No. 7114, Bogotá, Viernes 3 Julio del 2015
Un café en Buenos Aires con Milagros Díaz y Cristina Feijóo
Por: Pablo Di Marco / Argentina / Especial para Libros & Letras.
El 17 de junio pasado la escritora Milagros Díaz Martínez presentó en Casa de Lectura de Buenos Aires su novela Últimos días antes de partir. Ante un salón repleto entre quienes se encontraban la reconocida escritora Cristina Feijóo, Carlos Pereiro (fundador y director de Ediciones del Dock) y la artista plástica Valeria Lipshitz ; Díaz Martínez repasó junto a sus lectores los motivos que la impulsaron a escribir la historia que condensa buena parte de su niñez y juventud.
Segundos después de terminada su exposición me acerqué a una Milagros todavía emocionada para conversar sobre el proceso creativo que requirió su más reciente novela.
—Últimas miradas antes de partir es un lúcido ida y vuelta entre tu niñez en una España relegada, y tu juventud en una Buenos Aires violenta. Imagino que la carga autobiográfica de la historia te habrá puesto en una montaña rusa emocional a la hora trasladar la historia al papel. ¿Me equivoco?
Milagros: No te equivocás. Escribir sobre ciertos acontecimientos fue como bucear en el pasado y revivirlos, pero también reencontrarme con imágenes, olores y sensaciones que creía perdidas. Desde la adultez cada hecho de nuestra niñez y juventud se resignifica de muchas maneras, pero ante cada situación lo emocional emerge, casi con la misma intensidad, y así lo viví.
—Algunos lectores no siempre saben cuánto trabajo hay detrás de la escritura de una novela. ¿Cuántos años te llevó “parir” Últimas miradas antes de partir?
Milagros: Los primeros textos que integran esta novela los empecé a escribir a inicios del 2009. El trabajo de armado y corrección comenzó en 2011 y lo realicé bajo la guía literaria de Cristina Feijóo. Fue un trabajo tan arduo y meticuloso como apasionado. Últimas miradas antes de partir se fue construyendo y definiendo durante todos estos años, y seguiría haciéndolo si no hubiera tomado la decisión de editarla a principios de 2015.
—Es que una novela nunca se termina de corregir; lo que el lector lee es el estado en el cual se hallaba la novela en el momento en el que el escritor decidió editarla. Decime, Milagros: ¿en algún momento vez pensaste en dejar la novela de lado? ¿Hubo momentos en los que sentiste que la escritura y corrección sobrepasaban tus emociones y posibilidades?
Milagros: Sí, la dejé descansar durante algún tiempo, necesité tomarme etapas para repensar algunas modificaciones, sentí muchas veces que la corrección no iba terminar nunca, que me sobrepasaba. Pero mi deseo de que esta novela no quedara detenida en un cajón, y que fuera testimonio de una historia de desarraigos, amores y luchas, hizo que vuelva una y otra vez a retomarla y al fin terminarla.
Aproveché que Cristina Feijóo pasó junto a nosotros para invitarla a acercarse.
—Gracias por sumarte a la conversación, Cristina. Decime: Últimas miradas antes de partir es muchas cosas, pero ante todo es un homenaje y un elogio a la memoria. ¿Cuál creés que es la responsabilidad de los escritores a la hora de conservar la memoria de un pueblo?
Cristina: La narrativa tiene la posibilidad de retratar una época de modo más fiel que el relato histórico, ya que éste último debe atenerse a la interpretación de hechos, fechas y presuntos motivos de lo que ocurre en la vida política. La literatura, en cambio, se despliega en la subjetividad y puede dar cuenta, a través de personajes, qué efectos produce lo político en la vida privada, particular y única de personas que atraviesan esos momentos históricos. Dado que la memoria se nutre de lo subjetivo, los buenos escritores son el reservorio de la memoria de una época.
—Hablemos un poco de vos, Cristina: en 2001 tu novela Memorias del río inmóvil ganó uno de los premios más importantes de habla hispana: el Clarín de Novela. Obtener semejante galardón, ¿resultó un aliciente o un peso a la hora de seguir adelante con tu escritura?
Cristina: La importancia fundamental que tuvo ese premio fue ser reconocida como escritora. No fue un peso en cuanto a la escritura. Podría pensarse que un premio grande inhibe, obliga a “estar a la altura” en futuros libros. No me pasó. Soy hipercrítica con mis textos y no me doy por conforme hasta que el relato que escribo me guste leerlo a mí. Y como escribir forma parte de mi vida desde mucho antes del premio, no sentí el peligro de dormirme en los laureles.
—Ahora una pregunta para las dos: si debieran llevar a un amigo colombiano a una buena librería de Buenos Aires, una de esas librerías con alma y vida propia, ¿dónde lo llevarían?
Milagros: Una de mis librerías preferidas de Buenos Aires, a la que siempre vuelvo, es El Ateneo de Avenida Santa Fe. Allí disfruto buscar los libros de mis autores preferidos en los muchos estantes de acceso directo, para luego llevarlos a la mesa de la cafetería y, entre sorbo y sorbo de café, leer tranquila y decidir cuál es el título me llevo.
Cristina: Tengo dos librerías favoritas: Eterna cadencia y Libros del pasaje. Las dos en Palermo.
—Entonces nos vamos a cruzar en cualquier momento, porque nos gustan las mismas librerías. Ahora vamos con la última pregunta de Un café en Buenos Aires: les regalo la posibilidad de invitar a tomar un café a cualquier artista de cualquier época. Cuéntenme quién sería, a qué bar lo llevarían, y qué pregunta le harían.
Milagros: Invitaría a la escritora Marguerite Duras y la llevaría al Café del Lector que está en la placita por donde se accede a la Biblioteca Nacional. Allí en la intimidad del atardecer le pediría que me hable de sus pasiones, del último enamoramiento con el joven escritor Yann Andréa y de cómo fue su pasión militante, especialmente en la Resistencia francesa.
Cristina: Invitaría a Julio Cortázar, lo llevaría a Clasica y Moderna un día que se tocara jazz, y en una pausa musical cualquiera le preguntaría quién era la Maga, aun con el riesgo de que me contestara, a lo Balzac “la Maga soy yo”.