Bogotá. En su nuevo ensayo, Carlos Granés nos presenta la historia del legendario grupo de teatro experimental Living Theatre, quien ha luchado por ampliar la esfera de libertades, actuando no solo con osadía, sino con valentía, para desafiar el autoritarismo y las convenciones que acotan la libertad individual.
El autor colombiano estará presente en la Filbo 2015 presentando este nuevo libro el próximo sábado 25 de abril en el auditorio Manuel Mejía Vallejo a partir de las 3:00 p.m. en conversación son Sandro Romero Rey, escritor y director de teatro.
¿Influye de alguna manera el arte sobre el ser humano? ¿Transforma su conciencia? ¿Cambia su vida? En la apasionante historia cultural del siglo XX nadie intentó responder estas preguntas con tanto empeño como el Living Theatre. Eslabón entre la vanguardia europea, la generación beat, el hippismo y el tercermundismo, el legendario grupo de teatro experimental liderado por Judith Malina y Julian Beck se planteó un ambicioso objetivo: primero quisieron revolucionar la sociedad estadounidense con sus obras, en especial con Paradise Now, y luego liberar a los brasileños sometidos por la dictadura militar del general Médici con otra de sus creaciones, El legado de Caín, inspirada en las turbulentas novelas de Sacher-Masoch. Lanzaron una revolución cultural en una democracia y meses después en una dictadura.
¿Cuáles fueron los resultados de esas dos batallas? ¿Logró el Living Theatre cambiar la realidad? Tanto en su peregrinaje a lo largo y ancho de Estados Unidos llevando el mensaje de Paradise Now, como en su búsqueda de los más pobres entre los pobres en las favelas y barriadas de São Paulo, Río de Janeiro y Ouro Preto, el grupo se reunió y conspiró con las grandes personalidades de la cultura de todo el continente. Quiso inventar un Paraíso y finalmente lo consiguió. Pero, ¿era el que buscaba? Hasta el día de hoy, el Living Theatre ha luchado por ampliar la esfera de libertades, actuando no solo con osadía, sino con valentía, para desafiar el autoritarismo y las convenciones que acotan la libertad individual.
“A veces —y creo que es el caso del Living Theatre— no son las obras, sino las actitudes vitales de los artistas lo que más influye en una sociedad. Si de algo sirvió la obsesión vanguardista de transformar la vida en arte, o, como decía Piscator, de eliminar el arte para que surgiera la vida, fue para contagiar ciertas expectativas sobre la vida, ciertos valores, ciertos deseos y ciertas actitudes entre la población. No creo que el ser humano sea tan maleable como quisieron creer los artistas y los ideólogos del siglo XX, demasiado proclives a encandilarse con la posibilidad de un Hombre Nuevo. Como Sacher-Masoch, creo más bien que somos seres con raíces en la naturaleza, menos flexibles de lo que creemos y bastante más imperfectos —torcidos, insinuaba Kant— de lo que solemos aceptar.
Aun así, parte de nuestra experiencia, la que está sujeta a las ideas, las creencias, los valores, las costumbres, los deseos y los anhelos —esa zona ficticia que también juega una parte en nuestros destinos—, es receptiva a la educación, la herencia cultural, los modales, los adelantos tecnológicos, la atmósfera social y, por supuesto, las actitudes vitales que cultivan nuestros pares. Es allí, y no en otro lugar, donde los dardos de la cultura pueden hacer blanco. Y fue allí, justamente, donde se hizo sentir el Living Theatre”, revela Carlos Granés en este nuevo texto