Lourdes González Herrero |
Por: Pablo Di Marco / Argentina / Especial para Libros & Letras
Poeta, narradora, periodista, creadora y editora de Ediciones Holguín… Desde su Cuba natal, Lourdes González Herrero ha sabido darle forma a una carrera literaria profunda y rica que, a pesar de tantos premios y traducciones, aún guarda secretos por descubrir. Los invito a compartir un café con nosotros para conversar —con palabras, y también con silencios— sobre lo que los años le ofrecen y roban a nuestra pasión, la escritura.
Escritores y editores parecieran dos razas destinadas vivir en tensión. Vos tenés la extraña particularidad de ocupar ambos lados del mostrador. Imagino que es una experiencia enriquecedora, ¿no es así?
Lo es, y por muy extraño que parezca, la edición da una medida de la obra personal, te ubica en un mapa mental necesario para estos tiempos en los que hay más escritores que lectores.
¿Qué aprendiste en estos años al frente de tu editorial? ¿En qué te enriqueció y en qué te decepcionó ese pequeño-gran mundo conformado por escritores, lectores y editores?
He aprendido mucho, sobre todo a replantearme cada cierto tiempo las tendencias, los vicios literarios, los temas susceptibles de ir perdiendo fuerzas. Las decepciones solo las contaré en un libro después de la jubilación, jajaja; también he aprendido a usar la literatura y no la oralidad.
¿Qué le brinda y qué le quita Cuba (con todas sus particularidades) a la Lourdes-escritora y a la Lourdes-editora?
Soy cubana, nací en esta ciudad que habito, de modo que no me imagino viviendo en otro sitio. Dada esta condición, Cuba me brinda todo lo que soy.
Tu silencio habla tanto como tus palabras. Cambio de tema: pasaron más de treinta años de la publicación de tu primer poemario. A la hora de escribir un nuevo libro, ¿qué ganaste y qué perdiste de aquel tiempo a hoy?
Dejé totalmente la literatura durante trece años entre 1973 y 1985. Lo hice sin dramas ni tensiones, de alguna forma no me atraía. El primer libro se escribe casi siempre desde la espontaneidad, de espaldas a todo, y eso se pierde con el tiempo. Pero se va ganando en intenciones, se gana en síntesis, en horizontes posibles, se gana en conocimiento o en olvido.
Papeles de un naufragio es un libro que marcó una bisagra en tu carrera como escritora. El éxito es azaroso, y los libros que más trascienden no son necesariamente los más queridos por sus autores. ¿Qué representa ese libro hoy en tu vida?
La posibilidad de narrar. Nunca creí que quisiera y pudiera hacerlo, pero ese libro y sus lecturas, con las consiguientes opiniones, me retaron. Después de escribir diferentes poemarios se abrió la puerta a la novela, y más tarde a los cuentos, género este último que considero dificilísimo.
Vos lo dijiste: dificilísimo. Tengo la intuición, casi la certeza, de que los nuevos escritores no son conscientes de las dificultades que acarrea el cuento. El cuento, a diferencia de la novela, exige perfección. Disculpame, te interrumpí. Me estabas hablando de Papeles de un naufragio.
Claro que es difícil. Volviendo a Papeles de un naufragio, ese libro me consiguió también muchas amistades, de todo tipo, porque es leído y disfrutado por personas variopintas, y creo que me situó en el panorama nacional. Ha sido publicado en Francia y en Italia. En Cuba tiene dos ediciones, y el año próximo saldrá de nuevo.
El año pasado tuviste el honor de ser jurado de la XV Bienal Internacional de Novela “José Eustasio Rivera”. ¿Cómo fue esa experiencia? ¿Qué me podés decir de la novela ganadora, Al final de cielo y de la tierra de Carlos Colla?
Fue toda una experiencia leer en pantalla un número increíble de novelas, y compartir el trabajo con otros dos jurados. Te digo que El final del cielo y de la tierra es la novela ganadora de verdad, por encima de las dos menciones muy atendibles. Se trata de un texto laberíntico en el que los lectores irán encontrando pistas, algunas evidentes, otras revestidas, que lo conducirán a un mundo donde la realidad resulta alucinante. Carlos Colla, además, es el mejor amigo que una pueda tener. Y claro, lo conocí después del premio y de la edición, que tuve el placer de ejercer.
Vamos con la última, Lourdes: te regalo la posibilidad de invitar a tomar un café a cualquier artista de cualquier época. Contame quién sería, a qué bar lo llevarías, y qué pregunta le harías.
Suponiendo que esa invitación fuera a suceder en Buenos Aires, lo citaría al Café Tortoni, donde dije mis poemas en el 2010. Le escribiría: Estimado Lovecraft, si fuera tan amable me gustaría escuchar de usted el origen de la inquietud que mantiene su obra viva, llena de futuro. Si puede traiga a Eliot, para avanzar en la libertad poética.
Lourdes González Herrero |
* Pablo Hernán Di Marco.
Autor de las novelas Las horas derramadas (ganadora del XXI Certamen Literario Ategua 2010, España), Tríptico del desamparo (ganadora de la I Bienal Internacional de Novela «José Eustasio Rivera» 2012, Colombia), y Espiral (finalista del XIX Premio de Novela Ciudad de Badajoz 2015, España). Desde Buenos Aires trabaja vía Internet en la corrección de estilo de cuentos y novelas.
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