y Espiral. Colaborador de la editorial Ojo de Poeta y columnista de la revista cultural Libros & Letras. Leer más AQUÍ
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