Un café en Buenos Aires con Martín Di Lisio

No. 7147, Bogotá, Miércoles 5 de Agosto del 2015

Un café en Buenos Aires con Martín Di Lisio

Por: Pablo Di Marco / Especial para Libros & Letras
Los lectores de cuentos le estamos agradecidos a Laura Massolo. No solo por ser una cuentista excepcional —su escritura tiene la infrecuente virtud de ser tan delicada como potente, tan reflexiva como ágil—, sino también por los riesgos que asume al frente de su editorial Zona Borde. Su nueva apuesta es Pictografías, magnético libro de cuentos de Martín Di Lisio. 
Tiempo atrás lamenté en esta misma serie de entrevistas que el cuento se vea tan a menudo reducido a un recipiente en el que cualquier aspirante a escritor vuelca sus insulsas anécdotas del colegio, sus soporíferos desamores, o aquella tarde en que metió dos goles en un partido de fútbol; en fin, esbozos de trilladas ideas que a ningún lector debieran importarle. Por fortuna para quienes consideramos al cuento un género tan bello como insustituible, quedan escritoras y editoras como Laura Massolo dispuestas a apostar por cuentistas de raza como Martín Di Lisio.
Decime Martín: ¿te hace feliz escribir?
M: Sí. El día que puedo escribir unas líneas, o el momento después de cerrar un cuento o un capítulo de novela, soy feliz. 
Tu libro de cuentos Pictografías (recientemente editado por Zona Borde) obtuvo el Premio Fondo Nacional de las Artes 2013. Ganar semejante premio, ¿resultó un incentivo o una presión a la hora de encarar tu siguiente proyecto literario? 
M: Al momento de enterarme del premio, y más aún, cuando se editó el libro, ya estaba escribiendo otras cosas. El libro marca una época de mi escritura, pero después vino la primera novela, y otra tanda de cuentos que espero que salgan a la cancha dentro de poco. 
Los lectores no siempre saben lo difícil que es escribir, y mucho menos lo tortuoso que suele ser publicar. ¿Alguna vez pensaste en abandonar la escritura?
M: No, jamás. No lo tomé nunca como una tortura, ni al momento de buscar editorial ni al encontrar dificultades para escribir. Al contrario, es de las cosas que más me gusta hacer. Pensar en lo que escribo todo el tiempo, resolver un final en la ducha o en el colectivo, o durante un insomnio. 
Nombrame tres cuentos que te hayan conmovido.
M: Pucha. Es difícil la palabra “conmover”. Pero cuentos que me gustaron, y mucho: Ómnibus o Continuidad de los parques, de Cortázar, algún cuento de El llano en llamas, de Rulfo. El Funes de Borges me dejó sumamente inquieto. 
¿Alguna vez lloraste escribiendo? 
M: Creo que no, tal vez me pongo demasiado cerebral. 
¿A qué personaje literario quisieras besar con pasión?
M: Iba a decir a La Maga, pero pinta complicada. Me acuerdo que cuando leí Sobre héroes y tumbas me dieron ganas de conocer a Alejandra (además de que el pibe se llamaba Martín). Pero también, muy complicada la chica. Me parece que me quedo con Solveig Amundsen.
¿Cuál es tu librería preferida de Buenos Aires?
M: Me gustan las librerías en las casas viejas, me gustan las librerías que podés tomar un café. Acá en Tandil me gusta Casa Tomada, una casona hermosa con librería, café, y patio. 
No sé si lo sabías, pero los lectores de Un café en Buenos Aires son capaces de colgarme de un puente si no hago las dos últimas y ya clásicas preguntas, así que acá van: alguna vez Vargas Llosa dijo que el día más triste de su vida fue cuando Jean Valjean murió en Los miserables. ¿Cuál fue el día más feliz de tu vida?
M: El día que nació Vera, mi hija de 11 meses. Y la felicidad literaria, el día que decidí leer El limonero real. 
Te regalo la posibilidad de invitar a tomar un café a cualquier artista de cualquier época. Contame quién sería, a qué bar lo llevarías, y qué pregunta le harías.
M: Siempre tuve el fetiche de tomarme un Cinzano con Arlt en algún bar de viejos, de fondo las carreras de caballos en la tele, y ahí, haciendo tintinear los hielos en el fondo del vaso, le preguntaría, ya que estamos en 2015, qué opina del peronismo.

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